1. Las tres crisis de la universidad moderna
Para Boaventura tres son las crisis que sufre hoy la universidad, originadas en la naturaleza de su idea, la del idealismo alemán de Schelling, Fichte, Humboldt y Schleiermacher, de acuerdo con su ensayo de 1989 denominado De la idea de universidad a la universidad de ideas.
La crisis de hegemonía en la medida en que la universidad no puede ya desempeñar cabalmente sus funciones aparentemente contradictorias de producir alta cultura, pensamiento crítico y conocimientos ejemplares, científicos y humanistas, necesarios para la formación de las élites de las que se venía ocupando desde la edad media europea; y, por otro lado, la producción de patrones culturales medios y conocimientos instrumentales, útiles para la formación de una mano de obra calificada exigida por el desarrollo capitalista. Al dejar de ser la única institución en el campo de la educación superior y en la producción de la investigación, la universidad entró en una crisis de hegemonía.
La crisis de legitimidad en la medida en que se hace socialmente visible la carencia de objetivos colectivos asumidos por la universidad como un todo, frente a la contradicción entre la jerarquización de los saberes especializados de un lado, mediante las restricciones del acceso y de la certificación; y de otro, por las exigencias sociales y políticas de la democratización de la universidad y la reivindicación de igualdad de oportunidades para los hijos de las clases populares.
La crisis institucional “resultado de la contradicción entre la reivindicación de la autonomía en la definición de valores y objetivos y la presión creciente con la que se pretende imponerle modelos organizativos vigentes en otras instituciones consideradas como más eficientes” (Boaventura, 2005, pp. 23-24){3}.
De estas tres crisis, la institucional, causa en última instancia de las otras dos en el caso de la educación pública, se ha radicalizado: “El Estado decidió reducir su compromiso político con las universidades y con la educación en general, convirtiendo a ésta en un bien, que siendo público, no tiene que estar asegurado por el Estado, por lo que la universidad pública entró automáticamente en crisis institucional” ((Boaventura, 2005, p. 27). Esta llevó a la pérdida de prioridad del bien público universitario en las políticas públicas y al consiguiente desfinanciamiento de las universidades. Así, los dos procesos que marcan la última década, la disminución de la inversión del Estado en la universidad pública y la globalización mercantil de la universidad, son las dos caras de una misma moneda, a saber:
a. La descapitalización de la universidad pública
Con la transformación de la universidad en un servicio al que se tiene acceso, no por vía de ciudadanía sino por vía de consumo, y por lo tanto mediante el pago, el derecho a la educación sufrió una erosión radical. La eliminación de la gratuidad de la educación universitaria y la sustitución de becas de estudio por préstamos fueron los instrumentos de la transformación de los estudiantes, de ciudadanos a consumidores (Boaventura, 2005, p. 35).
b. La transnacionalización del mercado universitario
La universidad se ha ido transformando en empresa bajo la égida de la Organización Mundial del Comercio en el ámbito del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS). Los defensores de esta organización mercantil de la educación ven en ella la oportunidad de ampliar y diversificar la oferta de educación y los modos de transmitirla de tal forma que se hace posible combinar ganancia económica con mayor acceso a la universidad. Esta oportunidad se basa en las siguientes condiciones: fuerte crecimiento del mercado educativo en los últimos años, a pesar de las barreras nacionales; difusión de medios electrónicos de enseñanza y aprendizaje; necesidades crecientes de mano de obra calificada; aumento de movilidad de estudiantes, docentes y programas; incapacidad financiera de los gobiernos para satisfacer la creciente demanda de educación superior (Boaventura, 2005, pp. 39-40).
De manera simultánea a esta transformación institucional de la universidad pública, debida a su descapitalización y a la transnacionalización mercantil de la educación, se han presentado otros tres fenómenos significativos para su crisis:
i. El paso del conocimiento universitario al conocimiento pluriuniversitario
Hasta ahora se pensaba que la universidad producía conocimiento que la sociedad aplicaba o no, de acuerdo con la percepción de su relevancia por parte del mercado. A diferencia de esto, hoy un conocimiento pluriuniversitario es contextual en la medida en que el principio organizador de su producción es la aplicación que efectivamente demandan los contextos sociales. Con ello, la sociedad deja de ser un objeto de las interpelaciones de la ciencia, para convertirse ella misma en sujeto de interpelaciones a la ciencia (Boaventura, 2005, p. 45).
ii) ¿El fin del proyecto de nación?
El ataque neoliberal tuvo por objetivo primordial al Estado nacional y específicamente a las políticas económicas y sociales en las que la educación venía ganando peso. En el caso de la universidad pública, los efectos de este ataque no se limitaron a la crisis financiera, sino que también repercutieron en la definición de prioridades de investigación y de formación, tanto en las ciencias sociales y humanísticas como también en las ciencias naturales, especialmente en las más vinculadas con proyectos de desarrollo tecnológico (Boaventura, 2005, p. 49). Para países semiperiféricos, como los de Latinoamérica, el nuevo contexto global exige una total reinvención del proyecto nacional, sin el cual no podrá haber reinvención de la universidad (Boaventura, 2005, p. 50).
iii) De la palabra a la pantalla
Las posibilidades de la educación virtual obligan a preguntar en qué medida esta transformación afecta la investigación, la formación y la extensión universitarias, cuando ellas se vuelvan fácilmente accesibles (Boaventura, 2005, p. 51): ¿qué influjo tendrán las TIC en la total mercantilización de la universidad y en la desaparición del campus?
Una vez establecido este diagnóstico, con base en el análisis de los últimos quince años de universidad pública, especialmente en Iberoamérica, se pregunta Boaventura, en la segunda parte de su escrito sobre la universidad del siglo XXI, ¿qué hacer? se busca identificar las ideas-fuerza que deben orientar una reforma democrática y emancipadora de la universidad pública. Esta reforma debe consistir en una globalización contrahegemónica de la universidad, en cuanto bien público, lo que equivale a reformas nacionales que reflejen un proyecto de nación centrado en las preferencias políticas que califiquen la inserción del país en contextos de producción y de distribución de conocimientos cada vez más transnacionalizados. Este proyecto de nación debe ser resultado de un amplio contrato político y social con respecto a la universidad como bien público. Se busca responder a las demandas sociales para la democratización radical de la universidad poniendo fin a una historia de exclusión de grupos sociales y de sus saberes, en lo que ha sido protagonista la universidad durante mucho tiempo (Boaventura, 2005, pp. 55-56).
La reforma requiere varios actores. El primero es la propia universidad, en la que de todas formas hay quienes le apuestan a una reforma progresista. El segundo protagonista es el Estado nacional, siempre y cuando, opte políticamente por una globalización solidaria. El tercero son los ciudadanos, individual y sobre todo colectivamente: grupos, sindicatos, movimientos sociales, ONG y sus redes, gobiernos locales interesados en fomentar la cooperación entre la universidad y los intereses sociales. También, puede llegar a ser protagonista el capital privado, interesado en una universidad de calidad.
Contando con la cooperación de estos cuatro actores, define Boaventura los siguientes principios orientadores para una reforma:
1. Enfrentar lo nuevo con lo nuevo: teniendo en cuenta todos los cambios que se están gestando en este siglo, la resistencia a la globalización neoliberal debe involucrar la promoción