Introducción
Las características de la nueva civilización. Triple perspectiva metodológica
Finalmente, ¡llegó la civilización digital! No hay manera de escapar de ella, a no ser que nos adentremos muy lejos en la selva amazónica. Y ahora, con pequeños aviones y con drones, se pueden descubrir desde lo alto del cielo poblaciones desconocidas. Esto quiere decir que no hay manera de dar marcha atrás, para bien o para mal. Pero no hay lugar para la nostalgia, porque este avance no se puede evitar. ¿Quién cree seriamente que puede arrumbar su computadora en una caja y retornarla al remitente? ¿Quién piensa que aún podrá comprarse un teléfono negro fijo de mesa para desembarazarse del smartphone que lleva en la cartera o en el bolsillo del pantalón? ¿Quién considera que la reunión social con sus “amigos” en Facebook (dos mil millones y medio de abonados) se ha terminado? Lo mismo sucede con el comercio electrónico, la consulta de veinte veces por día a Wikipedia, el GPS, el correo electrónico, Netflix, Uber, las transacciones bancarias desde el hogar, el teletrabajo, el uso de internet, los videojuegos… ¡Cómo ha cambiado la civilización del Homo sapiens en los últimos veinticinco o treinta años! Muchos de nuestros conciudadanos están muy mareados.
Todo está en su lugar, pero todo puede modificarse, pues las condiciones de implantación de las nuevas tecnologías, como NTIC y NBIC (convergencia de la nanotecnología, biología, información y ciencias cognitivas), han cambiado. Nadie pudo imaginar —y ello es propio de las revoluciones exitosas— la llegada de esos jóvenes empresarios de apenas veinte años de edad que manipulaban códigos en su garaje y en las computadoras de su universidad, unas extrañas máquinas digitales. En el aspecto económico, se dio una especial coyuntura por la alianza entre los geeks (técnicos) y los jóvenes freaks (libertarios) en el clima anticonformista de la costa oeste norteamericana, puesto que, por una vez, la nueva tecnología no se desarrolló en los mastodontes de la industria informática como IBM, Hewlett-Packard (HP) o Xerox. ¿Quién iba a prever que todas esas iniciativas individuales iban a definir el mundo del mañana, este en el que vivimos ahora? Un viento de libertad soplaba en el oeste americano, donde, gracias a la web, cualquiera podría comunicar sus opiniones a todo el planeta. Los Estados aducían que ellos no debían inmiscuirse en los asuntos del ciberespacio, reino de la libre empresa. Para reforzar ese viento de innovación, dopado por las orgías de inversiones especulativas en las start-up, se propugnaba un ciberespacio sin ciudadanos ni regulaciones socioeconómicas, es decir, un universo compuesto únicamente de consumidores bajo el encanto de las nuevas tecnologías, muy frecuentemente gratuitas.
Los rasgos de la nueva civilización
Veamos las seis características económicas y sociales de la nueva civilización:
1. Pasamos de una economía de fabricación de objetos materiales a una economía de servicios, donde el valor se sitúa en la captación y procesamiento de datos (llamados personales), y no en la disponibilidad de la energía mecánica o de métodos de fabricación del trabajo en serie (fordismo1), como en los siglos XIX y XX. Lo que gran parte de nuestros economistas y dirigentes no habían comprendido es que el fenómeno internet no era una pequeña oportunidad para genios informáticos, sino una revolución económica, un cambio de paradigma en la manera de hacer negocios y dinero. A fines del siglo XX, el capitalismo iba a cambiar completamente para convertirse en un capitalismo informacional o cognitivo, basado en la explotación de una riqueza común: el dato o, como se dice corrientemente, la data; y decimos bien colectivo (lo que pertenece a todos no pertenece a nadie), cualquiera que sea originalmente el agregado de datos individuales.
2. La transformación de los circuitos de información, que en el tiempo de los medios tradicionales estaban en manos de proveedores de información (providers) que detentaban su control, es ahora un sistema totalmente abierto, cuyo modelo actual es Facebook o Twitter. Cualquiera tiene el derecho de decir lo que desee, pero los analistas intentan en todo momento determinar la temperatura de la conversación social. Veamos un ejemplo que viene del norte. Al levantarse todas las mañanas, Donald Trump lanza sus incesantes imprecaciones: aproximadamente 40 000 tuits a más de 54 millones de abonados en el primer año de su presidencia. La industria de la información se vuelca más a los influencers que hacia los periodistas, y desarrolla una industria de la atención y de la notoriedad que domina la opinión. Hoy manejamos buzzwords, y el buzz hace y deshace la reputación de los hombres públicos; los gurús son erigidos en héroes, se peopolizan (de people) las vedetes que duran lo que un lirio. Nos exponemos y sobreexponemos en nuestra intimidad más secreta, como si necesitáramos internet, como un efecto espejo para establecer nuestra autoestima. Es difícil delimitar el espacio público del espacio privado, que era antes nuestro jardín secreto, protegido de la mirada inquisidora de los poderes públicos y del vecindario. Hoy todo se sabe, porque siempre hay un teléfono inteligente dotado de una cámara de fotos que cliquea impunemente; aun los países más encerrados en sí mismos ya no están a salvo de las miradas externas. Las revoluciones árabes están allí para mostrar la porosidad de los mejores sistemas de control.
3. La enciclopedia digital Wikipedia y los motores de búsqueda como Google ambicionan redocumentar el mundo. Su desafío es no solo crear una base de saber universal fácilmente consultable, sino también ofrecer una nueva manera de pensar con herramientas inteligentes.
4. La nueva civilización pone a disposición del público en general una serie de herramientas conceptuales que cambian la forma de pensar (corte del texto en unidades significantes, modo fácil e inmediato de establecer relaciones significantes, establecimientos de vínculos entre los nodos, hipertexto, etcétera). Aprovecha la inteligencia de la muchedumbre para constituir esa gigantesca biblioteca del conocimiento y proporciona una nueva visión del mundo conocido. ¿Pero el conjunto del conocimiento humano puede ser referenciado según los parámetros definidos por los algoritmos de Google? Con el programa Word presente en todas las computadoras y su facilidad para diseccionar un documento (corte-copie-pegue), se invita incesantemente al lector a crear un texto nuevo; la separación del continente y del contenido multiplica los usos que se pueden hacer de un documento para la consulta a distancia, para los servicios ofrecidos, para la portabilidad de la idea, etcétera.
5. Lo digital transforma la dimensión del tiempo y del espacio en la vida de las personas. Por un lado, se puede diferir el tiempo; jugamos sin cesar entre lo inmediato y lo diferido, y gracias a las extraordinarias memorias visuales, auditivas y multimediales, tenemos la posibilidad de proyectarnos en el futuro o volver al pasado. Por otra parte, podemos acceder al espacio virtual y, debido a las técnicas de realidad virtual (VR), no sabemos bien en qué mundo nos encontramos. El joven de hoy se alimenta de sensaciones fuertes, de superación de sí, al extremo de sus límites. Hay un efecto de espectacularización de la realidad que hace que la vida cotidiana se les aparezca a muchos como una banalidad sin contenido. El adolescente y el joven adulto recurren a los videojuegos para vivir más intensamente de otra manera. El uso de las tarjetas de crédito y las compras a distancia vía el cibercomercio dan la ilusión de que podemos tener de todo inmediatamente y de cualquier lugar del mundo. Cada vez es menos necesario desplazarse para viajar; es más barato, más seguro, y los lugares están mejor presentados en los circuitos publicitarios de las revistas turísticas.
6. Los circuitos culturales están cada vez mejor identificados con normas definidas por las industrias americanas; los productos culturales toman sus mismos modelos de desarrollo, duración y distribución. El conjunto de la industria cultural mundial actualmente está entre las manos de enormes ecosistemas sino-americanos (Lafrance, 2016a, 2018): las BAT y las GAFAM2. Esos inmensos ecosistemas modelan y dan forma a los productos y las actividades culturales de todas las civilizaciones que entran en contacto con ellas: la música con Spotify, Deezer y iTunes; los videos y las series televisadas por YouTube, Netflix y las grandes redes nacionales; los aparatos electrónicos con Apple, Samsung y Sony; los motores de búsqueda por Google, Microsoft, Wikipedia y Baidu; los libros por Apple y Amazon; las informaciones por Twitter y los grandes diarios digitales de televisión; los juegos