El Precio de un Pueblo. Tom Wells. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tom Wells
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9781629461953
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5 años para el Año del Jubileo, redimirlo costaría $300 multiplicado por cinco. Eso significa que el pariente tendría que pagar $1,500 para liberarlo.

      Podemos ver aquí lo que significa la redención. El pariente del esclavo pagaba un precio para obtener su libertad. Cuando se pagaba el precio, el esclavo era liberado, o rescatado. Era redimido. Así pues, a menudo la redención significa “liberación mediante el pago de un precio”. Profundizaremos en este significado más amplio cuando lleguemos al Nuevo Testamento.

      Un “precio” también es parte de otras redenciones que aparecen en el Antiguo Testamento. Puede que usted recuerde que justo antes de sacar a Israel de Egipto, Dios destruyó a todos los primogénitos de aquel pueblo. Al mismo tiempo reclamó a todos los primogénitos de los hijos de Israel para sí. Cuando el Señor tomaba para sí algo que estaba vivo, era generalmente para sacrificarlo, para hacerlo morir. Sin embargo, no quiso acabar con la vida de aquellos hijos de Israel. Todo lo contrario: los redimió. Y lo hizo de esta manera:

      Habló además Jehová a Moisés, diciendo: He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los primeros nacidos entre los hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas. Porque mío es todo primogénito; desde el día en que yo hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales; míos serán. Yo Jehová. (Números 3:11-13)

      Se trata de un simple intercambio: un levita por un hijo primogénito. El levita, miembro de la tribu de Leví, pasaba a ser ayudante de los sacerdotes y de esa manera se convertía en un servidor especial de Dios, una posesión propia de Dios (cf. Tito 2:14).

      Podríamos decir que el levita era el “dinero” por el que era redimido un hijo de Israel. Como el levita se dedicaba a servir al Señor en el tabernáculo, un hijo primogénito era libre para hacer su propio trabajo y vivir su propia vida.

      ¿Entiende que el levita era como dinero? Lo podemos ver más claramente en otro texto. Dice Dios:

      Y para el rescate de los doscientos setenta y tres de los primogénitos de los hijos de Israel, que exceden a los levitas, tomarás cinco siclos por cabeza; conforme al siclo del santuario los tomarás. El siclo tiene veinte geras. Y darás a Aarón y a sus hijos el dinero del rescate de los que exceden. (Números 3:46-48)

      Existía un problema: había más hijos primogénitos que levitas. ¿Cómo se les podía redimir a todos? La respuesta es: con dinero. Era necesario pagar un precio. Si no se podía pagar con un levita, habría que pagar con siclos de plata. Aquí vemos nuevamente un intercambio, pero no de un hombre por otro. En este caso el dinero sustituía al levita.

      Antes vimos que el término redención puede significar libertad mediante el pago de un precio. Aquí se repite la misma idea, pero va más allá: el precio puede ser otra persona, un sustituto. Esto también será importante cuando estudiemos la redención en el Nuevo Testamento.

      Miremos una ley más acerca de la redención:

      Si un buey acorneare a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne; mas el dueño del buey será absuelto. Pero si el buey fuere acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo hubiere guardado, y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño. Si le fuere impuesto precio de rescate, entonces dará por el rescate de su persona cuanto le fuere impuesto. (Éxodo 21:28-30)

      Este caso raya en el homicidio, así que quiero añadir la ley que dispuso Dios para la redención de aquellos que matan a otros a sangre fría:

      Y no tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá. (Números 35:31)

      ¿Qué podemos aprender acerca de la redención en estos dos pasajes?

      Está claro que no debía existir posibilidad de rescate para liberar a un asesino. Eso es lo primero.

      Pero hay algo más aquí. El hombre que dejara suelto a su buey después de haber sido advertido era como un asesino, y por eso debía sufrir pena de muerte. Era responsable de la muerte de otro; era culpa suya. Sin embargo, podía ser liberado de la condena si les pagaba un rescate o una multa a los parientes de la persona que había muerto. Así que, en última instancia, algunos asesinos podían ser redimidos.

      No hay contradicción aquí porque podemos ver que los dos casos no son iguales. El hombre de Números 35 mató a sangre fría; es lo que llamamos “asesinato premeditado”. El otro caso, el del dueño del buey, era diferente ya que no respondía a un plan previo. Aun así, el hombre merecía la muerte; no podía alegar inocencia. Había sido advertido y había rechazado la advertencia.

      Lo que vemos aquí es que la redención puede llevarse a cabo cuando se ha cometido un pecado. En el caso del asesino, se podía pensar en la redención; era concebible, pero ilegal. Dios no permitía que se hiciera.

      Pero en el otro caso, el dueño del buey era liberado de una de las consecuencias de su pecado. El pecado y la redención se juntan en esta parte de la ley de Dios. Aquí encontramos una pista de lo que veremos en el Nuevo Testamento. La respuesta al pecado puede ser libertad mediante el pago de un precio.

      La redención en el Antiguo Testamento, como ya hemos visto, significa liberación. A menudo iba acompañada del pago de un precio. Los esclavos, así como los hijos primogénitos, eran redimidos. Incluso algunos tipos de asesinos quedaban libres cuando se pagaba un rescate. Podemos ver que la redención jugaba un papel muy importante en la vida de Israel.

      Otra cosa importante con respecto a la redención es que a menudo se trataba de un asunto de familia. La mayoría de las veces el “redentor” era un pariente cercano del hombre que debía ser redimido. Esto no era casualidad. Un hombre en necesidad de ser redimido no buscaba a su alrededor a ver si encontraba a alguien que lo ayudara. ¡De ninguna manera! Su familia era responsable de ayudarlo de formas que pueden parecernos extrañas hoy en día.

      Una de las más grandes historias de la Palabra de Dios es la que nos relata el libro de Rut.

      Durante una hambruna, un hombre de Israel se fue a vivir a Moab, un país cercano, con su esposa y sus dos hijos. No fue un traslado feliz; el hombre murió poco después. Su esposa, Noemí, se quedó con los hijos y les buscó esposas moabitas, pero ellos también murieron. La única persona de la familia que quedaba de los que se mudaron a Moab diez años antes era Noemí.

      Cuando Noemí escuchó que había terminado la hambruna en Israel, decidió regresar a casa. Una de sus nueras, Rut, la acompañó. Podemos ver la devoción de Rut a Noemí en las palabras que usa para decirle a su suegra que no la abandonará:

      No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. (Rut 1:16-17)

      Las palabras de Rut, pronunciadas hace tres mil años, perviven como testigos del carácter del amor desinteresado. Hoy en día aún sentimos su poder, como debió de sentirlo Noemí.

      Las dos mujeres volvieron a la ciudad de Belén a vivir. En aquella cultura era doloroso para Noemí regresar siendo una mujer mayor y habiendo perdido a todos sus familiares varones. Sólo tenía a Rut para mantenerla y era poco lo que Rut podía hacer para ganarse la vida por ambas. Como se acercaba el tiempo de la cosecha, Rut acudió a los campos para recoger las espigas que se habían dejado atrás o que se les habían caído a las segadoras. El trabajo era duro y normalmente no conseguía mucho. Si Rut no hubiera sido tan dedicada como era –amaba a Dios y a Noemí– podría haberse arrepentido de haber ido a Israel.

      Aquí la historia toma el rumbo que es importante para el tema de la redención. En la bondad de Dios, Rut pronto se encontró