―Perth está arruinado.
―¿Cómo dices?
―Las 50000 libras que tu padre dará como dote, las necesita para no dar con sus huesos en la cárcel de deudores.
―Tuve que haber previsto algo como esto.
―Según me dijo mi hermano ―usó a Angus como tapadera para dar su versión― esa rata esperaba convertirse en el futuro duque de Kensington, pero algo se torció porque su pariente no lo nombró heredero. Es un jugador empedernido, un mujeriego que se pasea por los burdeles sin impunidad y… ―No sabía si seguir.
―¿Hay más?
―Mantiene a una amante tres calles más arriba de tu casa.
―¡Por Júpiter!
―Una viuda francesa llamada… madeimoselle Allard.
―¿Es bonita, verdad?
―No la he visto, pero oí a mi hermano decir que es una delicia francesa. ―El mismo Perth se había referido a ella en esos términos. Una vez dentro de la casa se dio una vuelta sin ser vista y descubrió más de lo que esperaba.
―¡Maldición!
―¡Oh, Beth! Nunca oí semejante expresión de ti. ―«¿Dónde estaba la dulce y educada lady Elisabeth en estos momentos?», se preguntó Oli.
―Estoy enfadada, disgustada, ¿cómo voy a competir con un bombón francés?
―No digas eso. Cualquier hombre sería afortunado por tenerte como esposa.
―Eres una mentirosa.
―Lo sé. ―Estalló en risas―. Alégrate, mi buena amiga, porque por lo menos tú has estado prometida.
―Esto es horrible, Oli. No te rías ―dijo, limpiando una lágrima producto de la risa. Tan desesperada como era la situación y su amiga fue capaz de sacarle una risa franca―. ¿Cómo voy a librarme de ese indeseable sin empeñar más mi honor y reputación?
―Dile lo que te he contado a tu padre. Shepar es estricto pero te adora. De las tres, eres su preferida. ―Era verdad, porque ni su madre ni Violet hacían con él lo que conseguía Beth.
―No me creerá sin pruebas. Estamos hablando de un conde.
―Bueno… hay otra solución plausible, pero me temo que no te va a gustar…
―Haré lo que sea para desembarazarme de ese lastre, Oli.
―¡Vaya! Estás desconocida, lady Elisabeth. Nunca pensé en que te oiría semejantes afirmaciones.
―Prefiero acabar repudiada y sola en el campo a permitir que él se salga con la suya. Además, mis planes no incluyen mucha compañía que digamos. Si no fuera porque mis padres y mi hermana sufrirían las consecuencias de mis actos, huiría.
―Eso, y que no tienes un solo penique.
―Sí, mis planes necesitan de mi dote. Así que supongo que tendrás una idea para librarme de Perth.
―Él es un conde y habrá de ser otro noble el que le cuente las hazañas a tu padre.
―No entiendo.
―Lo harás muy pronto. Mira, lo que vamos a hacer es… ―Oli se acercó a la oreja de su amiga para contarle los detalles de lo que había pensado. No quería que nadie las oyese y menos el servicio, pues tenían la lengua muy larga, bien lo sabía ella por experiencia propia.
Horas más tarde, en medio de la oscuridad cobijadora, un trío formado por dos damas y un caballero accedía a uno de los lugares más populares de todo Londres. La expectación y las ganas de descubrir los secretos que en esos lugares se escondía tenían a las dos mujeres muy ansiosas. Prácticamente estaban obligando al hombre a caminar a pasos agigantados.
―Pienso cobrarme este favor con oro si hace falta. ―El vizconde Pembroke sabía que debían interpretar un papel y antes de salir de casa establecieron un patrón. La dama que iba colgada de su otro brazo era íntima amiga de su hermana, pero por su propia seguridad era mejor mantenerla en la ignorancia. Él sería bobo y haría ver que su hermana manejaba los hilos. Así quedaron antes de salir de casa.
―Vamos, Angus. Es lo menos que puedes hacer por mí. ―Salvarle la vida a su hermano iba a hacer que él le ofreciese numerosas concesiones. La primera la de esta jornada.
―Olivia, explícame de nuevo cómo me he dejado convencer. ―Se corrigió. Su hermana era un castigo divino. No debió prestarse a ayudarla con Beth.
―¿De verdad quieres que te recuerde lo que he hecho por ti, hermano? ―Angus miró de nuevo a la joven que llevaba sujeta en su otro brazo y regresó la vista a Oli. Esperaba que las máscaras protegiesen la identidad de ambas.
Los jardines de Vauxhall eran conocidos por ser traicioneros. Citas y fiestas impúdicas se llevaban a cabo aquí. ¿En qué estaría pensando para dejarse arrastrar por Olivia? Había planeado sutilmente el regreso de su hermana al plano social y si esto se supiera sería su verdadera ruina.
―Creo que hubiese sido más práctico ir a ver al duque y exponerle los rumores sobre su futuro yerno. ―Le pidió a Olivia que lo dejara intervenir, pero Oli estaba ansiosa por adentrarse en el lugar en el que estaban.
―¿Y perderme los fuegos artificiales y demás? No, Angus. Lo haremos a mi manera. Necesitamos testigos que avalen tu palabra para que él no salga indemne. ―Además, que no estaba dispuesta a desperdiciar la ocasión.
―¿Está conforme lady Elisabeth con las maquinaciones de mi hermana?
―Confieso que tenía mucho interés en ver los jardines de Vauxhall y que de otro modo no los habría conseguido ver.
―Supongo que son tal para cual.
―Deseo desenmascararlo ―expuso Beth.
―Su padre se enfadará si llega a saber que ha estado aquí.
―He venido custodiada por el hermano mayor de mi mejor amiga, un futuro conde y actual vizconde Pembroke. Confío en que su protección sea bastante para contener a mi padre. Además, no creo que nadie llegue a saberlo.
―Yo también lo espero. ―Lo esperaba, porque Shepar pediría su cabeza en bandeja de plata si algo salía mal.
―¿Cómo haremos para encontrar a Perth? ―preguntó Beth con ganas de pillarlo.
―Hay tres fiestas esta noche. Él estará en la de los condes de Bredlox, mi fuente es fiable. ―Claro que la información era de primera, puesto que la misma Olivia lo había averiguado.
―¿Podremos bailar, hermano?, por favor. ―Esto de jugar a ser la damita a las órdenes de Angus era un verdadero suplicio.
―No vais a separaros de mi lado. ―Angus se sentía estúpido interpretando su papel en ocasiones cómo esta. Su hermana era la Paloma Blanca, su pericia era conocida por buena parte de la red de espías que conformaba su círculo.
―¡Yuhu! ―Una preciosa rubia con dos grandes… atributos, llegó hasta el hermano de Olivia con los brazos en jarras. Angus masculló una maldición.
―Querida mía, ¡qué agradable sorpresa! ―señaló soltando a las dos damas que llevaba consigo.
―¿Tan insaciable eres que a la menor oportunidad me cambias por dos…? ¿Dos insulsas? ―Olivia no se sorprendió porque su hermano era todo un libertino, tuvo la intención de rebatir la afirmación y Beth la sujetó ligeramente para llamar su atención. Olivia asintió en mudo entendimiento y las dos se separaron de lo que iba a ser una pelea de amantes.
Pembroke se disculpó de todas las maneras posibles y le explicó a la mujer que no había nada que temer. Mientras mantenía la conversación, no quitó el ojo a esas dos muchachas que sabía que