«Genna’, a veces pienso que tu tienes un concepto sobre las señales de tráfico semejante al de mobiliario urbano. Mira que todas estas luces de colores no son para hacer bonito. Se llaman semáforos. Y esas cosas triangulares y redondas no son cosas publicitarias, se llaman señales de tráfico. Sirven para regular el tráfico, y en teoría se deberían respetar. »
«Exagerado. No es para tanto Además hemos salido del centro en un tiempo record, ¿no? Si todos hiciesen como yo habríamos eliminado el tráfico.»
«Sí, Genna’. Siempre que el tráfico no nos elimine a nosotros antes….»
Era una batalla perdida, la mía, y lo sabía perfectamente. También porque la arrastraba desde hace años. Por lo demás, creo que conducir por trabajo te lleva, efectivamente, a modificar la visión de las carreteras. Es necesario ver el territorio urbano en términos operativos, para ser eficaces...Y términos operativos significa, algunas veces, reglas elásticas. Sobre todo si estás, como en su caso, entrenado para la seguridad.
«Bien, ¿a dónde vamos?»
«A casa de una amiga, Alessandro. Pero no deberás revelar a nadie la existencia de este lugar. Jamás. ¿Te acuerdas de la señora que te he enviado?»
Si, me acordaba, ¡y cómo!, de aquella señora.
***
Apareció por mi estancia una mañana.
Llevaba una vestimenta sobria. No sonreía pero la sentía serena. Sus ojos tenían algo de especial. No era el color, ni la forma o el maquillaje. Una extraña luz, más que otra cosa.
Entró con decisión y se sentó.
Yo dije: «Buenos días.»
Ella dijo: «Hola, abogado.»
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