Profesores, tiranos y otros pinches chamacos. Francisco Hinojosa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco Hinojosa
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786078667741
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intestinal en plena avenida con una fórmula antiparasitaria inventada por él mismo, cuando se le puso enfrente el policía Méndez:

      –Hay que deshacer lo hecho.

      –Eso mismo digo –respondió el que se sentía víctima de lombrices.

      –Desenterrar lo enterrado –continuó Mendipoli–. Reparar lo descompuesto, ¿me entiende?

      –Anda usted como bien new age, mi poli –le espetó tras un eructo. Luego le mostró los pocos dientes que tenía y tomó los cuatro billetes que le extendía el del uniforme.

      –Considere exhumado el objetivo.

      Estaba el capitán Sayavedra coadyuvando a delinquir a un subalterno cuando le dijo otro de sus allegados que en vez de andar coligándose con empleadillos debería encender la televisión: el policía Méndez aparecía en el noticiero usufructuando huesos ajenos. Los llevaba en bandeja. Una suerte de cráneo.

      Estaba el presidente de la república poniéndose el condón cuando su esposa le salió otra vez con que se le quitaron las ganas. A cambio, ella le dijo con amor que había algo en el noticiero que seguramente sería de su muy particular interés.

      Para sus adentros, el mandatario recriminóse: “Ya eché a perder otro condón”. Y luego se puso a ver los múltiples monitores de la habitación presidencial: Poliméndez se paseaba con un fémur o cráneo o costilla que, según había afirmado ante el locutor del noticiero, era el mismo que pertenecía “al presunto asesino buscado vendepatrias prófugo homicida: o sea: el canalla cabrón delincuente contraventor facineroso malandrín: el muy hijo de la muy puta”.

      “Puaff”, descansó el ejecutivo en lo más profundo de su ser: “parece que al fin se hará la mentada justicia en este mentado país”.

      Estaba el procurador destituyendo al contralor interno de su dependencia cuando su secretario privado –el Porky– gritó:

      –¡Yeah, my boss, tal y como nos lo adelantó: encontraron la calaca del muerto!

      –¿Y cómo sabe, my Porky, que el muerto no está todavía coleando, pues?

      –Lo vi en el noticiero, my boss: eran sus huesos.

      –Usted se deja guiar por los locutores y las apariencias óseas. No sea tontillo, pues.

      –Las imágenes hablan, my bossito.

      –Para que se ande enterando, pues: aquí el único que habla soy yo. Y para que aprenda de paso la lección, agarre su libreta que voy a dictarle. Y le advierto: no se me arrejegue que lo ando teniendo en miras. Y cuando miro, pues, ni quién me ande cochupando, pues –y el boss se puso a dictarle una carta de amor al presidente.

      Estaba Darío Yáñez haciéndose una piruleta oaxaqueña en el taller de cerámica del reclusorio cuando uno de los celadores le vino a dar la grata:

      –Ya encontraron los huesitos del dizque verdadero presunto ojete asesino, lo acabo de ver en la televisión.

      Darío se subió los calzones, miró al celador de soslayo y luego lo invitó a celebrar con una copa de Chablis y un bocadillo de foie gras: era todo lo que tenía en su humilde celda.

      Estaba la Tuza sentada sobre el capitán Sayavedra diciéndole ya ya ya, cuando llamó el procurador por el teléfono lila, el chiquito:

      –Véngase de inmediato, capitán.

      –¿Qué pasó, qué pasó, qué pasó?

      –No se haga el pendejo, pues: esto es algo serio: es un asunto de Estado: encontraron la muy mentada osamenta: ¿comprende, pues?

      Estaba el forense Alcestes Sencillo analizando un páncreas cuando llegaron los huesos del presunto homicida jodido hiperpendejo de mierda. Se los llevaron en una charola de refresco.

      Los siete portadores de los restos respondieron de inmediato a sus preguntas: déjese de cosas / certifique la paternidad de la calaca / no cometa puteses y/o torpezas en su desempeño / ándese con tiento en sus peritajes / téngase por bien remunerado y ascendido / olvídese de huellas digitales y pruebas de ADN / contribuya y no joda.

      Estaba Pía Montenegro leyéndose a sí misma las líneas de la mano cuando recibió una canasta navideña de parte del capitán Sayavedra. “¡Qué detallazo!”, se dijo, “abril siempre ha sido un mes padrote”. Abrió una lata de anchoas y fuese a ver su BMW. Necesitaba nuevas calaveras.

      Estaba el presidente discutiendo con su pedicurista acerca del PIB, la ONU y el CRACK cuando entró su procurador a explicarle que se había descubierto que la osamenta no era “la que convenía, pues, sino la de un tal Soylo Lima, lampiño, pariente de unos tales Tuzos, pues”.

      “Puta”, se dijo el mandatario para sus adentros, y se puso a juguetear consigo mismo en el jacuzzi de la casa presidencial.

      Estaba la Tuza haciendo para el Tuzo unas costillitas BBQ cuando se enteraron de que los habían cachado en la tranza de su papá/suegro.

      –¿Y ahora, Mirreyecito, qué hacemos?

      –La Pía Montenegro siempre tiene buenas ocurrencias. Ella sabrá conducirnos por el buen camino para no errarla.

      –Vamos a llamarle.

      –¿Por qué crees, Mividita, que siempre ando con el celular?

      Estaba el capitán Sayavedra haciendo camino al andar y viendo cómo maduraba el limonero en su patio sevillano cuando se enteró de que el viaje transoceánico de Poliméndez se posponía hasta nuevo aviso. “Ni modo”, meditó, “así son las cosas de esta índole en este ámbito”.

      Estaba el Papa dando un mensaje a la humanidad cuando le llamaron por el teléfono púrpura: un arzobispo de Ucrania o Costa Rica le informó que había sido un fraude el hallazgo del esqueleto del presunto asesino hijo de la chingada ojete matón de mierda indiciado.

      Su Santidad interrumpió el mensaje y luego oró, no sin antes cancelar sus audiencias con un grupo de rock o rap de Sidney, una familia de Sierra Leona con problemas de plomo en la sangre y seis diputados yucatecos, con sus respectivas esposas, en pos de una absolución colectiva.

      Estaba la primera dama viendo en la televisión una entrevista con José Saramago cuando llegó el capitán Sayavedra a decirle que la amaba. Ella quiso usar el interfón para llamar a su cuerpo de seguridad, pero se arrepintió al ver que él ya se había quitado la ropa. Su miembro.

      Estaban el presidente y el procurador de justicia retozando en el lecho ejecutivo cuando llamó Pía Montenegro para comunicar algo de importancia. El procurador dijo:

      –Llama mañana, pues: ando ocupado.

      El presidente se opuso:

      –Puede tratarse de un asunto de Estado. Será mejor que atiendas la llamada de la persona, cariño.

      Ella solo advirtió:

      –Váyanse con su ADN al carajo: o le dan su calentadita al forense para que recapitule o yo escupo.

      –¿Qué significa recapitular, mi vida? –preguntó el presidente, que sí sabía, en cambio, el significado de calentadita y escupir.

      Estaba el procurador poniéndose los pantalones cuando dizque se le vino a la cabeza que conocía a alguien que podría decir que, desde el punto de vista antropológico, los huesos hallados tendrían que ser del asesino jodido chulo matachín. El presidente, desde la regadera, admitió como buena la ocurrencia:

      –Ponlo en escena.

      –Se trata de mi hermana, que tiene más prestigio que el forense, los magistrados, el Papa… y que usted y yo juntos.

      –¡Ah, qué mi pro de jus!

      –¡Ah, qué mi pre de la rep!

      Estaban los Tuzos, Pía Montenegro, el policía Méndez y el doctor Jiménez comiéndose un vuelve a la vida con galletitas saladas en un congal de escasa higiene cuando los sorprendió el capitán