Tenía el pelo oscuro y ondulado, y lo llevaba muy corto, aunque la perilla le daba un aire misterioso. Y aquellos ojos azules y penetrantes…
–Bueno, Jay –dijo, atreviéndose a llamarlo con aquel apodo–, no sé si te alegras de que vaya a unirme al departamento de tecnología.
–Por supuesto que sí –contestó sin dudar.
–¡Sesenta segundos! –gritó Brannon, ganándose una ronda de vítores y aplausos.
Prácticamente todos los empleados de Thom-Knox estaban en aquella fiesta de Nochevieja, incluida la familia de Gia, el alma de ThomKnox.
Los asistentes a la fiesta siguieron el ejemplo de Bran y se concentraron en el centro del salón, mientras Jay y Gia se quedaron observando desde donde estaban.
–El momento que todos estábamos esperando –dijo ella mientras el grupo empezaba la cuenta atrás–. Un montón de empleados a punto de besarse con el comienzo de un nuevo año.
Esta vez, cuando su mirada se encontró con la de Jayson, se quedó clavada. Era incapaz de mirar hacia otro lado. Cuando él apartó los ojos de los suyos, fueron a detenerse en sus labios.
Sintió la caricia de su mirada. Era una sensación muy íntima y embriagadora. Se quedó distraída y descentrada. Solo había tomado una copa de champán, pero parecía que se hubiera acabado una botella y alguien se la hubiera roto en la cabeza.
¿Alguna vez había deseado tanto a un hombre? Jayson parecía tan encandilado como ella. Rara vez aquel tipo de atracción era mutua.
En aquel segundo, y en los tres que le siguieron, se imaginó satisfaciendo aquel deseo y besando a Jayson Cooper. Si desde donde estaba olía tan bien, de cerca debía de ser embriagador.
«Solo hay una manera de saberlo».
Jayson volvió a fijar la vista en ella y se echó hacia delante ligeramente.
Entonces, una pelirroja no tan alta como Gia y con una falda mucho más estrecha, se abalanzó sobre él.
–Vamos, Cooper, o nos perderemos la cuenta atrás –dijo dando saltos a su lado, agarrada a su brazo–. Hola, soy Shelly.
–Gia Knox.
Gia estrechó la mano de la otra mujer y sintió que perdía la atención de Jayson cuando rodeó a su cita por la cintura.
Como si lo hubieran llamado, Tom, el novio de Gia, también apareció.
–Ah, aquí estás.
Tom le dio un beso en la mejilla y ella puso una sonrisa falsa.
–Ha sido un placer conocerte, Jay –dijo Gia mientras Tom tiraba de ella hacia la multitud.
Jayson asintió y frunció ligeramente el ceño mientras Shelly lo arrastraba al centro del salón.
Gia y Jay se quedaron mirándose mientras seguía la cuenta atrás y la distancia entre ellos aumentaba.
Tres.
Dos.
Uno.
–¡Feliz año nuevo! –gritó la multitud mientras empezaba a caer una lluvia de confeti dorado y plateado.
–Feliz año nuevo, cariño –le dijo Tom a Gia antes de unir sus bocas en un beso.
Apartó aquella inoportuna y descabellada atracción que sentía por Jayson y se concentró en su pareja. Pero el beso de Tom apenas le afectó. Ni su corazón galopaba como había hecho un momento antes ni su estómago se había encogido por aquel delicioso e inesperado deseo.
Se entregó al beso, decidida a aplacar aquel arrebato de lujuria. En breve empezaría a trabajar con Jayson Cooper y dejarse llevar por una fantasía no era la mejor manera de comenzar su carrera en ThomKnox.
Aquella sería una noche que nunca olvidaría, y no por Tom, la fiesta o aquel beso de año nuevo. El mejor recuerdo de la noche sería haber conocido a un atractivo extraño de ojos azules que, aunque en aquel momento no lo sabía, en breve se convertiría en su marido y, al poco, en su exmarido.
Capítulo Uno
El Departamento de Tecnología ocupaba una amplia zona abierta, en donde también trabajaba Jayson Cooper además de sus hermanos. Gia, que había formado parte de aquel departamento durante años, había sido nombrada recientemente directora de marketing después de que Jayson y ella se divorciaran. Seguía teniendo el despacho en la misma planta, al otro extremo, con cristaleras desde las que veía a todos.
A Jayson nunca le había importado tenerla cerca. Ahora sí. Había pasado casi un año y medio desde su divorcio y no era fácil pasar página, cuando se veían a diario. Dependía de una mujer que se había negado a dejar que velara por ella durante el matrimonio. ¿Qué clase de marido había sido si su esposa se había negado a dejar que la cuidara?
Uno no muy bueno.
Gia y él se llevaban bien en el trabajo por su propio beneficio y por el de sus compañeros. Tenían sus desencuentros en el trabajo, sí, pero siempre se aseguraban de terminar bien el día. Eso les había estado funcionando una temporada.
Pensaba que sabía cómo proteger y amar a una mujer, pero en lo referente a Gia Knox-Cooper, se había equivocado. Era una mujer independiente y de fuerte carácter, y rara vez estaban de acuerdo. Ya lo sabía cuando se habían casado, pero pensaba que las cosas cambiarían después de la boda. Sin embargo, se habían ido alejando cada vez más. Por eso su divorcio había sido amistoso. Ahora se daba cuenta de que estaban mejor separados.
Taylor Thompson, la futura esposa de Royce Knox, entró en el departamento y se acercó a la mesa de Jayson.
–Coop, ¿puedes venir conmigo un momento al despacho de Gia?
–Claro.
Se levantó y siguió a Taylor, que llevaba un elegante vestido negro y la melena rubia recogida en un moño. Era la segunda del Departamento de Operaciones, una profesional seria y eficiente. Justo lo que el hermano mayor de Gia, el más serio y severo de los tres, necesitaba en su vida.
Hacía un año que había anunciado que esperaba un hijo de Royce y desde entonces estaban comprometidos. Le deseaba de corazón que su matrimonio fuera mejor que el suyo con Gia. En la ceremonia estaría su hija de seis meses, nacida el mismo día de la boda de Addison y Brannon Knox o, como Jayson prefería pensar, la misma noche en que había estado a punto de perder la cabeza y acostarse con su exesposa.
En su despacho, Gia estaba recostaba en su sillón de cuero, con su larga melena oscura suelta sobre los hombros. El vestido rojo que llevaba haría morir de envidia a Jessica Rabbit. Era una mujer menuda, con un bonito cuerpo curvilíneo al que había llevado al éxtasis en más de una ocasión. Si la compatibilidad física fuera garantía de matrimonio exitoso, aún seguirían juntos.
Taylor dejó un par de tarjetas sobre la mesa junto a unos bolígrafos.
–Rellenad esto. Una cada uno.
Gia y Jayson intercambiaron miradas antes de que Gia tomara una de las tarjetas y la leyera.
–Ya está rellena, Tay.
–La mía también –dijo Jayson.
Su nombre figuraba en la otra tarjeta y debajo estaba marcada la casilla de asistencia.
Taylor le quitó la tarjeta de la mano y señaló un apartado en blanco.
–Aquí dice: «Acompañante: sí o no». Debajo hay un hueco para poner un nombre –explicó Taylor, y le devolvió la tarjeta–. Hay que poner sí o no. Es así de simple, se trata de cumplimentar una pregunta, no veinte. Me da igual quién venga, solo necesito saber el número de asistentes para decírselo al catering.
Jayson entornó los ojos para