Una tesis. El derecho a no obedecer. Fernando González. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando González
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789587205947
Скачать книгу
hermoso del mecanismo humano es su compleja sencillez: el trabajo es una reacción contra un dolor, pero es un gasto de energía, doloroso también; el hombre reacciona contra ese dolor nuevo, según las leyes que he demostrado. Efecto de esa nueva reacción es la siguiente ley: el mayor producto con el menor trabajo.

      Sentaré las siguientes proposicionesconsecuencias:

      I. El individuo buscará el medio de dar mayor eficacia a su esfuerzo: división del trabajo, máquinas, capital, medios de comunicación, etc., etc.

      II. La tendencia dominante del individuo es a la gratuidad del producto.

      III. El individuo no consigue disminuir su esfuerzo, porque existe la ley del máximum indefinido de las necesidades: sisifismo.

      IV. El resultado real del trabajo es el aumento de la personalidad.

      V. El progreso es indefinido; jamás estará lleno el individuo.

      CAPÍTULO VIII

      EN DONDE SE DICE CUÁL HA SIDO EL PROGRESO DE LA HUMANIDAD.

      Entiendo por valor la relación que existe entre dos riquezas: si una tela de algodón de un metro vale en el mercado un litro de leche, puede decirse: un metro de tela de algodón vale un litro de leche.

      El hombre vive en sociedad para satisfacer más fácilmente sus necesidades; para eso se divide el trabajo: este es el origen del cambio.

      Entiendo por libertad de trabajo o concurrencia, la facultad del individuo para ocuparse en lo que quiera.

      Sentadas estas definiciones podemos afirmar que una riqueza no tiene más valor que el trabajo en ella encerrado. Veámoslo:

      Hoy, por haber descubierto un método para moler el trigo, y por haber empleado una máquina en ello, puede obtener con un trabajo de diez, lo que otros, sin ese método y esa máquina, producen con un trabajo de veinte. Se dirá: “Ahí está la prueba de que las riquezas tienen más valor que el trabajo en ellas empleado; en los cambios no se miden los trabajos sino las riquezas. Los que producen el trigo con un trabajo de veinte, pueden cambiarlo por objetos en que se haya empleado el mismo trabajo; el de la máquina hará lo mismo, y se ganará un trabajo de diez”. No es así: a causa de la libre concurrencia, el valor de las riquezas tiende a medirse y se mide por el trabajo en ellas empleado. Efectivamente, halagados los demás por la ganancia de diez que está obteniendo el de la máquina, la aplicarán ellos también y resulta que al fin todo el trigo se produce con un trabajo de diez, y que sólo se puede cambiar por trabajos equivalentes, pues ninguno querrá dar por el trigo un esfuerzo mayor del que él necesita para producirlo.

      ¿Qué resulta pues? Que la ayuda de las máquinas y de las fuerzas de la naturaleza se hace gratuita. Que la electricidad, el vapor, la fuerza hidráulica, la fuerza del viento etc., etc., son propiedad común. Res comunis omnium. Resulta que el valor es el trabajo encerrado en las riquezas; que cada uno tiene según su esfuerzo, como desean algunos socialistas. Podemos exclamar con Leonardo de Vinci: “O giustizia di te, Primo Motore! O stupenda necessità”.7

      Esa gratuidad de las fuerzas de la naturaleza es la causa de que hoy un par de medias valga treinta centavos, mientras que Isabel de Inglaterra saltaba de alegría al saber que le venía de Francia un par de medias de seda.

      El progreso es, pues, el levantamiento general de la humanidad, pero no la igualdad de los individuos: esto último es contra el orden de las leyes. Un obrero de hoy tiene más satisfacciones que un rico de Tiro, pero entre un remero y un rico de Tiro hay la misma diferencia que entre un obrero y un rico de Francia.

      CAPÍTULO IX

      DEFINICIÓN DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO.

      La división del trabajo es la descomposición de él en partes más o menos simples; el trabajo es la humana actividad aplicada a la producción de cosas útiles, y como aquélla es sucesiva, claro es que puede descomponerse en partes. En cada tarea parcelaria se ocupa una categoría particular de obreros, y resulta así mucho más productivo el trabajo.

      La causa de la división del trabajo es la misma que impulsa al hombre a reunirse en sociedad con sus semejantes: la imposibilidad de que cada individuo aislado atienda a la satisfacción de sus necesidades. Platón parte de este hecho para exponer el desenvolvimiento y la teoría de su República. En el coloquio II dice:

      Sócrates.—Así, la necesidad de una cosa, habiendo obligado al hombre a juntarse a otro hombre, y otra necesidad a otro hombre más, la multiplicidad de necesidades ha reunido en una misma habitación a muchos hombres, con la idea de ayudarse unos a otros.

      Más adelante agrega:

      Nuestras necesidades forman la sociedad.

      Este hecho natural es la base de la Economía Política; de él se desprenden como consecuencias necesarias los demás fenómenos económicos: el cambio, el comercio, la moneda, la circulación fiduciaria… Efectivamente, si cada individuo se dedica a producir aquello para lo que está mejor dotado por la naturaleza, es claro que dará a otro el exceso de sus productos a cambio de los que él necesita y que otros producen; de allí también la profesión de comerciante y la necesidad de un valorímetro. La división del trabajo es una necesidad natural, que da origen a la sociedad, y es la base de la Economía Política.

      Sócrates.—Porque reflexiono que nosotros no nacemos con los mismos talentos, aunque sí con grandes y numerosas necesidades, y que uno tiene más disposición para hacer una cosa y otro para hacer otra.

      Adimanto.—Soy de vuestro parecer.

      Sócrates.—Decidme, pues, ¿irían mejor las cosas si uno solo tuviese muchos oficios o si cada uno se limitase al suyo?

      Partiendo del hecho de la división del trabajo, Platón llega a consecuencias muy avanzadas para su época:

      Sócrates.—Pues casi es imposible edificar una ciudad en un suelo de donde pueda sacarse todo lo necesario para su subsistencia sin valerse de transportes.

      Adimanto.—La razón os sobra, Maestro.

      Sócrates.—No basta, pues, a cada uno trabajar para sí y sus conciudadanos, sino que será preciso que trabaje para los extranjeros de quienes necesita.

      Adimanto.—Exactamente.

      Sócrates.—Pero en la misma ciudad, ¿cómo nuestros ciudadanos se darán parte unos a otros de sus trabajos, habiendo sido esta la principal razón que hubo para edificar la ciudad?

      Adimanto.—Es claro que vendiendo y comprando.

      Sócrates.—Según esto, aún nos es necesario un mercado y una moneda que facilite la permuta en el comercio.

      Y siguiendo de tal manera, paso a paso, las consecuencias de su principio, llega Platón a establecer la manera natural como se forman los comerciantes, la industria de transportes, los detallistas, los jornaleros y hasta los artistas, aunque respecto de estos se muestra bastante severo.

      Es imposible encontrar sociedad alguna, por primitiva que sea, en donde no haya habido alguna división del trabajo, pues el objeto de la asociación es la ayuda recíproca. Este hecho primitivo y natural es el origen del desarrollo de la personalidad humana.

      El desmenuzamiento de las tareas ha evolucionado gradualmente, desde los pueblos primitivos donde era muy imperfecto, hasta la división maravillosa de hoy: en Londres, por ejemplo, en la profesión de relojero, se cuentan 102 tareas diferentes, y los americanos del norte dividen la hechura de un reloj en 400 partes. En los tiempos antiguos, el sacerdote era médico, abogado y juez; hoy es asombrosa la especialización en las profesiones. Se puede medir el adelanto de un pueblo por la desmenuzación del trabajo.

      Así como la diversidad de aptitudes en los individuos es la causa próxima de la división de las actividades, así mismo hay una división regional e internacional del trabajo, causada por la influencia del clima y la naturaleza del suelo. La naturaleza no ha esparcido en todas partes el hierro, la hulla, el algodón, la viña, el café, etc., etc. He aquí pues, cómo las mismas causas que llevan a los individuos