Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nadia Vera Puig
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418344701
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y yo le digo: «¿Y cómo lo sabe si ni siquiera lo ha abierto?», y me responde: «Lo sé, y tú solo eres el cartero». Me lo ha devuelto y quiere que le digamos al chaval que te entrega esto… —Confuso, temblando de manos.

      —¿Kallen? —sugirió Julie al ver que su compañero no podía decir palabra.

      —Sí, Kallen, quiere que le digamos que tiene que entregar el sobre correcto o si no…

      —O si no, ¿qué?

      —Sufrirá las consecuencias.

      —A ver, Thomas, no te preocupes, seguro que se trata de un malentendido, llamaré a Kallen y verás que no se trata de nada grave.

      Thomas le entregó el sobre a Juliana, ella lo cogió con firmeza y se dirigió al teléfono que había colgado en la pared. Viviana regresó con el té.

      —Uff, no veas chaval, había una cola hoy… —dijo Viviana con moderadas carcajadas.

      —Será por el mal tiempo que hace —añadió Juliana.

      —Toma, Thomas, a ver si te ayuda a encontrarte mejor.

      —Gracias, Viviana. —Mientras le sonreía con una plácida sonrisa.

      Viviana se dirigió hacia Juliana, mientras ella iba marcando los números en el teléfono que había colgado en la pared.

      —Viviana, hazme un favor, ve atendiendo a los clientes que vengan, que yo tengo que hacer una llamada.

      —Está bien, cariño, pero... ¿todo va bien?

      —Sí, tan solo ha habido un malentendido.

      —Está bien. —Cuando le tocó el brazo, Viaviana se fue al mostrador.

      Juliana, un tanto nerviosa, llamó a Kallen.

      —¿Hola?

      —¿Sí? —respondió Kallen.

      —Soy la chica de correos y quería comentarte que nos han rechazado un sobre.

      —¿Qué numero es?

      —El tres.

      —¿Y quién os ha recibido?

      —Un señor.

      —¡¿Un señor?!

      —Sí —dijo Juliana un poco inquieta.

      —¿Y la mujer?

      —Mi compañero no ha visto ninguna mujer hoy.

      —Vale, ¿tiene el sobre aún?

      —Sí, claro.

      —¿Puede hacerme un favor?

      —Por supuesto. ¿Dime?

      —Pero solo tú, Juliana, nadie más.

      —Vale... —le dijo sin entender mucho la situación.

      —¿Puedes abrir el sobre?

      —Claro. —Juliana abrió el sobre y en su interior había una carta con una llave.

      —¿Ve una llave?

      —Sí... —La cogió con la mano y la miró detenidamente.

      —¿Puede decirme qué nombre pone en ella?

      —Claro… Espere… Pone… —Ella no podía creer lo que leía, o tan solo se trataba de una coincidencia.

      —¡¿Dime?!

      —Pone «Juliana», señor Kallen.

      —Gracias.

      —¿Y qué quieres que haga?

      —Es para ti.

      —¿Cómo?, no te entiendo. ¿Es una broma o es una forma nueva que tiene de ligar…? —Saltó el contestador—. ¿Oiga? ¿Perdone? Será imbec…

      Juliana metió la llave en el sobre y se fue al interior de la oficina. Viviana, al verla desconcertada, le pidió a Thomas que se encargase de recepción.

      Viviana se dirigió hacia las taquillas, cuando Juliana se encontraba contra ellas apoyada en la puerta, respirando con intensidad, mirando hacia el interior, Viviana se acercó a ella despacio.

      —¿Juliana? ¿Estás bien?

      —Sí, perfectamente.

      —¿Qué ha pasado?

      —Nada, una broma de mal gusto. —Se da la vuelta cara a Viviana y empieza a romper la carta que tenía en la mano.

      —Quieta, Juliana, ¿qué haces rompiendo el sobre?

      —Correo defectuoso, eso es lo que pasa. —Juliana le dio la llave a Viviana—. Toma, deshazte de esto. ¿Puedo irme a casa a descansar?

      —Claro —le dijo desconcertada—, sé que ahora no me lo quieres contar, cariño, pero necesito saberlo para proteger a mis trabajadores, ¿lo entiendes, Juliana?

      —Sí, nos vemos mañana.

      —Hasta mañana, Juliana.

      Viviana, dueña de esa pequeña oficina de correos, contrató a Juliana hace unos tres años, para ella era como una hija que acogió en un momento crítico, ya que acababa de tener a su hijo y el padre estaba en lugar desamparado.

      Viviana se detuvo a mirar la llave que le dio Juliana, y la llave ponía «Juliana Mathew», la guardó en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, y le dio el día libre a Thomas, cerró la oficina de correos y se dirigió hacia casa. Viviana llegó a casa un tanto cabreada por todo lo sucedido. Ella vivía en una casita blanca que hacía esquinera, dejó la llave encima de la encimera delante de un chico esbelto con una cazadora negra.

      —¿Qué es esto? Kallen, te he dicho que esta forma no es la correcta. ¡Además, la puedes asustar!

      —¡Lo siento, mamá!, pero desde el accidente de hace tres años no se qué hacer.

      —Ya, pero cariño, tenemos que cuidar de ella.

      —Lo sé, mamá, pero estoy cansado de repetir siempre la misma rutina y, gracias a la negativa de Morgan, siento que era el momento adecuado para…

      —Lo sé. —Le dio un abrazo—. Sé que no es fácil, pero Kallen, mírame a los ojos, ¿qué le has puesto en esa carta?

      —Mm… Prefiero no decírtelo, es confidencial.

      —Kallen, ya sabes que no tengo por qué saberlo, pero hay informaciones que mejor no nos precipitemos, y sabes lo especial que es Mathew, esa criatura tiene mucho que demostrar al mundo.

      —¿Pero ella estará preparada?

      —¡Claro! Para eso fue el destino, me guardaré la llave. ¿O prefieres tenerla tú?

      —Mejor yo, mamá, que yo me encargo de esto.

      —Muy bien, pues me voy a descansar.

      Juliana volvía a casa un poco desconcertada por lo que pudo leer o no leer en esa carta, respiró profundamente, y cambió de cara a una más alegre, abrió la puerta de casa con una gran sonrisa.

      —¡¡Quién ha llegado a casa!!

      —Mamá. —Mathew corrió hacia ella a abrazarla.

      —Hola, cariño, ¿qué tal el día con la nonna?

      —Hemos estado muy bien. ¿Qué tal el día, Julie? ¿Has salido hoy más pronto?

      —Sí. —Mientras dejaba a Mathew en el parque con sus juguetes, se fueron a la cocina mientras Juliana preparaba una taza de té pero sin perder de vista a Mathew—. ¿Quieres una taza de té?

      —No, gracias, estás esquivando mi pregunta y por no decir que te veo algo preocupada.

      —Estoy bien, tan solo ha sido un mal día, y nos ha dejado salir antes porque… Ay, mama, en serio, no tengo