Una presencia profunda y centrada es un cuerpo entero haciendo el silencio para nosotros, dándonos paso, permitiéndonos entrar. Nos abre las puertas sin temor, como solo los realmente poderosos pueden hacer. Ese silencio absoluto es lo que le da su poder. Nos hace sentir bien y al mismo tiempo nos impresiona y nos subyuga.
Pero ¿cómo podemos hacer el silencio con todo nuestro cuerpo? ¿Cuál es esa postura?
Presencia centrada, postura centrada
La investigación en el campo de la comunicación no verbal acerca de la expresión de las relaciones de dominio y sumisión es extensa.
Comunicar quién manda es de hecho uno de los mensajes que subyace transversalmente en casi toda comunicación no verbal, tanto en los seres humanos como también en el resto del mundo animal, incluso en especies muy poco evolucionadas.
Figura 18. La comunicación no verbal en el mundo animal tiende a expresar las relaciones de dominancia y sumisión.
En una interesantísima conferencia de Ted Talks3, Amy Cudd, de la Harvard Business School, explica cómo en el mundo animal las posturas dominantes precisamente tienden a ser posturas amplias, que ocupan el espacio, que invaden. Complementariamente, las posturas de sumisión tienden a encogerse, a replegarse en el espacio.
Lo mismo ocurre con los seres humanos. Si observamos los gestos del deportista que acaba de lograr una victoria veremos como se expande, se ensancha, abre los brazos, en ocasiones las piernas, a veces también las manos.
Figura 19. Usain Bolt celebrando su victoria en los 100 m con una postura expansiva que comunica su dominio.
Amy Cudd explica cómo incluso los deportistas ciegos de nacimiento, que nunca han tenido la oportunidad de ver cómo otros celebraban sus victorias, se expresan prácticamente de la misma manera exhibiendo corporalidades expansivas cuando triunfan en sus competiciones, lo que demostraría hasta qué punto este tipo de comunicación es algo innato, intuitivo, no aprendido y por ello de una gran universalidad.
En el otro extremo del espectro, las posturas de sumisión y derrota se corresponden con corporalidades replegadas, que pretenden ocultarse, casi desaparecer.
Figura 20. La expresión corporal de la derrota y la sumisión.
Ahora que hemos identificado las posturas extremas de dominancia total y de sumisión absoluta, podemos hacer un interesante ejercicio. En la siguiente ilustración vamos a colocar entre estas dos posturas las posturas intermedias, representando lo que hay que hacer para pasar de una postura a otra.
Figura 21. Representación del continuo entre la postura de dominancia y la de sumisión.
Pues bien, parece lógico pensar que si en los extremos tenemos las posturas que comunican cosas opuestas, justo en el centro encontraremos un lugar neutro, donde no se comunica ni lo uno ni lo otro.
Si somos capaces de capturar la postura que está justo en el medio, en el centro, habremos hallado la postura que simplemente no transmite nada, la postura del silencio.
El centro físico
La postura más silenciosa es la del equilibrio estable. No requiere esfuerzo y no requiere tensión porque es una postura simétrica respecto al centro de gravedad, que se encuentra a un par de dedos por debajo del ombligo y que pasa a convertirse de esta manera en el centro tangible de la dimensión física.
En la cultura marcial japonesa, este centro físico o «Hara» es el lugar desde el que se desarrolla todo el trabajo. La postura debe estar siempre centrada en el Hara y todos los movimientos deben salir intencionalmente desde allí. El Hara es el centro físico a partir del cual todo se origina, que da estabilidad estática y dinámica, consistencia, fuerza y flexibilidad.
Figura 22. La postura del silencio, una postura sin tensión que se consigue al equilibrarse simétricamente respecto el centro de gravedad del cuerpo, situado a dos dedos por debajo del ombligo.
Pero el Hara es también considerado el centro de conexión con la energía vital del hombre y con la espiritualidad. Durante la gestación, el ser humano «surge» del cordón umbilical hacia el ombligo, lugar en el que se concentran todas las energías y desde el que es necesario aprender a canalizarlas. Por ello, cuando el samurái quiere darse muerte a sí mismo, se hace el «Harakiri» atravesando completamente su propio Hara.
En la cultura japonesa, una persona «que tiene Hara» es una persona madura, estable, de fiar. Es la máxima expresión de un ser humano desarrollado. Las personas de poca calidad «no tienen Hara» y eso se manifiesta, no solo en sus actos, sino también muy explícitamente en su postura.
El desarrollo del Hara a su máximo nivel conlleva, no solo cualidades físicas, sino también sensoriales: quien está centrado en su Hara es capaz de aprovechar el máximo potencial de sus sentidos y de alcanzar una percepción extraordinaria, en ocasiones casi extrasensorial. Se convierte en una especie de antena humana que capta rápidamente los mensajes que flotan en el aire. La palabra «haragei» hace referencia a esta cualidad, que es, no solo física, sino también sensorial.
En palabras de Dürckheim, gran estudioso y divulgador del Hara: «Haragei es el nivel de conciencia más alto que el hombre puede llegar a alcanzar a través del Hara».
«Un hombre va andando por la calle y a pocos pasos le sigue alguien. Sin volverse siente que este último tiene intenciones hostiles con respecto a él, pero continúa tranquilamente su camino. El otro, que efectivamente preparaba una mala jugada, siente que se han percibido sus intenciones y se dice: ‘debe ser fuerte, más vale renunciar’. Estos dos hombres disponen de haragei».
Extraído de Hara. Centro vital del hombre.Karlfried Graf Dürckheim
En muchas otras tradiciones el centro de gravedad del cuerpo o centro físico es también el lugar donde se ubica la fuerza vital y al mismo tiempo la conexión con las demás dimensiones de la experiencia.
Por ejemplo, habrás notado que algunas estatuas de Buda lo representan como un individuo gordito y panzón, normalmente sonriente. Pues bien, esa tripa protuberante, además de ser un símbolo de abundancia, representa también la presencia de un centro o Hara potente que sobresale y se convierte en el eje de la presencia.
Figura 23. La panza protuberante del Buda representa un centro físico poderoso y evidente.
En el centro físico no hay sensación física
Una postura centrada es una postura equilibrada, bien balanceada, que no requiere prácticamente ninguna tensión. No hay tensión y, por lo tanto, no hay sensación. Es en este sentido que la experimentas como una postura silenciosa, no solo hacia fuera, sino además, también hacia adentro.
El silencio físico, esta falta de sensación corporal, surge de una buena postura, pero también de estar en buena forma y gozar de buena salud.
Estando en buena forma, el silencio se manifiesta como la ausencia de cansancio. Cuando tu cuerpo se encuentra descansado, cuando has dormido bien, te sientes ligero, como si la gravedad hubiera disminuido. En realidad lo que «sientes» es la falta de sensación: no hay cansancio, no hay esfuerzo.
El silencio también se manifiesta en la dimensión física en forma de ausencia de dolor, consecuencia de un cuerpo sano y saludable. Cuando te encuentras bien lo sabes porque en