Lazos de humo. Ernesto Rodríguez Abad. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ernesto Rodríguez Abad
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788494999475
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      © de la edición: Diego Pun Ediciones, 2018

      © del texto: Ernesto Rodríguez Abad, 2018

      © de la ilustración: Ramón J. Freire Santa Cruz, 2018

      1ª edición versión electrónica: Febrero 2019

      Diego Pun Ediciones

       Factoría de Cuentos S. L.

       Santa Cruz de Tenerife

       www.factoriadecuentos.com

       [email protected]

      Dirección y coordinación:

       Ernesto Rodríguez Abad

       Cayetano J. Cordovés Dorta

      Consejo asesor:

       Benigno León Felipe

       Elvira Novell Iglesias

       Maruchy Hernández Hernández

      Diseño y maquetación: Iván Marrero · Distinto Creatividad

       Conversión a libro electrónico: Eduardo Cobo

       Impreso en España

       ISBN formato papel: TF 1006-2018

       ISBN formato ePub: 978-84-949994-7-5

       Depósito legal: 978-84-948779-6-4

      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la Ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)

      A mi madre, que me enseñó

       a soñar palabras

      Índice

       Capítulo I

       Capítulo II

       Capítulo III

       Capítulo IV

       Capítulo V

       Capítulo VI

       Capítulo VII

       Capítulo VIII

       Capítulo IX

       Capítulo X

       Capítulo XI

       Capítulo XII

       Capítulo XIII

       Capítulo XIV

       Capítulo XV

       Capítulo XVI

       Capítulo XVII

       Capítulo XVIII

       Capítulo XIX

      Capítulo I

      Ismael cerró el libro. La historia que había terminado de leer palpitaba en su mente como si fuese real. Mujeres cigarreras, traiciones, amantes y mentiras se mezclaban con la realidad de su vida tranquila en un pequeño pueblo perdido frente a un océano inmensamente azul.

      Era un muchacho diferente.

      No fue noble su cuna ni creció rodeado de bienestar. Era hijo de una cigarrera soltera que nunca quiso desvelar el nombre del hombre que había amado en secreto. No confesó quién la había seducido. Jamás volvió a enamorarse. Trabajó con ahínco y rabia para sacar al pequeño adelante. En la fábrica de puros, de modista o simplemente limpiando casas. El niño, después de salir de la escuela, hacía mandados para la gente adinerada.

      La gente bromeaba con él porque siempre llevaba un libro bajo el brazo.

      Pasaron veranos, inviernos; vinieron nuevos otoños y primaveras. La madre continuaba haciendo puros y limpiando; él, devorando historias.

      Algunas noches, a la luz amarillenta de las velas, le contaba los relatos que leía. Soñaban despiertos durante horas. Ella, mientras cosía, sonreía atrapada por aquellas maravillosas aventuras que hacían la vida más llevadera. Carmen, Esmeralda y Marcolfa o Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno parecían tan reales algunas noches que llegaron a verlos sentados a su lado relatando las extraordinarias historias que hacían llorar o reír hasta que dolían las mandíbulas.

      Llegaba a la escuela, algunas mañanas, medio dormido y con ojos enrojecidos, pero con toda la tarea hecha y los libros que le prestaba el maestro bullendo en la cabeza y leídos de cabo a rabo.

      No le gustaba la acción ni era diestro en los juegos. Le apasionaba leer y fabular. La naturaleza le regaló una voz magnífica con la que se convirtió en el lector preferido del maestro. Muchas mañanas lo dejaba solo haciendo dictados del Quijote a sus compañeros, mientras se llegaba al bar de la plaza a tomarse el cortado. Ismael no solo dictaba, también interpretaba y disfrutaba de las palabras. En los diálogos, intuía las emociones y era capaz de pintar las voces de los personajes con entonaciones y timbres diferentes.

      Había nacido para leer.

      Los compañeros solían quedarse atrapados en las palabras, con la boca abierta y el lápiz en el aire. Para qué escribir, si escuchar era mejor.

      Don Sebastián, su maestro preferido, entusiasmado con la pasión por los libros de aquel alumno inusual, le acabó regalando ediciones prohibidas por el Régimen. Así Josefina Bolinaga, Casona o León Felipe pasaron a manos de Ismael en una especie de pacto clandestino de silencio.

      Aquellos libros, además de abrirle puertas en el aire, acabaron de envenenarlo. Una pasión especial por leer se combinó con el deseo de hacer llegar lo que tanto le gustaba a los demás.

      Soñador incurable.

      –¡Pon los pies en el suelo! –le decían en la escuela.

      –Tu situación familiar no es buena –argumentaban otros.

      –No puedes perder el tiempo.

      –Tienes que estudiar.

      –Tienes que conseguir pronto un trabajo.

      –Y ayudar a tu madre.

      –Trabajar, trabajar.

      –Realidades. Menos fantasías.

      No podía entretenerse en cosas poco prácticas. Para los libros había que tener tiempo y dinero.

      Don Sebastián sonreía. Al salir de la escuela, al pasar a su lado