Los lugares santos del islam etíope
Negash se considera el primer lugar de establecimiento de una comunidad musulmana en Etiopía, en el siglo VII. Aquí es donde los discípulos de Mahoma, que huían de las persecuciones en Arabia, encontraron refugio y erigieron la primera mezquita del país. Hoy, el nuevo edificio está aislado en el corazón de Tigray, bastión de la ortodoxia, pero simboliza uno de los lugares santos más importantes del islam etíope. La ciudad de Harar, que alberga las tumbas de varios de los primeros predicadores del islam y todavía goza de la reputación de ser un centro de enseñanza coránica, es muy admirada por los musulmanes, que la consideran una ciudad santa. Por último, la tumba del sheikh Hussein es el principal lugar de peregrinación del país y atrae a miles de fieles durante las grandes celebraciones. El sepulcro del santo, actor en la conversión de las poblaciones de Bale y Arsi en el siglo XIII, se confunde con los ancestrales lugares de culto oromo, dando lugar a una forma de sincretismo entre el islam y las antiguas creencias. Prácticas que se observan igualmente en la cueva de Sof Omar, refugio de otro predicador musulmán en la región.
Los cultos precristianos
Según las fuentes tradicionales, paganismo y judaísmo convivían codo con codo en Etiopía mucho antes de la aparición del cristianismo.
Entre estos cultos, la adoración a la serpiente, honrada en rituales de sacrificio, parece haberse practicado ampliamente. La descripción de este culto transcrita en el Avesta, libro sagrado de los persas, concuerda con la tradición establecida en Etiopía, lo que demuestra que su difusión se derivaría de contactos comerciales con los países de Oriente Medio.
En el siglo I a. C., los sabeos que se asentaron en Etiopía aportaron su propia religión politeísta, que se caracterizaba por la veneración de los dioses del cielo, de la tierra y del mar, en cuyo panteón Almouquah era una divinidad central, al cual no cabe duda de que le habían dedicado Yeha, el templo más antiguo identificado en Etiopía, fechado en el siglo V a. C.
Otras divinidades como Astar, equivalente a la Afrodita griega y la Venus romana; Sin, dios de la luna, y Shams, dios del sol, eran honrados ampliamente en templos edificados para su culto. Más tarde, la influencia helenística impuso los dioses del panteón griego, que los etíopes irían rebautizando: así, Marhem sustituyó a Ares, Baher a Poseidón, y Semay destronó al dios sabeo Almouquah.
La Iglesia etíope
La Iglesia etíope cuenta con 45 millones de fieles (incluida la diáspora) y un clero de unos 400 000 miembros, es decir, el doble que hace treinta años, que prestan servicio en 30 000 parroquias repartidas por todo el país. Además de las nueve fiestas mayores y las nueve menores, todas ellas relacionadas con acontecimientos de la vida de Cristo, se rinde homenaje a los apóstoles, mártires y santos (especialmente a san Jorge, san Juan Bautista y san Miguel) en conmemoraciones mensuales. Hay nada menos que 33 días dedicados especialmente a la Virgen María, que es objeto de especial veneración. Todos los días festivos importantes están precedidos de ayunos específicos de 3 a 55 días. Así, de promedio, una persona fiel guarda 180 días de ayuno y el clero unos 250 días al año. Además, durante los días festivos, el creyente debe detener sus actividades manuales. Cultivar, forjar o tejer, por ejemplo, son actividades desaconsejadas...
Tradicionalmente implicada en la educación, la Iglesia supervisa directamente las escuelas tradicionales, en las que la educación religiosa ocupa un lugar especial. Entre los niños que asisten a las escuelas primarias de neba bet (casa de lectura), algunos siguen la enseñanza eclesiástica en qeddase bet (casa de misa). Muchos de ellos se unirán al clero como sacerdotes, diáconos o debtera (maestro de canto), o a una de las 800 comunidades monásticas. Las regiones de Gojam, Tigray y Gondar son los bastiones tradicionales de una Iglesia que sigue animando a la sociedad como lo ha hecho durante diecisiete siglos.
Arte y cultura
Las numerosas huellas que este pueblo creador y espiritual ha dejado a lo largo de los siglos son como enigmas que aún están lejos de descifrarse. Los esqueletos humanos de los primeros homínidos, las estelas funerarias, piedras talladas, bifaces, cerámica o monedas constituyen una verdadera riqueza arqueológica.
El patrimonio arquitectónico está dominado por los principales yacimientos de Axum y sus megalitos, por las iglesias de Tigray, encaramadas en la cumbre de las amba (mesetas tabulares) y las paredes de roca como centinelas de la fe ortodoxa; por las de Lalibela, auténtica maravilla de la arquitectura religiosa, o por la sorprendente ciudad de Harar, que los musulmanes consideran la cuarta ciudad santa del islam.
Durante mucho tiempo, Etiopía seguirá siendo un fabuloso terreno de exploración para las futuras generaciones de paleontólogos, arqueólogos e historiadores, y no cabe descartar que un viaje al país despierte vocaciones en ese sentido.
Yacimientos Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO