–Una pequeña conversación nunca hace daño a nadie —comenzó diciendo— familiarizarme conmigo no te asegurará de que quedes atrapado conmigo o con Londres. ¿Por qué no apostar y descubrir algo nuevo?
–Prefiero no hacerlo —dijo ella— no soy el tipo de apuestas. Los riesgos no son algo que conduzca a nada bueno según mi experiencia.
Ella estaba siendo demasiado escurridiza y él quería romper su caparazón cuidadosamente elaborado. Si quería empezar a hacerlo, tendría que darle las herramientas para ello.
–Es posible que no desees conocerme de verdad —comenzó— pero creo que vamos a ser los mejores amigos.
Se inclinó ante ella.
–Déjame presentarme. Soy el conde de Coventry, pero mi querida, puedes llamarme Charles.
Ella lo miró por encima del hombro. Sus labios se separaron, pero ninguna palabra salió. Entonces ella sonrió.
–Ya es demasiado tarde para regresar al baile, mi lord. No me moleste en llamarme más. Dudo que nos veamos de nuevo.
Con esas palabras, lo rozó dejándolo solo en la biblioteca. Charles nunca había estado más intrigado en su vida. Descubriría su nombre y se volverían a encontrar con ella. Juró hacerlo costara lo que costara.
CAPÍTULO TRES
Brillantes rayos de sol fluían a través de las ventanas de la sala de estar e iluminaban toda la zona. Era demasiado brillante para leer y Abigail tuvo problemas para contener su irritación. ¿Cómo iba a aprender algo sobre la mitología griega si no podía centrarse en las palabras? Gruñó y cerró el tomo con frustración, luego lo arrojó sobre la silla vacía a su lado.
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