El oso y el colibrí. Gonzalo Arango. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Arango
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789587205954
Скачать книгу
que está dispuesto afirmar que no fueron los médicos, maestros, profesionales y la gente medianamente culta, la que componía las huestes bárbaras de abril. Sí aquí que la multitud ignorante y estimulada por los licores traspasó todo límite y quedó debiendo a Colombia cien años de vida gloriosa.

      ¿Sobre quién recaen los efectos de la fecha infausta? Sobre la patria. La muerte del gran penalista fue para la gente culta la desaparición de un gran valor humano; y para evitar objeciones, los elementos que figuraron como intelectuales al frente del siniestro movimiento, no son en efecto sino ambiciosos soñadores quiméricos, tan ignorantes y desprovistos de integridad moral como los primeros.

      Luego, como deducción lógica resulta que, mientras se embrutece y envilece al pueblo y no se le forma con disciplinas espirituales, ningún buen comportamiento debemos esperar de él y en cambio sí uno extremadamente malo.

      Declarándome portavoz de la generación actual digo a los que tienen en sus manos el futuro de Colombia, que si no ponen sus miradas en la educación, mañana, para decir con el poeta: “Tendrán que llorar como mujeres lo que no supieron hacer como hombres”. Así que, si nuestras exigencias no pasan de ser justas reclamaciones no llevadas a la realidad, el mañana de Colombia será indigno de la patria que nos legó el genio inmortal de Bolívar.

      Si la patria finca en los estudiantes sus esperanzas, nuestros corazones que palpitan de amor por ella deben también tenerlas. Nuestras aspiraciones para hacer patria grande no dormitan; nuestros desvelos no son estáticos, nuestra actividad no es pasiva. Si queremos de vuestra parte un poco de ayuda para mitigar nuestras inquietudes espirituales, es porque queremos la perennidad en la profecía de Rubén Darío, cuando dijo que “Colombia sería siempre la sorpresa de la historia humana”.

      De nosotros solo se debe esperar como recompensa lo que nos dan, pues nadie da lo que no tiene: si interesan en fecundizar los terrenos de la educación haciéndola patrimonio nacional, tendrán patria digna de libertadores y de todos los que con sangre y pensamiento la han engrandecido. Si la savia ha de ser impura, entonces comprenderemos que todo ha sido una estafa a la posteridad y una traición a la patria.

      Los estudiantes y conductores debemos unirnos en íntima fusión y actuar tesoneramente en los campos respectivos, a fin de que, los unos con el estudio y los otros con la legislación, demos a la patria amplios horizontes para el porvenir.

      Los del gobierno no deben ignorar que somos peregrinos en los campos del espíritu, que hoy pasamos y mañana nos suceden. Para esas futuras generaciones queremos gérmenes lozanos para fertilizar el surco de la educación, a fin de que mañana fructifiquen más y más estos ideales.

      Si colaboran en labrar nuestro destino histórico con esa ayuda espiritual, ávidos como estamos de victorias, labraremos el porvenir de la patria. Dejemos sentado el principio: nación que no finque en los estudiantes su porvenir, por mucho que se mueva, se agita en vano. Pues no basta para la grandeza de la patria la explotación de sus riquezas naturales, sino que es necesaria también la formación de valores espirituales, que sepan regir sus destinos en hora necesaria.

      Digámoslo sin ningún prejuicio: el estudiante es lo más preciado, es como una imagen que unida al himno y a la bandera simboliza la grandeza de patria. El himno y la bandera como emblemas de valor y gloria; el estudiante como mediador en la búsqueda de esa grandeza.

      ¡Estudiantes!: nuestra consigna es procurar que haya siempre vida espiritual en Colombia a fin de que sea siempre grande, progresista y cristiana.

      Vosotros que dais con vuestra labor contextura cívica y moral a nuestra amada patria, no añoréis esfuerzo para engrandecerla ante el concierto del pensamiento universal.

      Letras Universitarias, Medellín, núm. 18, octubre, 1949.

      Si en las corrientes estéticas que han agitado el espíritu de América Rubén Darío es el abanderado en la poesía moderna, en la no menos admirable prosa modernista José Enrique Rodó representa el descubrimiento maravilloso de una modalidad estética.

      Aquella prosa escultórica y olímpica que se depura y perfecciona en el siglo de oro de la península, con un Lope, un Quevedo, un Cervantes, se rejuvenece con la misma gracia y donosura en las manos clásicas de José Enrique Rodó, el profeta laico de América, encarnación de los ideales más puros y más nobles que hayan pasado en cerebro de hombre americano.

      Pero antes de hacer algunas consideraciones y de bosquejar someramente el panorama literario de Rodó, es del todo imposible aislar su personalidad de patriota y de humanista, ya que toda su obra es la proyección sentimental de un espíritu que agota energías individuales y recursos estéticos, para plasmar en obra lo que concebía en pensamiento.

      El vislumbre de la deslatinización de América con la pérdida de sus tradiciones e ideales, para mirar aquella conducta práctica y utilitarista de los yankees, era algo que laceraba el espíritu delicado de Rodó. Él fustigaba implacable aquel comportamiento del norte que tiene por meta la civilización exclusiva y el poderío material por su más alta inspiración.

      El porvenir de América y de la juventud eran el norte de su acción; canta sus glorias con una perfección de estilo y con una unción casi mística. Él es la misma encarnación de “El que vendrá”, el héroe que inicia la batalla por los fueros del espíritu, vilipendiados y pervertidos por las inmigraciones malsanas del pensamiento europeo. Pero seríamos injustos si hiciéramos a Rodó apóstol exclusivo de esta causa moralizadora y doctrinaria.

      Si recorremos los horizontes de los países hispanoamericanos notaremos con sorpresa ejemplares que sobrepasan y superan el pensamiento y el sentimiento comunes de sus contemporáneos. Sociólogos y pensadores, artistas y científicos, dan también sus cantos para conformar en estructura marmórea y eterna, aquella epopeya que enlaza Rodó con hilos dorados en las páginas inmortales de su Ariel. En el arielismo la América empieza a tener conciencia de sí misma, de su yoidad y su destino; Rodó entroniza entonces como el portaestandarte del idealismo grecolatino; antes de él, la América no tenía basamentos para fundar una filosofía de la vida americana, seria y constructiva; Rodó hace el milagro de unificar y sistematizar los elementos dispersos, como lo hiciera el ciego de la Hélade, al unir con su númen poderoso los cantos épicos en dos vastas epopeyas, que sintetizan las glorias y grandezas de un pueblo y una raza.

      Se destacan con relieves continentales: JOSÉ MARTÍ, héroe de la acción y pensamiento, canta en estertores románticos el amor a la libertad y el bien de la justicia, fustiga con sus ideas taladrantes la opresión y la ignominia y se convierte a la vez en víctima de sus ideales, en libertador de su patria. “Escritos de un patriota”, son el reflejo fiel de un alma entregada al bien de sus semejantes y al amor de la libertad. José Martí murió por defender lo único que justifica la razón de existir, pero en Cuba y en América yace en actitud olímpica sobre el pedestal de la gloria.

      EUGENIO MARÍA DE Hostos, sociólogo y profundo pensador, consagra lo más vivo de sus energías al porvenir de las nuevas sociedades. Moral social brota de su pluma y cae en el firmamento de América como luz irradiadora de manantial inextinguible. Es en sí el evangelio que adoctrina al gobernante en su conducta dirigente. Hostos se extingue también en la culminación de sus propósitos, pero Puerto Rico y América le esculpen un mármol consagratorio, que venza las ondas del tiempo, ese en que se basó Heráclito, el filósofo antiguo, para decir que todo pasa.

      JUAN MONTALVO, el bravío polemista, sufre la persecución y el destierro y en él, en lugar de dedicarse al ocio enervante de la contemplación y a las amarguras del exilio, se dedica a esculpir Los siete tratados, y los lega a América libre, su eterna ilusión, como patrimonio del hijo que sufre las inconsecuencias de la suerte por defender sus derechos y glorias más puras. Por eso el Ecuador y la América lo estrechan con abrazo amoroso de eternidad.

      FAUSTINO SARMIENTO, pensador profundo, refleja en su Facundo el amor de