Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия: Relatos de un hombre casado
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468668536
Скачать книгу
no me detuvo y comenzó a decir:

      –Uyyy campeón, cómo necesitaba esto... sí, sí, despacio... No creo poder durar mucho, me voy a correr bien rápido.

      Comencé a subir y a bajar con mi boca. Diego apoyó sus brazos a los costados de su cuerpo, dejando caer un poco su torso y entregándome su miembro, dispuesto a disfrutar del placer de la gran faena a la que estaba siendo sometido.

      Por momentos, tomaba con una mano mi nuca para empujarla hacia abajo y llevar el ritmo de mi mamada y volvía a alejar el brazo... Comenzó a gemir y no dejaba de hablar:

      –Que buena mamada, necesitaba que me hicieran esto...

      –¿Te animás hasta el final campeón? –preguntó.

      Diego no tenía idea de que eso ni me lo tenía que pedir...

      Conociendo el hecho de que había sido recientemente padre, me daba la tranquilidad de saber que estaba sano y la idea de que me llenase la boca de semen, era un morbo enorme que no me pensaba perder.

      Saqué su chota de mi boca y comencé a lamerle las bolas, se las chupé, le lengüeteé el perineo, volví a sus bolas para finalmente meterme su chota entera nuevamente en la boca.

      Subí y bajé unos pocos minutos, hasta que, repentinamente, Diego quedó sentado en la cama y tomó mi cabeza firmemente con ambas manos para manejar el ritmo, mientras que comenzaba a gritar:

      –Me vengo, me vengo.

      Saque su pija de mi boca y le pedí que no gritase, porque nos escucharían de las habitaciones contiguas.

      –Dale boludo, chupá que me vengo... –insistió.

      –Si bestia… lléname la boca de esperma –dije.

      Calcé su pija nuevamente entre mis labios y en unas pocas subidas y bajadas, sentí que un mar de semen inundaba mi boca, al punto de no poder contener semejante caudal.

      Un hilo blanco comenzó a derramarse por la comisura de mis labios; tragué lo que pude, mientras que escuchaba el gruñido de placer de Diego y como intentaba contener un grito de desahogo.

      Sentí otro espasmo y el temblor de su cuerpo, mientras que un nuevo chorro de semen se depositaba en mi paladar.

      Continué lamiendo su glande sin darle descanso; muy despacio, comencé a jugar con mi lengua por su perímetro.

      Sus espasmos no cesaban y yo no podía desprenderme de mi juguete. Superado por el placer, intentó alejarme con las manos, pero no lo dejé y continué mamándosela.

      Finalmente, Diego se relajó; apoyó nuevamente sus brazos en la cama, sin dejar de mirar atentamente el juego de mi boca con su pija. Vi como una gota de semen salía de la punta de su glande y lo limpié con la lengua. Un hilo de esperma quedó tenso entre la punta de su pene y la punta de mi lengua.

      Lo miré fijamente a los ojos y le clavé una sonrisa muy morbosa. Diego se pasó la lengua por los labios; moviendo su cabeza de un lado hacia el otro y casi haciendo mímica, apenas susurrando dijo:

      –¡Espectacular!, una mamada de antología.

      Calcé nuevamente su miembro en mi boca y continué mamándosela, sintiendo como nuevos espasmos invadían su cuerpo. Su glande estaba muy sensible y me di cuenta de que aún tenía las bolas cargadas.

      No tardó mucho y ante mi continuo subir y bajar, volvió a largar leche, que asquerosamente y mirándolo a los ojos, comencé a pasar por mis labios, abriendo la boca para que viera mi lengua repleta de su espeso esperma; quería que observara como su néctar se deslizaba por mi lengua para desaparecer por mi garganta.

      Dejé su chota colorada y sus bolas vacías. Diego quedó tendido de espaldas sobre la cama, con los ojos cerrados y sin moverse, mientras que yo no le daba tregua y seguía mamándole la pija.

      Completamente seguro de que no quedaba más nada por sacar de sus bolas, me recosté a su lado y le pedí que me retribuyese el favor. Mi pene se mantenía erecto, sensible y ávido por lanzar chorros de semen.

      Diego me miró fijamente y dijo:

      –Discúlpame, si querés te pajeo, pero ni loco te la mamo...

      Ante esa respuesta, me relajé y dejé que me sobara la chota con la mano, que, en menos de un minuto, quedó cubierta por mi guasca que fluyó a borbotones, para mezclarse con los pelos de su mano, de su brazo y de mi abdomen.

      Tomé su mano y me la llevé hacia mi boca para limpiarla con la lengua. Mi postre había sido la leche de Diego y mi propia carga.

      Diego observaba como me tragaba mi propio semen. Con una sonrisa morbosa dibujada en su cara, sorpresivamente, recolectó con sus dedos el semen que aún estaba depositado sobre mí abdomen, para dejarlo caer en gotas dentro de mi boca.

      Sin mediar palabra, fue hacia el baño y regresó en pelotas, con la chota colgando, pero aún gruesa; me miró y dijo:

      –Realmente inesperado, extremadamente placentero, necesario y al mismo tiempo perturbador... Durmamos y si te parece, mañana hablamos.

      Me limité a decir:

      –OK.

      Apoyé mi cabeza en la almohada y aún, con el delicioso sabor de su semen y del mío embebido en mi boca, me quedé dormido...

      – Descubriendo otro camino –

      La mañana siguiente, me desperté y noté que Diego no estaba en su cama. Escuché el ruido de la ducha, miré el reloj y me di cuenta que en hora y media saldría su vuelo.

      Me quedé remoloneando en la cama, intrigado por la actitud que tendría y que comentario haría sobre lo acontecido anoche.

      Cerró los grifos y pasados unos minutos, vi que ingresa al cuarto con un toallón atado a su cintura. La imagen hizo que se me comenzara a parar la chota, más, pensado en la hermosa mamada que le había pegado hacía solo unas horas.

      Me había encantado mamársela, aunque hubiese deseado poder recorrer todo su lomito y entregarnos a un fuego cruzado caliente y salvaje.

      –Buen día –dije.

      Diego se sorprendió, me miró y respondió:

      –Buen día, pensé que dormías... disculpame si te desperté.

      –No hay drama... ¿dormiste bien? –pregunté.

      –Como un angelito, realmente, lo estaba necesitando –contestó como si no hubiese sucedido nada.

      –Me alegro; imagino que en algo debo haber colaborado –acoté.

      –Diego se limitó a hacer un gesto con la boca y no emitió respuesta, por lo que me desconcertó; no entendía si estaba arrepentido por lo que habíamos hecho o qué carajo le pasaba.

      Retiré las sábanas y me senté por un momento en la cama. Diego puso su vista en mi entrepierna y sin hablar, volvió a hacer el mismo gesto con su boca.

      Me di cuenta de que mi erección era notoria y ante su mutismo y comportamiento osco, decidí actuar con el desparpajo con el que él lo había hecho la noche anterior.

      Me paré y con la chota haciendo carpa en mi bóxer, muy naturalmente, como si estuviese solo, comencé a caminar hacia el baño, pensando “Andate a lavar el orto, si querés comportarte así, bien, yo me saqué las ganas y no te violé, fue consentido, así que andá a hacerte ver...” Aunque estaba de por medio el trabajo que duraría todo el año, así que debería evitar cualquier tipo de fricción.

      Regresé al cuarto. Diego estaba terminando de vestirse y dijo:

      –Che, quédate durmiendo un rato más que es muy temprano, es al pedo que te levantes, si el aeropuerto está a solo tres cuadras; dejá que voy solo.

      Comencé a agarrar ropa y mientras me vestía