–Al menos tengo una radio de pilas. Podemos oír algo de música mientras esperas. Aunque a estas horas sólo ponen música para los dinosaurios que se quedan en casa los sábados por la noche –Challis se detuvo y le pidió disculpas con la mirada–. Bueno, puede que a ti te guste…
–¿Ser un dinosaurio? –preguntó él con sarcasmo–. Hay otras emisoras, ¿sabías?
–¿Me estás pidiendo que escuche a la competencia? –protestó en broma–. Vamos, ¿por qué no te tomas uno de estos canapés de salami? –lo animó luego.
Había puesto el candelabro en el centro de la cocina y, de manera impulsiva, agarró uno de los canapés y lo llevó hacia la boca de Richard. Algo en la actitud de éste, sin embargo, la hizo retirar la mano en el último momento. No le gustaba la mirada de desdén que le estaba lanzando.
–Has decidido que soy mejor apuesta que Kel, ¿no es eso, Challis? –la acusó Richard.
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