Las muertes de Jung. Luis Fernando Macías. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Fernando Macías
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789587205886
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      Macías, Luis Fernando, 1957-

      Las muertes de Jung / Luis Fernando Macías. -- Medellín: Editorial EAFIT, 2019 172 p.; 24 cm. -- (Letra x letra)

      ISBN 978-958-720-588-6

      1. Novela colombiana. I. Tít. II. Serie

      C863 cd 23 ed.

      M152

      Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas

      Las muertes de Jung

      Primera edición: agosto de 2019

      © Luis Fernando Macías

      © Editorial EAFIT

      Carrera 49 # 7 Sur - 50, Medellín. Tel. 261 95 23

       http://www.eafit.edu.co/fondo

      Correo electrónico: [email protected]

      ISBN: 978-958-720-588-6

      Edición: Juan Felipe Restrepo David

      Corrección: Gustavo Giraldo

      Diseño y diagramación: Alina Giraldo Yepes

      Imagen de carátula

      Composición: Alina Giraldo Yepes, sobre una obra de Edwin Austin Abbey, 1852-1911. EE.UU. La búsqueda del Santo Grial y foto de Jung en la orilla del lago de Zúrich, en su torre de Bollingen. 1949

      Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad. Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158, emitida el 13 de febrero de 2018

      Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial

      Editado en Medellín, Colombia

       Diseño epub:

       Hipertexto – Netizen Digital Solutions

       A mis cuatro hijos

      Contenido

       Visiones de otros mundos

       El camino del misterio

       El alma universal

       Notas al pie

       El primer hombre viene de la tierra y es terrenal,el segundo hombre viene del cielo y es espiritual

       Teniendo el símbolo el tránsito es fácil

      ERA EL INVIERNO DE COMIENZOS DE 1944. El doctor Carl Gustave Jung tenía sesenta y ocho años y seis meses. Ese día, como de costumbre, salió de paseo por los alrededores de su refugio de Böllingen, situado a la orilla del lago de Zúrich.

      Había caminado unos cientos de metros cuando resbaló en la nieve y sufrió una doble fractura, tibia y peroné.

      Fue atendido en la clínica Hirsladen. Allí, mientras se recuperaba de la fractura, sufrió una embolia cardíaca y, al parecer, otras dos pulmonares. Razón por la cual estuvo al borde de la muerte.

      Según la costumbre médica de la época, fue tratado con oxígeno y alcanfor.

      Quince años después, durante la preparación de su libro de memorias, al que dio el título de Erinnerungen Träume Gedanken (traducido al español como Recuerdos, sueños, pensamientos), contó que durante ese estado de tránsito entre la vida y la muerte había tenido una serie de visiones que él mismo nunca pudo precisar si se trataba de sueños o de viajes por las regiones del más allá, cuya vivencia le permitió cambiar su actitud ante la existencia y ante el conocimiento, de tal modo que, a su regreso a la vida, pudo componer sus obras más importantes y, así, alcanzar la realización de su destino. Encarnó el matrimonio místico de Malkut, el mundo, y Tiferet, la belleza; fue, él mismo, la celebración de la Pascua, vivificación de las bodas alquímicas del cielo y de la tierra, y restitución del sentido primigenio de los mitos, lo cual podría significar el retorno de nuestra cultura occidental al sendero, al sentido.

      TODAVÍA DORMIDO, se dio vuelta en la cama y su rostro quedó frente a la ventana. Abrió los ojos en la oscuridad e hizo las cobijas a un lado, procurando no perturbar el sueño de Emma. Lo primero que sintió fue el contraste entre el calor íntimo que había bajo las sábanas y el intenso frío del ambiente que, afuera, se extendía sobre el lago y más allá, sobre las montañas cubiertas de nieve.

      Se incorporó con movimientos muy pausados, como si toda su atención estuviera puesta en el laberinto por donde acababa de llegar a la conciencia; caminó hasta la ventana; corrió el aldabón del postigo y, al abrirlo, recibió el vaho de la madrugada. Vio cómo un copo de nieve se dispersaba en partículas al chocar contra la madera, entonces devolvió el ala del postigo hasta dejar una ranura que le permitiera inhalar la calma infinita del lago.

      Mientras tornaba para buscar las sandalias y una bata, percibió las imágenes de un sueño que ahora emergía en su interior:

       Estoy frente a una roca en la que hay una abertura semejante a la entrada de una caverna. Entro, atravieso el umbral y, de pronto, me encuentro en un salón. Descubro que este constituye el recinto mayor de una biblioteca. Me detengo a observar en derredor: Es muy antigua. Tanto las paredes como los anaqueles donde reposan los libros, e incluso los cientos de volúmenes, son rústicos; grandes tomos grabados en papiros, con pastas de pieles repujadas en caracteres dorados. En el momento en que me acerco a uno de ellos para leer la inscripción tallada en el lomo, que dice “Un guijarro del Rin”, veo que soy un hombrecillo, un Telésforo, y entiendo que ese libro contiene la historia de mi vida, desde antes del principio hasta muchos años después de mi fin. Sé que si empiezo a leerlo podré conocer mi biografía como un todo inscrito en el tiempo y, por supuesto, comprenderé el antes y el después de mi existencia, sin la incertidumbre del mañana desconocido. En el momento en que me dispongo a abrir las páginas, despierto...

      LO PRIMERO QUE HACÍA en las mañanas era recordar o tratar de recor dar los sueños. Durante toda su vida había cultivado la costumbre de reconstruirlos, para fijarlos después en su memoria. Por eso había logrado conservar algunos de ellos desde su más remota infancia. Una parte muy importante de su trabajo consistía en interpretar los sueños de sus pacientes, disciplina que le había permitido los más grandes descubrimientos sobre sí mismo y sobre los demás.

      Emma se acomodó entre las sábanas y las cobijas para seguir durmiendo. Desde afuera llegó el silbido del viento al golpear contra la torre.

      “Tal vez este sea uno de esos días elegidos por el destino”, pensó; pero más que un pensamiento que se pudiera expresar en palabras, esto constituía una intuición.

      El primer asunto que pudo relacionar con su sueño tenía que ver con lo último que