Los problemas de los padres de hoy. Ana Hilda Cruz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana Hilda Cruz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789584460028
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pues ellos actúan con un amor esforzado y laborioso ante su hijo. Los primeros años de crianza, son de mucho orgullo, el niño es inteligente, sagaz, creativo, reflexivo, y seguro, pero al transcurrir el tiempo, esa seguridad, sagacidad e inteligencia, se convierten de pronto, en voluntarismo y terquedad. La queja inicial en consulta se puede parafrasear así: “últimamente esta más terco que nunca, toca hacer las cosas como él dice, sino, ni siquiera nos habla, se pone histérico y de mal genio, siempre quiere tener la razón…”.

      Pero aunque resulte conflictivo, para algunos padres, pesa más la gracia y el orgullo, de que su hijo tenga un carácter fuerte y defensivo, no miran a largo plazo, es mucho más placentero, ver que a tan corta edad, su hijo aprendió el arte de “convencer”. Lo que algunos no se dan cuenta, es que no convence en todos los ambientes, solo en la casa. Algunos niños desarrollan una forma de pedir muy particular, perseveran en su pedido toda una tarde, y la madre después de 5 horas de plegarias, decide conceder la petición, algunos lo hacen después de 1 semana de ruegos. Aunque puede haber momentos donde el padre o la madre se cansan, y ponen los puntos sobre la mesa, el niño acostumbrado por el aprendizaje de sus 4 o 5 primeros años, reincide posteriormente en las mismas conductas, en consecuencia, a los 7 u 8 años, si se acude a consulta, se hace inminente el desarrollo de un programa de reeducación en patrones de crianza.

      Como padres tenemos que tener en cuenta, que nuestros hijos, son después de la pareja, nuestra mayor responsabilidad, les debemos educar integralmente, esto significa, que es necesario estar pendiente de su desarrollo interior y exterior de una manera equilibrada, desde el momento de nacer somos sus mayores educadores, no solo los alimentamos y les enseñamos a vestir o bañarse, además, les enseñamos virtudes, generadas por hábitos y rutinas. Un niño puede crecer sin televisión, pero no puede crecer sano sin orden, obediencia, prudencia y respeto, estas son las caras del amor que debe recibir desde que nace. Un padre puede demostrar cariño a su hijo al comprarle un juguete, pero demostrará verdadero amor, cuando le enseña a obedecer, cuando le enseña a respetarlo en todo lugar y en toda situación.

      En la educación de nuestros hijos, es clave el discernimiento, saber interpretar los tiempos, las necesidades y las oportunidades. Nuestros hijos deben tener una participación justa dentro del hogar, deben ser respetados en su dignidad de personas, deben ser escuchados y atendidos, deben ser amados por lo que son y no por lo que hacen, pero siempre, debemos cuidar de que sepan expresarnos sumisión y respeto, no les debemos permitir desde un comienzo, que expresen ante nuestra autoridad cualquier forma de irrespeto, de groserías, o que abusen del amor que les damos. Debemos defender nuestro punto de vista frente a ellos, no se trata de argumentarles largamente nuestra decisión, con una frase, o hasta dos oraciones, podemos dejarles clara la justificación de nuestra decisión.

      Somos los padres los que educamos en nuestros hijos, la premisa de que ellos son los jefes de casa y de que deben tomar decisiones en lugar de sus padres, muchas veces sucede esto por falta de organización, y también, por no estar presentes, las largas jornadas laborales impiden a algunos estar presentes cuando los niños llegan del colegio. Dejamos instrucciones para que se cumplan, pero confiadamente, no hacemos el seguimiento correspondiente, y ni siquiera, implementamos mecanismos para controlar el cumplimiento de tales instrucciones. Todavía recuerdo el caso de una niña de 12 años, que todos los días al llegar del colegio invitaba a todos sus vecinos a bailar y escuchar música en el apartamento. No había nadie que la recibiera, pero ella ya tenía todo organizado, media hora antes de la llegada de su mamá, ella ordenaba todo, y para cuando su madre llegaba, siempre la encontraba sentada haciendo tareas.

      Nuestros hijos pueden tener voz y voto, pero en algunos momentos, solo deben tener voz, pues en ciertas situaciones, el voto debe ser responsabilidad de los padres, nuestros hijos deben aprender que el voto es un derecho, que se va adquiriendo con la edad, y que se valida y se autentica, con la madurez de sus actos y la responsabilidad en sus decisiones. El ejercicio de sus derechos implica el cumplimiento de sus deberes, el ser hijo, implica saber obedecer, para posteriormente saber mandar, un ser humano que desobedece, es un ser humano que no sabe mandar, y esto se aprende en casa, de la forma como los padres ejerzamos nuestra autoridad frente a ellos, y de la forma como ellos nos obedezcan. ¡Más adelante, cuando sean de mayor edad, y tomen decisiones muy personales, tendremos la seguridad de que aunque no siguen nuestro consejo al pie de la letra, si nos escuchan de manera respetuosa, y entonces, con gran placer, veremos como nuestros hijos sienten que cuentan con nosotros en su vida!. Las autoridades existen por una lógica natural y sobrenatural, si nos sentimos cuestionados por generaciones anteriores, quizás en lugar de justificarnos ante ellos, deberíamos recordar que hasta hace unas décadas, los niños sabían perfectamente quienes eran los jefes del hogar, puede que los métodos utilizados no fueran los más propicios, pero hoy por hoy, con el conocimiento y las herramientas a nuestro alcance, podemos reivindicar el papel del padre y de la madre, como los jefes de la familia, no para mandar simplemente, sino para educar correctamente.

      Es necesario que aproveche la autoridad que tiene por el hecho de ser padre, no la pierda, y si ya lo hizo, sepa que puede recobrarla, comience, realizando una labor personal de introspección, ayuda el cuestionarse, para poder analizar objetivamente su rol, pregúntese cuando manda, ¿porqué lo hace, por el bien de sus hijos?,-o ¿por capricho y manía personal?, pregúntese cuándo ha dejado de mandar, por que lo ha hecho -por sobriedad?, ó por no complicarse la vida? Pregúntese porque perdió el prestigio ante sus hijos, ¿es usted modelo y ejemplo para ellos en situaciones críticas y cotidianas?, ¿pregúntese si es prudente y pudoroso ante ellos?, ¿es coherente con lo que piensa, dice y hace?, pregúntese si obtienen sus hijos información real y adecuada de parte suya o tiene que mentirles para lograr sus objetivos?, a su vez, sabe si sus hijos aprenden diariamente de usted la obediencia?... A nivel de pareja, pregúntese si fomenta usted el prestigio de su cónyuge ante sus hijos?, ¿Es verdad que sus hijos pueden observar armonía conyugal en su casa?, ¿maneja con su cónyuge una política familiar de sanciones, premios y castigos adecuada, aún cuando no vivan juntos?

      Luego de reflexionar, desarrolle planes de acción detallados para desarrollarlos de acuerdo a las rutinas con sus hijos, propóngase ser coherente con esos planes, costará mucho esfuerzo, pero su hijo lo vale, debe aprender o reaprender a respetar verdaderamente, recuerde que la autoridad se fortalece no solo, cuando un padre sabe lo que quiere para sí mismo, sino también cuando sabe lo que quiere para su hijo, cuando relaciona tareas y fines, es decir, manda y hace las cosas con un sentido claro para todos, cuando a pesar de los afanes y los infortunios, tiene la valentía de vivir la alegría en casa, cuando fomenta en sus hijos sentimientos de éxito, en lugar de rotularlos con palabras o profecías desastrosas, cuando actúa con serenidad y naturalidad en situaciones críticas, cuando no dramatiza, cuando reconoce los méritos de sus hijos.

      Propongámonos ser padres que conozcamos y respetemos a nuestros hijos, pues para ejercer justa autoridad y ser firmes cabezas de hogar, debemos pensar, informarnos, decidir correctamente, comunicar claramente y propiciar espacios de participación liderados por nosotros, que somos los que debemos llevar las riendas de nuestro hogar, no nuestros hijos.

       El príncipe trata a la reina como princesa menor

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      Es sorprendente los casos periódicos que llegan a consulta especialmente en el caso de las madres, para pedir orientación expresa sobre como hacer que su hijo(a) la respete. Tristemente ven como sus hijos se les enfrentan de manera algo descarada, les discuten aún con ademanes y movimiento de manos agresivas, y en el caso de los niños más pequeños, como les pegan literalmente patadas o golpes con las manos. Las madres se sienten impotentes, en algún momento de la crianza algo paso, pero ahora es una situación que trasciende las paredes del hogar, la mayoría perciben como si la barda