Un día le cuenta su malestar a uno de los investigadores del departamento. Y el muy friki decide ni más ni menos que aprovechar la ocasión para hacer un estudio psicológico cuyos resultados acaban siendo publicados por la Royal Society5.
El experimento es bien sencillo. Consiste en poner un póster delante de la máquina del café. Algunas semanas el póster contendrá imágenes de flores y en semanas alternas imágenes de ojos mirando hacia la persona que está cogiendo el café.
El resultado es espectacular: las semanas en las que el póster contiene imágenes de ojos se recauda tres veces más dinero por litro de leche consumido.
Figura 25. Gráfico con los resultados del estudio extraído del texto original publicado en la Royal Society.
Este interesante experimento demuestra numéricamente el poder de la mirada. La mirada puede ser uno de los rasgos más potentes de la presencia. Resulta que incluso impresa en papel es capaz de alterar nuestro comportamiento.
Los estudios científicos de eye-tracking demuestran que lo que nos atrae más en los carteles publicitarios son precisamente las caras que nos miran, y en especial los ojos. Y si las caras de ese cartel publicitario miran en alguna dirección, entonces también nos llama la atención el lugar hacia el que están mirando.
La mirada es el elemento de tu presencia que ejerce su influjo a mayor distancia. En muchas ocasiones podemos llegar a percibir una presencia oculta o lejana porque simplemente «nos sentimos observados».
Tiene la capacidad de concentrarse en un punto muy específico, señalando siempre en una dirección evidente y puede cambiar de orientación de manera fácil y rápida. Es como un arma amenazante que puede dirigirse fácilmente en una u otra dirección.
Igual que en la iconografía cómic los grandes super-héroes clásicos emiten rayos con sus ojos, en muchas tradiciones el ojo representa un canal de entrada, pero al mismo tiempo es un instrumento que emite distintos tipos de energía.
En su libro Creencias del Mar, Enric García y Antoni Sella, del Museu Marítim de Barcelona, describen la costumbre del «oculus», un ojo pintado en ambos lados de la proa de las embarcaciones. Una tradición ancestral que todavía se conserva en algunas zonas de Sicilia y del Sur del litoral español:
«Los ‘oculus’ tenían una función más mágica que religiosa. Se entendía que con la fuerza de su videncia podían frenar las influencias maléficas que también miraban al mundo. Ojo contra ojo, los ‘oculus’ eran la protección de los navegantes ante una mirada poderosa, exterior y cargada de misterio que les podía asediar en cualquier momento».
Figura 26. Representación del oculus protector en la proa de dos embarcaciones.
Ese «ojo contra ojo» del que nos hablan es en realidad el momento de mayor intensidad de la mirada. Un momento en el que la energía de ambos colisiona como si se tratara de dos rayos láser que luchan por alcanzar al otro y penetrarlo.
Cuando alguien mira intensamente en el interior de tus ojos sientes que puede estar internándose en lugares privados y descubrir secretos que preferirías que permanecieran ocultos.
No es de extrañar que si miras de nuevo la ilustración 26, las dos miradas que consiguen mayor recaudación son la primera y la última, las más frontales.
Es por ello que «el ojo contra ojo» se reserva a momentos de intimidad consentida, o por el contrario, se emplea como provocación: es una señal de desafío y finalmente de dominancia.
La mirada dominante es una mirada fija y penetrante que va de arriba hacia abajo. De manera complementaria, la sumisión se manifiesta en forma de una mirada baja que rehuye el contacto visual.
En otro eje, la mirada atenta, que valida, es también una mirada fija, de pupilas dilatadas, con tensión concentrada en los músculos de las órbitas oculares, mientras que la mirada distraída es de pupilas más bien pequeñas, se mueve de un sitio a otro aleatoriamente y es una mirada que, más que rehuirnos, nos ignora completamente.
Finalmente, en un tercer eje, la mirada que refleja un nivel alto de actividad mental es una mirada que se mueve a izquierda y a derecha, arriba y abajo. Sabemos que los movimientos oculares hacia arriba están asociados a la elaboración de imágenes mentales, hacia el centro al trabajo con sonidos y palabras, y hacia abajo al procesamiento de emociones. También sabemos que cuando los ojos se mueven hacia la derecha tienden a indicar que las imágenes, sonidos y sensaciones que se están elaborando en la mente son recordados, mientras que si se mueven hacia la izquierda, suelen ser imaginados. Este movimiento ocular que refleja activación psicológica (arousal) no se circunscribe a los globos oculares sino que viene acompañado de un nivel alto de parpadeo.
Sensu contrario, la ausencia de parpadeo y de movimiento ocular tiende a significar ausencia de elaboración mental y está asociado a estados de baja activación psicológica como la fase de entrada al sueño o ciertos estados hipnóticos.
Tenemos por lo tanto, como mínimo, tres ejes de significado de la mirada: dominancia-sumisión, atención-distracción y actividad-pasividad. Y, como siempre, justo en el centro, justo en el punto medio de esos ejes, encontramos esa mirada centrada que valida sin agredir, que presta atención sin invadir el espacio, y que se muestra activa pero para colaborar.
Es una mirada que alterna tranquilas incursiones en el interlocutor con suaves excursiones hacia los lados, como pensando, elaborando. Ahora te miro a los ojos, ahora miro hacia abajo. Ahora te miro a los ojos, ahora miro hacia un lado. Nos está diciendo que presta atención a lo que le estamos diciendo y que, además, poco a poco, lo va elaborando en su interior.
Es una mirada viva, pero que fluye natural, prácticamente sin tensión, sin esfuerzo. Recuerda que en el centro físico no hay tensión, no hay esfuerzo físico ni sensación física. Es por lo tanto una mirada relajada y esa relajación atañe tanto a los seis músculos acoplados al globo ocular que se ocupan de su direccionamiento, como a los cuarenta y tres músculos de la cara que orbitan alrededor de los ojos y que añaden significado a esa mirada.
Esa mirada activa pero al mismo tiempo relajada, en pleno flujo, es una mirada que está ocupada, no preocupada. En definitiva, es una mirada que está en control.
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