C: ¿Por qué? ¿Cuál es tu historia con eso?...
B: (Gritando) ¡Quiero revancha!... ¡Venganza! (Se para, camina) ¡Quiero revancha!
C: (Me acerco, lo busco con la mirada) ¿Qué está pasando? ¿Qué sientes?
B: ¡No puedo hacer de cuenta que nada pasa! Ellos mataron a mi padre y a mi abuelo. Quiero vengarlos. ¡No puedo aceptar la impunidad y que mi hermana se case con un asesino!
C: Entiendo tu enojo y aunque no lo menciones me imagino también tu angustia y tu tristeza. Tratemos de ver qué podrías hacer con esto. Cuéntame más.
B: Me llamaron mi madre y mi hermana. Me pidieron. Mi padre ya no está. Yo quiero mucho a mi hermana, pero es muy fuerte el odio que siento. ¡No quiero compartir nada con esa basura del novio! Ya hablé con ellas, ya lo hablé con todo el mundo, pero no me sirve. Siento mucho odio y no sé qué hacer.
En ese momento, el intenso lenguaje emocional y corporal de B me decidió a escoger un camino que no fuese solamente verbal.
C: Dices que ya lo hablaste con muchas personas. Piensa con quién más te gustaría conversar si fuera posible hacerlo aquí y ahora. ¿Quién podría ser?
B: (Reflexiona) Si pudiera me gustaría poder hacerlo con mi padre… también mis abuelos…
C: Te propongo un encuentro con ellos. Quizás ellos puedan ayudarte a encontrar una respuesta.
Le propongo elegir de entre los otros participantes del grupo quién puede tomar el rol de padre y quién de abuelo. Lo hace.
C: ¿Te gustaría llamar a alguien más?
B: (Piensa) A mi hermana. Y a mi mamá. (Lo hace)
El silencio en la sala, la atención y la emocionalidad de todo el grupo es notable y de un profundo respeto empático. Observo a algunos tomados de la mano, otros apoyando sus cabezas uno en el otro. La resonancia con lo que está aconteciendo es indudable.
Los convocados para tomar esos roles se acercan y están frente a B.
C: Acércate a quien quieras.
Visiblemente emocionado, B se para frente a la abuela y le habla recordando los juegos infantiles en su casa, sus caricias, las ricas comidas que le preparaba y los despertares cuando se quedaba a dormir con los abuelos. Luego agrega:
B: Abuela, ¿qué puedo hacer? ¿Qué tengo que hacer?
Pido un cambio de roles entre ellos. Quien toma el rol de B solo pregunta: ¿Qué hacer?
Desde el rol de la abuela, B no dice nada. Solo mira a quien está desempeñando su rol. Una mirada triste, de impotencia, como quien ha sufrido mucho. Solamente le acaricia la cabeza. El abuelo murió torturado en la cárcel y ella murió de tristeza y vejez un tiempo después.
B cambia nuevamente de rol y busca al abuelo. Se pone en su lugar y dice:
Abuelo: (Muy parco) ¡No olvides! ¡Tienes que ser la memoria de la familia!
Emocionado y a punto de quebrarse, va luego al encuentro del padre y parado frente a él dice:
B: ¡Necesito vengarme, padre!
Pido un cambio de roles con el padre.
Desde el lugar del padre, B comienza a llorar. (Luego sabremos que era un llanto guardado por años.)
B: Hijo, es de cobarde hacer eso. Sería hacer lo mismo que hicieron ellos con nosotros. La venganza es de cobardes. No debes seguir con lo mismo.
Pido cambio de roles.
B (como él mismo): ¿Y qué hago con esto? ¿Qué hago con lo que siento?
Cambio de roles.
B (como el padre): ¡Úsalo para la paz, hijo! ¡Para que no vuelva a suceder! La culpa no es de “los” turcos. Tienes que aprender a discriminar para el bien. Haz algo por la paz. Debemos recordar para no repetir, ¡pero no quiero una familia de cobardes! ¡Ama la paz, busca la paz!
Cambio de roles.
B: ¿Y qué hago con mi hermana? ¿Cómo obrar, papá?
Cambio de roles.
B (como el padre): Tienes que asistir. No puedes estar ausente. Eres el hermano mayor; eres el representante de la familia…
C: Ahora vas a despedirte de cada uno de ellos: abuelos, padre, madre. Los vas a ir dejando, pero antes de irte tú mismo, te voy a pedir que te pares frente a tu hermana. Mírala. ¿Tienes algo para decirle?
B: (Después de despedirse muy emotivamente y sin palabras de los otros, parado ya frente la hermana) Te ofrezco mis disculpas, hermanita. No sufras más. ¡Estaré en tu boda!
Pido cambio de roles con la hermana.
C: ¿Qué te responde?
B (desde el rol de hermana): ¡Gracias, hermano! Me haces muy feliz. Deseo que también tú encuentres una mujer y te cases.
Elijo arbitrariamente a otra persona, un hombre, para tomar el rol del cuñado.
C: Quiero que lo mires y veas qué puedes decirle, qué te provoca decirle.
B: (Se para frente a él, lo mira y agrega) Todavía no te puedo integrar, pero voy a conocerte. Lo voy a intentar.
Transcurren unos instantes de un conmovedor silencio de todos y cada uno en la sala.
C: ¿Qué aprendiste?
B: (Después de un prolongado y elaborativo silencio): Voy a tener que escuchar a mi padre. Tengo que trabajar para dejar y transformar mi propia hostilidad.
C: No te conozco mucho pero creo que tienes mucha fuerza y capacidad. ¿Cómo piensas que podrías utilizarlas para transformar esa hostilidad?
B: Lo dijo mi padre, tengo que hacer algo por la paz.8
Todo el grupo participante estaba emocionalmente muy involucrado de modo que finalizado el trabajo con B. se imponía dar un espacio para conversar entre todos, no solo la correspondiente conceptualización teórica, sino también compartir a partir de las identificaciones y resonancias.
La pregunta disparadora que hice fue:
–¿Desde qué lugar de la historia personal de cada uno de ustedes acompañaron este relato?
Cabe recordar que el encuentro internacional en el que esto ocurría tenía como temática central el entrecruzamiento de culturas y la resolución de conflictos. Gran parte de lo trabajado en esos días tuvo que ver con confrontaciones étnicas, religiosas, culturales y en muchos de los participantes había heridas aún abiertas. Los argentinos hablaron de la dictadura pasada, otros lo hicieron refiriendo al conflicto palestino-israelí, a la discriminación de la mujer, al abuso y maltrato físico y emocional en todas sus manifestaciones.
Finalizado ese compartir grupal en el que no hubo interpretaciones, solo escuchar, faltaba aún un procesamiento para el aprendizaje.
Entendí que en ese momento teníamos que darle un cierre al tema que B había presentado para supervisar como coach.
Retomo la conversación inicial con B en relación con su coacheado.
C: Ok. Tenemos algo pendiente. ¿Podemos volver ahora apenas por unos instantes a tu coacheado? ¿Dónde entiendes ahora que estaba el obstáculo?... ¿Cómo podrías retomar y redireccionar ese proceso?
Claramente el caso tenía al menos dos aspectos que era pertinente considerar: algo muy personal del coach que se filtraba e impedía una adecuada disociación para operar con eficacia en su rol de coach y, por otro lado, el quiebre y la brecha traída por su propio coacheado.
En