Hoy basta con teclear en un buscador la palabra “pornografía” para encontrarse ante una enorme lista de sitios X. Según empresas estadounidenses de filtrado de Internet -ComScore Media Metrix, N2H2, Internet Filter Review- habría en la web cuatro millones de sitios consagrados al X, es decir 12% de la cantidad total de sitios existentes. El contenido de esas páginas también parece inequívoco: “…Con el pene alzado como un estandarte, la toma,3 la da vuelta, la empala, la destroza…”; “…Perras que se hacen reventar la concha…”; “Cautivadas por nuestro taxi, estas zorras se hacen desarmar frente a nosotros…”; “Se la cogen furiosamente… antes de bañarla de leche…”; “…Fotos de tremendas putas que se hacen romper el culo…”; “Un tipo mira como serruchan a su mujer frente a él por dinero…”, etc.
Aun cuando el concepto de pornografía sea difícil de definir, estas pocas líneas alcanzan para saber lo que parece hoy corresponder al término “porno”. A menudo, son los mismos productores y divulgadores los que definen su universo; son los técnicos de los sitios X los que le dan las palabras clave al internauta deseoso de mantenerse al corriente de las novedades. Basta luego con un clic y cualquiera puede acceder al país del porno. Otro clic y se puede pasar del planeta de las Asiáticas al de las Negras, del de las Jovencitas al de las Mujeres embarazadas, del de las Lesbianas al de las Maduras.
Obviamente nadie obliga al internauta a ir a esos sitios, ni tampoco a tener acceso a las palabras clave de lo X tecleando el término “pornografía” en un motor de búsqueda. Tanto más cuanto que, respetando las leyes, antes de acceder a las fotos y los videos, el internauta es educadamente recibido con una advertencia del tipo: “Este sitio de encanto, al contener fotos y videos que pueden ser chocantes para ciertas sensibilidades, está reservado a un público mayor de edad y prevenido”. Pero ¿qué se entiende por “público prevenido”? ¿Qué es un video “chocante”? ¿Quiénes son los que deben abstenerse de “cliquear”?
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