Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar. Horacio Gaggero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Horacio Gaggero
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789507867453
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Su mayor triunfo político había consistido en advertir la oportunidad de incorporarse a un movimiento político nuevo que les dio cabida y al que aportaron técnicas y métodos “tradicionales” para el proselitismo político

      Esta nueva clase política difería de la anterior ya que todavía en 1946 no constituía un grupo, lo integraban individuos que habían accedido a través de canales distintos, carecía de valores comunes, y un sistema de lealtades sólido.

      La base de su reclutamiento era demasiado amplia como para poder sustentar un régimen político, el sistema de lealtades demasiado difuso. Poco a poco, a medida que se consolidó el rol del líder disminuyeron las responsabilidades individuales, en efecto, cuanto más se acentuó el carácter carismático de la conducción, más se burocratizó la clase política.

      Las cuatro vías de reclutamiento terminaron por desaparecer fundiéndose en una sola. Entre 1950 y 1951 el grupo gobernante estaba claramente delimitado. Había elaborado sus propias pautas, normas y valores de grupo. Los antiguos méritos personales habían cedido paso a las carreras burocráticas

      El elenco básico de Ministros estaba formado por hijos de inmigrantes. El resto por descendientes de “familias tradicionales”, pero salvo dos que eran de Buenos Aires y por lo tanto resultaban “marginales”, el resto pertenecía a familias criollas del interior.

      El liderazgo de Eva Perón fue informal, porque no detentó ningún cargo en el aparato del Estado, su función consistió en determinar quienes ocuparían los cargos medios del poder que acompañarían la gestión de su marido. No se trataba de una función explícita ni racionalmente determinada. Se convirtió en tamiz de muchos posibles contactos del Jefe del Estado, y en un canal modificador y adaptador de algunas de las grandes decisiones tomadas por los organismos formales.

      Este liderazgo informal tendió a separar las funciones de gobierno técnico administrativas, de las intrínsecamente políticas. Dejando de lado aquellas, llegó a monopolizar las segundas. Institucionalizando criterios de estímulo y sanciones, premios y castigos, “compuso” los cuadros administrativos superiores. Eliminó a muchos líderes originarios y los reemplazó por figuras más oscuras, ascendidas de la burocracia partidaria. Pero siempre realizó la operación a través de grupos preexistentes, y dentro de las opciones que se podrían dar en estos grupos.

      Su atención se centró sobre aquellos que, ocupando los niveles medios del poder, que vista la creciente personalización del régimen, veían sus roles reducidos a “canales transmisores de órdenes”. Es decir, no nombró a los tecnócratas, pero estos incluso para mantener sus cargos y desempeñar sus funciones, debieron contar con su visto bueno. Para todos los que debían ser “transmisores de órdenes” Eva aplicó un criterio básico selectivo: asegurarse primero el grado de lealtad. Seleccionó al personal con prescindencia de sus capacidades técnicas, morales e intelectuales.

      Los altos funcionarios de vocación más tecnocrática o los dirigentes políticos más preocupados por los resultados electorales y la obtención y permanencia en los cargos públicos coincidían en una visión de la sociedad que desconfiaba de los empresarios y de las supuestas virtudes de las autorregulaciones del mercado

      Un balance provisorio

      En la Argentina, como en el resto del mundo, las funciones del Estado se incrementaron como respuesta a las demandas económicas producidas por la crisis de 1929. En la década del 30 se crearon una serie de instituciones, como las Juntas Reguladoras de la Producción, el Banco Central y la Dirección de Impuesto a los Réditos. Este crecimiento, que se llamó incrementalista, porque eran organismos de menor jerarquía que se creaban sin plan y solo para hacer frente a los problemas en la medida que iban surgiendo. Estos cambios fueron criticados por algunos contemporáneos porque se hacían al margen de la estructura ministerial.

      Como se dijo, para solucionar las consecuencias sociales producidas por el proceso de industrialización, el peronismo intentó convertir el Estado como árbitro de los conflictos, y motor del crecimiento económico.

      En este marco, la gestión de las nuevas autoridades buscó la legitimación en la planificación y la capacidad de “hacer”.

      En el curso de este capítulo hemos analizado:

       las características de los cambios del período 1943-1955: una presidencia convertida en centro de decisiones; un gabinete más numeroso y diversificado, la creación y fortalecimiento de organismos técnicos productores de información, así como la creación de los organismos de control;

       el fracaso de la construcción de un Estado independiente de las influencias y presiones de los actores sociales, y

       un Estado capaz de tomar decisiones desde una perspectiva racional y “técnica”. Esta intención se frustró por la demanda contradictoria de funcionarios técnicamente capaces, que a la vez fueran partidarios de lealtad probada.

      Los gobiernos del período tuvieron como preocupación mejorar la calidad del aparato estatal. Para concretar este objetivo