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y pensamientos ajenos, no siempre bien asimilados y concretados en un amontonamiento de páginas ilegibles y tremendamente aburridas.

      Los libros de Cané, en cambio,—salvo Juvenilia, que es un recuerdo,—están formados casi en su totalidad de artículos sueltos, que aparecieran en diarios y revistas sin ningún plan de compilación ulterior. Verdaderamente amenas, superficiales, escritas con fluidez y señalando siempre una tendencia superior de cultura y un ideal de arte, ellas son como el espejo normal donde se refleja lo que hubieran podido ser aquéllas, a haber tenido sus plumas, como la de Cané, la célebre divisa de las espadas florentinas: "Non ti fidar di me, se il cor ti manca".

      Hemos dudado mucho antes de fijar la creencia de que Cané no hubiera podido ser más de lo que fué: un amateur de talento y gusto refinado. ¡Quién sabe si en su primera juventud no hubo pasta para un gran escritor! Hicimos esta observación después de leer un artículo de "Ensayos", su primer libro, que no conocíamos, a pesar de haber gustado ya algunos de los posteriores: En viaje, Juvenilia, Prosa Ligera, de los cuales había nacido aquel concepto.

      ¡Quién sabe! Se siente en ese artículo, en ese cuento, como que su mano, transmutada en garra, se aleja de esa superficie de las cosas que él tanto amara, e hiciera valer también con su prosa leve y fluida—para cuya calificación exacta tendríamos que valernos de la expresión con que Sainte Beuve define el estilo de Madame de Sevigné: "deja trotar su pluma con la brida al cuello"—para penetrar en lo hondo y sacudir con vibración de clarinada las fibras de la esperanza, de la angustia y del dolor, como las tristes cañas, habladoras y gemebundas, cuando por entre ellas sopla el huracán. Hay una sugerencia muy grande en "El Canto de la Sirena". Surge de él un espíritu que no es el que luego fuera habitual en Cané.

      Pero, ¿no fué más hombre después? ¿No debió sufrir más? Y el dolor es la sombra y la fuente del genio... ¿Fracasado? Alguna vez hemos pensado, si no seremos todos, una vez entrados en la madurez, una esperanza más o menos frustrada de la juventud.

      ¿Cuántas veces ha hablado, después, Cané, de esos mismos sentimientos? Muchas veces y ninguna.

      Entre esos renunciamientos continuos que dice Renan constituyen la vida, quizá exista ese, inconsciente, que tomaría la forma de una desgastación imperceptible de nuestra alma.

      "Ensayos" es la obra de la juventud. Fué publicada en 1877, cuando su autor tenía 26 años. Hay artículos, sin embargo, que llevan la fecha de 1872. Nada mejor que el prólogo para dar una idea del contenido del volumen: "Decía al principio que no me hacía ilusiones sobre el mérito de estos ligeros trabajos, destinados casi todos a la vida efímera de un diario. Desde luego, no hay plan ninguno, ni ilación entre ellos. Una lectura, una impresión, un recuerdo o una esperanza, he ahí de dónde han salido, incompletos, desaliñados, sin soñar jamás el honor de ser encuadernados". Tiene el interés, sin embargo, de mostrar a Cané en el comienzo de su vida literaria. Estos primeros libros de los hombres de letras tienen un sabor especial para el que quiere conocer sus almas. Está allí más abierta que en ninguna parte; tienen siempre la ingenuidad juvenil de cuando se cree en todo y la vida es verdaderamente "un arduo deseo". El primer libro es quizá la única ocasión de conocer de cerca y en lo posible un alma y un corazón. Ya hemos hablado de un artículo: "El Canto de la Sirena". No hay para qué volver sobre él.

      "En Viaje" es el relato de su visita a Colombia y Venezuela, con ocasión de su investidura diplomática. Observador perspicaz y amable, no es extraño que este libro sea una de sus mejores producciones. Tuvo, al tiempo de su aparición, el mérito de hacer conocer países totalmente ignorados por nuestros hombres.

      "Charlas Literarias" es una colección de artículos de crítica sobre autores argentinos y extranjeros, donde se destacan sus dos predilecciones literarias: Shakespeare y Dickens. Aparece también allí un estudio sobre Falstaff, que puede considerarse como la base del que más tarde hiciera, precediendo su traducción del "Enrique IV". Tanto el uno como el otro son de los más bellos y acertados que escribiera Cané.

      "Notas e Impresiones" y "Prosa Ligera", su última publicación, pertenecen a la misma categoría de "Charlas Literarias", aunque con una tendencia argentinista más acentuada. A "Notas e Impresiones" lo componen correspondencias que Cané envió desde París al diario "La Prensa" y que fueron firmadas con el seudónimo de Travel. En "Prosa Ligera" aparecen dos o tres estudios que tuvieron en un principio aspiraciones a obras orgánicas. Tal los titulados: "El arte español", base de un libro sobre Velázquez, y "En el fondo del río", "De cepa criolla" y "A las cuchillas", trío destinado a formar parte de "un estudio de nuestra sociabilidad en aquel momento" y que comenzó a escribir en 1884.

      Por último "Juvenilia", su más grande acierto.

      Forman el pequeño libro sus recuerdos de estudiante, época feliz que, de todo el caudal acumulado de ciencia, de arte y de experiencia que la vida da para aplacar sus asperezas, constituye lo único suave y consolador, como mano de madre sobre una frente agitada.

      ¿Eran diferentes a nosotros los contemporáneos de Cané? Quizá no, con la salvedad de que eran más muchachos. No recuerdo haber robado nunca unos melones a ningún vasco. Y lo siento, sinceramente.

      Cané calificó a esas páginas como de las más felices que había escrito, y tampoco se equivocó esta vez.

      Hay hombres que tienen un subjetivismo especial, precursor de una cierta inmortalidad, que aumenta lógicamente en proporción a su talento. De esos temperamentos han salido las confesiones o memorias íntimas, que siempre han sido interesantes y que han asegurado la fama de su autor, porque la vida del hombre, en esa parte que escapa a los demás porque es un monólogo, según Amiel, tiene la atracción de lo desconocido, al mismo tiempo que de lo inmutable, a través de los tiempos.

      "Juvenilia" posee algo de esas cualidades. Sin ser una memoria ni una confesión,—es un recuerdo, como dijimos,—tiene algo de ambas cosas.

      Es contraproducente hablar de los recuerdos. Ellos, como el cariño, como el amor, no se analizan, sino que se sienten. El que esto escribe, ha gustado con delicia las páginas suavemente melancólicas de "Juvenilia", escritas en una sencillez de estilo que no es una de sus menores cualidades. Muchos debemos a ese alto espíritu una hora íntima, proporcionada por ese libro delicioso. De pocos escritores, y más si ellos son argentinos, podríase decir tal cosa. Y este es el mejor elogio a su vida y a su obra. A "Juvenilia" estará siempre unido el nombre de Cané, como el perfume de una flor evoca la imagen de la planta, que por darle vida es estimada.

      Horacio Ramos Mejía.

      1916.

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