Historia y nación. Alexander Betancourt Mendieta. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alexander Betancourt Mendieta
Издательство: Bookwire
Серия: Ciencias humans
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587844597
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su relato no toca el periodo republicano. La Colonia, según él, tenía los elementos necesarios para construir la nación colombiana y la Iglesia tenía el papel principal en la tarea de la “civilización” y el “progreso”. De acuerdo con este planteamiento, los individuos debían estar supeditados a un orden institucional, que no podía ser otro que aquel iniciado en la Independencia pero que se apoyaba en la herencia que había dejado en el país la presencia de España y de la Iglesia católica.26

      La pluma polémica de Groot estaba encaminada a rescatar la labor civilizadora de la Iglesia y su importante presencia en la realidad cultural y social colombiana. Sus descripciones y explicaciones trataron de comprobar a cada paso que: “A medida que la sociedad civil progresaba en el Nuevo Reino, el espíritu piadoso se desarrollaba con las fundaciones religiosas y obras pías”.27 La presencia de la Iglesia es absoluta al lado de todas las gestas “civilizadoras” de España. Esta participación marcó, según él, la realidad política, cultural y social de la Nueva Granada convirtiéndose en el elemento inmutable de esta sociedad. La religión católica era el hilo conductor entre la República y la Colonia y el medio a través del cual se podía recuperar la verdadera herencia cultural que garantizaba la continuidad temporal y cultural de la República.

      Las disputas interpretativas sobre el pasado expresaron los enfrentamientos políticos de la época. Mientras predominaron los liberales las referencias a la Colonia fueron críticas; De Plaza, por ejemplo, defendió la importancia del individuo y de su libertad como factor fundamental del progreso. Estas apreciaciones estaban a tono con las reformas ejecutadas por los liberales a mediados del siglo y con ellas se trató de fundamentar las limitaciones de la injerencia de la Iglesia en el Estado y en la vida social y política del país.

      Pero si el periodo colonial constituía un punto de polémica y enfrentamientos, no lo era menos la caracterización de los orígenes de los partidos políticos que ya habían iniciado sus contiendas. Al respecto es fundamental la obra del general Joaquín Posada Gutiérrez, quien redactó sus Memorias histórico-políticas (1865 y 1881) al calor de su oposición a los acontecimientos de 1848. En este periodo las memorias se constituyeron en un mecanismo para aclarar situaciones, para justificar a los amigos y juzgar a los contrincantes.

      Las memorias asientan los testimonios de los testigos presenciales. No es extraño encontrar que en este periodo de la historia nacional colombiana, el pasado se haya forjado a través de las precisiones y las controversias que planteaban las memorias, las cuales dejaban al descubierto una forma de concebir el quehacer histórico, tal y como lo había consagrado la publicación de la Historia de José Manuel Restrepo. Pero como se indicó anteriormente, pese a la proliferación de este tipo de escritos, el esquema fundamental interpretativo de los orígenes de la República establecido por Restrepo no fue cuestionado.28

      Joaquín Posada Gutiérrez se inscribía en un pesimismo acendrado ante la hegemonía liberal, él que había sido participante en las guerras de la Independencia y había compartido sus esperanzas. No obstante, de este rasgo característico de la obra del general Posada Gutiérrez, interesa sobre todo destacar el tipo de concepción de la historia que se despliega allí. Una aproximación a las Memorias de Posada descubre cómo el militar compartía con Joaquín Acosta, José Manuel Groot y José Antonio de Plaza no solo su concepción de la interpretación del pasado, sino también la finalidad de dicha interpretación. En este aspecto, Posada Gutiérrez consideraba que el relato del pasado tenía la función de un tribunal:

      En el juicio contradictorio seguido entre el Gobierno legítimo y la Rebelión […] la justicia es clara e incontrovertible. Pero ¿quién la aplica? Los vencedores niegan a los vencidos la facultad de dirimir la competencia […]. Por tanto, en este juicio que dará galardón al justo y derramará el oprobio sobre el culpable, no hay más que dos jueces competentes para fallar en definitiva: Dios en el cielo; la Historia en la tierra.

      Tenemos, pues, los contemporáneos el deber de ilustrar la Historia con escritos verídicos que le sirvan de derrotero, para que pueda encontrar el rumbo por entre los escollos de la mentira.29

      Pero también creía que la historia podía ser la fórmula salvadora de una situación tan crítica como la de mediados del siglo XIX para el grupo que respaldaba y que él, como participante de las luchas independentistas, representaba. Al señalar el error podía proponer el camino certero que debería tomar la república, el cual tenía disposiciones muy claras:

      Examinen los hechos y sus consecuencias, y dando algunos momentos a la reflexión concienzuda, piensen cuál será el fin de esta sociedad de la que ellos [la juventud] son la esperanza, empujada al ateísmo, haciendo de Dios un problema, del alma una mentira, de la Religión una comedia; la desmoralización cundiendo; la República oscilando de teoría en teoría, de sistema en sistema; los partidos asesinándose alternativamente, y la patria agonizando sin alivio y sin esperanza.30

      El paso hacia la recuperación de un pasado glorioso y una sociedad más definida está dado en las apreciaciones de Joaquín Posada Gutiérrez. La revalidación de la herencia española y colonial estaba muy cercana a sus apreciaciones del desenvolvimiento de la República. La postura nostálgica de las Memorias captaba muy bien la necesidad de precisar los orígenes de los partidos en contienda, que el general Posada remontaba hasta 1826. Sin embargo, destaca en estas rememoraciones la perplejidad que atemorizaba a algunos miembros de las colectividades liberal y conservadora después de movilizar a la “plebe”, encauzada a mediados del siglo, por los gobiernos de José María Melo y José María Obando. Inicio de una de las características recurrentes en el accionar político colombiano que se manifestará con extrema claridad durante los acontecimientos de 1948.

      Queda en claro que la escritura de la historia practicada en el siglo XIX en Colombia participó de las luchas ideológicas a partir de una concepción historiográfica en la que el conocimiento del pasado fue fundamental para guiar la acción del presente. La aproximación al pasado no era solamente un ejercicio de erudición, sino que constituía una herramienta de justificación y de orientación de la política. Además, la fundamentación del proyecto político requería establecer el origen de ese proyecto y asociarlo con el de la República y la nación sobre la que quería incidir; por eso, el conjunto de estos escritos históricos constituyeron por su lectura del pasado nacional y su entroncamiento como justificantes de la República de Colombia, los barruntos del canon de la escritura histórica nacional.

      Notas

      1 José M. Restrepo, Historia de la revolución de la República de Colombia, vol. I, Medellín, Bedout, 1969, p. 16 (Bolsilibros Bedout, 48). Por la facilidad en la consulta cito esta edición que reproduce la segunda edición de la obra de Restrepo que se editó con el título: Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, 4 vols., Besanzon, Imprenta de José Jacquin, 1858, a la que también pude acceder.

      2 En este punto Restrepo comparte una tendencia de toda la escritura de la historia liberal latinoamericana que expuso para Sudamérica, Germán Colmenares en Las convenciones contra la cultura: Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana en el siglo XIX, 2.ª ed., Bogotá, Tercer Mundo, 1989. Para el caso mexicano esta postura es explícita en los trabajos de Antonia Pi-Suñer, “La generación de Vicente Riva Palacio y el quehacer historiográfico” y José Ortiz Monasterio, “Los orígenes literarios de México a través de los siglos y la función de la historiografía en el siglo XIX”, en Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales (México), n.º 35, 1996, pp. 83-108 y 109-122, respectivamente. También es interesante el escrito de E. Bradford Burns, “Ideology in nineteenth-century Latin American historiography”, en Hispanic American Historical Review (Washington), vol. 58, n.º 3, 1978, pp. 409-431.

      3 Marc Bloch subrayó que los historiadores debían reconocer que muchas veces su trabajo se desacreditaba por no reflexionar acerca del papel que tenía “la obsesión por los orígenes”. El es-tablecimiento del origen se entiende como “un principio que explica. Peor aún, que basta para explicar”, con eso se desconoce que aunque sea indispensable el conocimiento de los comienzos esto no