Pasado y presente continuo de la memoria de los familiares de desaparecidos. El caso de Simón en Justicia y Paz. Marcela Patricia Borja Alvarado. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Marcela Patricia Borja Alvarado
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587838862
Скачать книгу
mencionar el caso argentino al que alude María Paula González (2012), “[se] evidencia que la reconstrucción del pasado reciente es necesariamente inacabada, cambiante y en permanente revisión” a partir del “recorrido por la reconstrucción del pasado reciente […], con sus avances, retracciones, olvidos, silencios, expansiones y calmas, con sus narrativas de la memoria y sus investigaciones de la historia” (p. 8; véase también Sanmartín, 2014, p. 43).

      La segunda crítica, relacionada con la distancia entre el historiador y el pasado reciente, se refiere a la “objetividad” de estos estudios, ya que “la sacrosanta noción de ‘distanciamiento’ (recul), [aparecía] […] como el signo y la garantía indispensable de la objetividad” (Bédarida, 1998, p. 23).

      Una profesora […] suele decir que “el historiador no tiene que ser objetivo, tiene que ser honesto”. ¿Qué significa esta afirmación? Por una parte, reconocer que la objetividad, tal como se la entendía en el siglo XIX, no es posible ni deseable. No es posible porque el historiador –como sucede con cualquier científico en su respectiva disciplina– siempre está implicado en el proceso de conocimiento. La pretensión objetivante del viejo paradigma positivista debería ser, a esta altura, cosa del pasado. (Díaz, 2007, p. 17)

      La proximidad entre el historiador y el tema, en términos cronológicos, no debiera considerarse “como un criterio determinante para validar la objetividad de una investigación histórica, ya que por sí misma la distancia temporal no la asegura” (Toro, 2008, p. 42). Además, porque “la objetividad absoluta nos es inaccesible. Reconociendo también que no se alcanzan sino verdades parciales y limitadas, no la verdad global y absoluta” (Bédarida, 1998, p. 27). Esta nueva historiografía plantea realmente “una nueva mirada al tema de la distancia en el tiempo”, y en esta cercanía en “el estudio de problemas que se traslapan con la situación existencial del historiador” (Toro, 2008, p. 48) hay que admitir que, como las visitas al pasado hechas por los historiadores son guiadas por sus preocupaciones (p. 42), en sus trabajos están obligados a explicitar sus valoraciones (Bacha, 2011, p. 6): “No es ningún secreto […] que el historiador es un sujeto humano y como tal actúa en sus investigaciones” (Sanmartín, 2014, pp. 44-45).

      1.4. La relación historia-memoria

      Finalmente, otra de las controversias por las que ha pasado la historia del tiempo reciente, y que vale la pena rescatar por el interés que contiene para la presente investigación, tiene que ver con la relación entre historia y memoria. Por un lado, aparecen los defensores de la objetividad positivista, quienes se oponen a tal relación, ya que para ellos la historia se caracteriza por estar regulada, ser imparcial, crítica y ligada al descubrimiento de la “verdad histórica”, “mientras que la memoria sería siempre parcial, subjetiva, deformada y fragmentaria por definición” (Carretero y Borrelli, 2008, p. 204). Por otro lado, aparecen quienes asimilan “historia y memoria en un mismo nivel, planteando que todo relato histórico se basa en la memoria y que toda historia es una ficción, un relato construido en base a memorias” (Carretero y Borrelli, 2008, p. 204; véase también Sanmartín, 2014, p. 41).

      Mario Carretero y Marcelo Borrelli (2008) señalan además una postura que supera a las anteriores, rescatando las cualidades de la memoria y de la historia:

      La memoria puede señalar desde la ética y la política cuáles son los hechos de ese pasado que la historia debe preservar y transmitir (LaCapra, 1998, p. 20; citado por Franco y Levín, 2007, p. 42), o transformarse en una fuente privilegiada –no neutral– para la historia ante la imposibilidad de acceso a otras fuentes. Por su parte, la historia puede ofrecer su saber disciplinar para advertir sobre ciertas alteraciones sobre las que se asienta la memoria (Jelin, 2002; citado por Franco y Levín, 2007, p. 43), sin por ello anteponer “verdad histórica” a “deformación de la memoria”; también, según Ricoeur (1999, p. 41, citado por Lorenz, 2006, p. 280), la historia se vincula con el discurso de la memoria como un aporte documental, un modo explicativo y otro crítico (el documental aporta elementos para la construcción de una memoria, el explicativo ofrece una narración histórica que despliega explicaciones sobre el pasado y el crítico pone bajo juicio crítico a los discursos de la memoria). (Carretero y Borrelli, 2008, p. 204)

      Israel Sanmartín (2014) encuentra puentes entre la historia y la memoria en conceptos como los de “memoria histórica” y “memoria colectiva” (pp. 41-42). Menciona, además, que tanto memoria como historia “tienen que ver con la posición del individuo en la sociedad” (p. 41): “El historiador, en el análisis mismo de la memoria también entra a formar parte de las construcciones historiográficas de la memoria. Es decir, cuando el historiador hace uso de la memoria y de la historia para construir sus relatos e investigaciones, ese ejercicio arrastra sin ambages a la historiografía”. La base de un estudio histórico sobre la memoria parte de la existencia de recuerdos y olvidos, que conducen a considerar la memoria una actividad psíquica o una operación intelectual, y, en consecuencia, se apoya en la psicología, la neurología y la psiquiatría, “pero al mismo tiempo nos conduce a la memoria histórica, la memoria social, la historia y la historiografía” (p. 42).

      La “desconfianza tradicional de los historiadores hacia la memoria” impedía que ella apareciera en los libros de historia, pero para 1978 Pierre Nora incursiona en escena con su obra Los lugares de la memoria, ubicándose entre la memoria y la historia como una al servicio de la otra y viceversa, surgiendo la historia de la memoria (Sanmartín, 2014, p. 44).

      La memoria es una fuente para la historia, pero puede ser también el objeto de estudio para historiadores que pretendan corregir memorias equivocadas o falsas, y en este sentido “la memoria necesita de la historia para que pueda ser abordada con una metodología y un rigor epistémico” (Sanmartín, 2014, p. 46; véase también Traverso, 2007, p. 72). En consecuencia, como campo de estudio, la historia se ha visto ensanchada por la memoria (Sanmartín, 2014, p. 44), y según el tipo de relación entre ellas dos se puede por ejemplo “estudiar el rol de la memoria en el proceso histórico” o “como formas de conocimiento que hacen que los relatos resultantes sean una mezcla de historia y memoria” (p. 51) en donde “la memoria sirve para la reminiscencia de las vivencias en forma presente y como soporte de lo histórico en oral” (p. 44).

      Mientras que el objetivo de la memoria es la fidelidad, el de la historia es la verdad. La memoria inocente no existe, pero tampoco existen las historias objetivas. La conservación de la memoria se conecta con la construcción de historia; por ello es también una parte de la historia. Memoria e historia se reelaboran, pero solo la memoria olvida porque la historia selecciona para construir. En donde se presenta mayormente la relación memoria-historia “es en la historia del presente donde historia y memoria tienden puentes entre pasado, presente y futuro”, como una necesidad mutua que se ha ido desarrollando en el tiempo, y que ha traído como consecuencia que no se puedan separar y que se retroalimenten (Sanmartín, 2014, pp. 45 y ss.).

      1.5. Pasado reciente traumático

      El interés por el pasado reciente “se hace mayor si se trata de una historia especialmente traumática, porque involucra quiebres profundos, enfrentamientos, injusticias. En esos casos, la búsqueda de respuestas que den un sentido al presente se hace más imperiosa” (Díaz, 2007, p. 21; véase también Bacha, 2011, p. 3). María Paula González (2012) se pregunta en el caso argentino sobre los aportes de la historiografía a la reconstrucción del pasado reciente, encontrando que el campo historiográfico dedicado al estudio de los años setenta y ochenta se ha expandido, en contraste “con el largo y elocuente silencio que desde 1984 hasta 1996 acusaron los historiadores sobre esa porción del pasado en general y sobre el periodo dictatorial en particular”, sobre el cual trabajaron “otras producciones –literarias, periodísticas, cinematográficas y artísticas así como estudios de otras ciencias sociales–, además de las luchas por la memoria, las que mantuvieron en agenda al pasado reciente” (p. 7).

      Bacha (2011) destaca el estudio sobre historia reciente referido a temáticas traumáticas desarrollado por Federico Lorenz, cuya base documental está construida a partir de entrevistas de historia oral. Metodología que “posibilita reconstruir –según Lorenz– […] vínculos sociales […], recomponer parte del tejido solidario a partir de la habilitación de