Bailaderos. Ernesto Rodríguez Abad. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ernesto Rodríguez Abad
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Учебная литература
Год издания: 0
isbn: 9788494999413
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      © de la edición: Diego Pun Ediciones, 2018

      © de los textos: Cecilia Domínguez Luis, Pepa Aurora, Ernesto Rodríguez Abad, 2018

      © de las ilustraciones: Nareme Melián Mahugo, 2018

      1ª edición versión electrónica: Febrero 2019

      Diego Pun Ediciones

      Factoría de Cuentos, S. L.

      Santa Cruz de Tenerife

      www.factoriadecuentos.com

      [email protected]

      Dirección y coordinación:

      Ernesto Rodríguez Abad

      Cayetano J. Cordovés Dorta

      Consejo asesor:

      Benigno León Felipe

      Elvira Novell Iglesias

      Maruchy Hernández Hernández

      Diseño y maquetación: Iván Marrero · Distinto Creatividad

      Conversión a libro electrónico: Eduardo Cobo

      Impreso en España

      ISBN formato papel: 978-84-948779-3-3

      ISBN formato ePub: 978-84-949994-1-3

      Depósito legal: TF 785-2018

      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la Ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)

      Índice

       La bruja de Femés

      Cecilia Domínguez Luis

       Ayadirma

      Cecilia Domínguez Luis

       El proceso de Claudia

      Cecilia Domínguez Luis

       María la tuerta

      Pepa Aurora

       La última bruja de Canarias

      Pepa Aurora

       Mariachucena

      Pepa Aurora

       El vuelo del guirre

      Ernesto Rodríguez Abad

       La bruja de la Montañeta

      Ernesto Rodríguez Abad

       Murmullos de Epina

      Ernesto Rodríguez Abad

       La Cuerva

      Ernesto Rodríguez Abad

      La bruja de Femés

      Cecilia Domínguez Luis

      Romero (Rosmarinus officinalis)

      Si aplicamos polvo o aceite de romero sobre una herida, veremos que en cuestión de días habrá cicatrizado. El romero desinfecta cualquier herida y ayuda en el proceso de cicatrización. Gran protector contra energías negativas, ayuda a deshacerse de estas. Se puede utilizar tanto para personas físicas como para espacios o lugares.

      A Rafael Arozarena, que me enseñó a amar a

       Mararía y a Lanzarote. I. M.

      Duerme Femés: la luna llena proyecta una sombra alargada sobre la calle ancha, si es que se pudiera llamar así el espacio que separaba unas casas dispersas, cuyo único punto central parecía ser la iglesia, que se alzaba alta y blanca en el centro de una explanada.

      No es la palmera. Ella sigue allí, enhiesta, a la entrada del pueblo, soportando el viento y la arena africanos que muchas veces invaden el caserío, con las señales imborrables de un pasado incendio.

      Quien proyecta esa sombra que se mueve con paso seguro es Mararía, a la que llaman la bruja, seguida por un cortejo de perros, inusualmente callados.

      En la hora del ocaso, los habitantes de Femés habían oído cantar a un mirlo, pero no se llevaban a engaño. Todos sabían que era Mararía, anunciando que aquella noche sería plenilunio y ella saldría a bañarse en la luz lunar y a buscar hierbas salvíficas, propiciadoras de no se sabe qué.

      Llora un niño y Mararía se detiene. Una lechuza surca el cielo y hace aullar a los perros. La bruja extiende los brazos y los perros callan. También el niño, que ahora sueña con la blancura de las salinas, y sonríe.

      Mararía llega al pie de La Atalaya, la sube con paso ligero. Al llegar a la cima, se sienta sobre una piedra, de espaldas a la luna. Desde allí contempla las casas blanqueadas con cal, cuyas techumbres terminan en cúpulas, y adivina los sueños de sus habitantes, el lugar más oscuro y fresco de los patios, las cuadras donde descansan los camellos.

      Entonces, cierra los ojos y recuerda.

      El día que mi madre, al pie de esta misma montaña, me dio la mano y la apretó con fuerza, mirándome fijamente a los ojos, yo sentí el fuego de la isla. Subía, como lava ardiente, desde la punta de mis pies y se iba posesionando de mi cuerpo.

      No sentí dolor alguno, solo una especie de energía extraña, más fuerte que mi voluntad, que me invadía.

      Tampoco tuve miedo. En ese momento me creí capaz de crear tempestades, de cruzar por los aires rodeada de fuego, de hacer florecer las huertas en aquella tierra roja y retadora, de fertilizar aquellas llanuras de jable.

      Era la hora del ocaso. Un mirlo, venido de no se sabe dónde, se posó sobre mi hombro y cantó. Inexplicablemente, entendí su lenguaje:

      «Aquí estoy, Mararía. Serás mujer de gran belleza. Abrirás surcos en el sueño y en el corazón de los hombres y los abrazarás con tu fuego. Ten cuidado entonces, Mararía».

      A pesar del desconcierto que me produjo, quise agradecer su profecía y le contesté en su mismo lenguaje, que, sin pensar, salió de mis labios. El mirlo entendió y echó a volar, perdiéndose tras la montaña de Tinazor.

      Fue el inicio.

      Poco a poco fui conociendo las propiedades de las plantas que, junto a mi madre, localizaba entre los malpaíses, en las faldas de los pequeños montes, y de otras que cultivábamos en la pequeña huerta que teníamos detrás de la casa, al abrigo de los vientos.

      Mi madre me enseñó a obtener la savia de algunas, majándolas en el mortero y pasándolas a frascos con un fonil estrecho. También me enseñó a hacer ungüentos e infusiones.

      Con el tiempo pude ir a buscar las plantas yo sola. Las localizaba desde muy lejos. Parecía como si se elevaran y exhalaran su aroma más fuerte para que yo pudiera llegar hasta ellas.