El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio. Miguel Serna. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Miguel Serna
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876918053
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      Este breve fragmento de relato nos muestra la presencia de varias familias interconectadas por el parentesco en un mismo territorio, la importancia de los bienes materiales, la autonomía de la mujer y el trabajo, la violencia doméstica, la centralidad de la economía doméstica. Debe saberse que la exmujer de Andrés, apoyándose en la medida cautelar que le impedía a este acercarse al domicilio, vendió la casa. Es probablemente por ello que la familia estaba muy dolida y preocupada por la pérdida de ese bien que no es un bien de la pareja sino que se inserta en la trama de relaciones de parentesco territorialmente estructuradas (todo esto aparece después del episodio narrado aquí, en otra parte de la narración, siempre por estos tres miembros de la familia con la cuñada como voz cantante). Puede verse así algo de la complejidad de la intervención del Estado en la trama de solidaridades locales, que incluye a la policía.

      El fragmento siguiente tiene que ver con el trabajo y, principalmente, con la naturaleza del trabajo al que acceden estos grupos sociales. Este aspecto es de crucial importancia porque cuando vamos a ver el barrio a través de la observación, yendo allí para ver y para saber, tenemos tendencia a no ver el trabajo porque el trabajo no se realiza, en su mayoría, allí. Tendemos a darle una importante centralidad a la vivienda, a lo doméstico, a la familia, a la infancia, a las mujeres y a los viejos. Porque así es la vida que se desarrolla en ese territorio y porque en los horarios en los que vamos a hacer observación las mujeres, los niños y los viejos están más presentes que los hombres en edad de trabajar. Lo que está ahí es lo que vemos. Pero debemos ser capaces de integrar a esa realidad local lo que no se ve, lo que no es evidente, porque ese mundo social no se agota en lo que parece ser, en su apariencia y en su evidencia. Y para lograrlo, el arma de la que dispone el sociólogo son las preguntas. Las que el investigador hace a sus interlocutores y las que se hace a sí mismo, las que le hace al saber sociológico o de las ciencias sociales y la filosofía.

      Fernando (28 años) trabajó por muchos años en la carga y descarga de diferentes mercaderías. La empresa donde trabajaba dio quiebra. Comenta que le pagaban muy poco, y que ese trabajo solo lo agarran los pastabaseros. La empresa sigue trabajando bajo otro nombre y con otra persona como titular.

      Ahora Fernando se dedica a la clasificación de residuos, a la que llama “requeche”. Esa actividad consiste en salir en bicicleta y buscar en barrios como Malvín, Buceo, Pocitos, Punta Carretas, Centro, algún tipo de desecho que tenga valor de reventa (ropa, electrodomésticos, plástico). Desde El Viñedo a Punta Carretas hay unos 14 kilómetros tomando el recorrido más corto, por 8 de Octubre (que no siempre conviene al requeche), es decir, aproximadamente una hora de pedaleo –cuando la bicicleta no está cargada y en subida, como al regreso–. Comenta que la policía muchas veces lo para en esos barrios, incluso de formas discriminatorias, usando palabras como “pichi de mierda”. Fernando dice que está tranquilo de circular por la calle porque no tiene antecedentes. Muchos son los que recorren la distancia de los lazos de la explotación social entre los asentamientos de Camino Maldonado y los barrios pitucos del litoral, como veremos un poco más tarde para [el caso de] Fredi, que va hasta allí en condiciones mucho menos duras.

      Antes Fernando trabajaba en una empresa de carga y descarga en 8 de Octubre y Larravide. “Descargando camiones. Descargaba pa’ la banana del Pepe en el Mercado Modelo. Se descargaban camiones de banana. Pero ahora, ahora… estoy… sin empleo... Estoy saliendo a la calle” (silencio).

      –¿Y qué es salir a la calle? ¿Qué hacés?

      Fernando. –Voy a buscar cosas para vender para la feria (silencio). Cosas así. Nomás me traje una cantidad de zapatos, cartera, ropa (silencio). No hay otra.

      Lo que Fernando consigue lo vende en la feria o se lo vende a algún pariente, a familiares, a su hermana. Esa tarde, mate de mano en mano, conversamos largo sobre su vida de trabajo. En el patio de su casa, junto con Andrés, su hermano, que fue completando el relato y donde se fueron entreverando el ahora de trabajar en la calle y el antes de la carga y descarga de camiones. Desde los dieciocho años Fernando trabajó en una empresa de carga y descarga: “Descargábamos varias cosas, o sea, descargábamos pa’ Magic Center, descargábamos café, pa’ varios lados descargábamos”. Pero de esos diez largos años, en los que la fuerza del hombre estuvo al servicio de la circulación de mercaderías producidas lejos, muy lejos de esos barrios humildes de Montevideo, Fernando trabajó solo un año “en caja”, con aportes jubilatorios y protección social. El resto fue “en negro”, sin cobertura social, sin sindicalización, fuera de la ley, sin seguro, atrapado en la imposibilidad de actuar colectivamente.

      Como todos sus compañeros estaban “en caja” menos él, un día Fernando se tiró del camión de bananas para asustar a los patrones e intentar que lo blanquearan: “Y ahí fue que me llevaron al Banco de Seguros y me pusieron en caja”. Hizo como que se caía y se tiró con caja de bananas y todo para atrás del camión, se golpeó y recuerda aún hoy como le dolía “toda la espalda, el brazo, la pierna...”, pero logró que los de la empresa se asustaran y lo blanquearan.

      –¿Y cuánto pagan ahí?

      Fernando. –Tres o cuatro gambas (risas). Trescientos o cuatrocientos pesos uruguayos al día, lo que podría alcanzar entre 7.200 y 9.600 pesos en un mes de veinticuatro días de trabajo, con la condición de que el trabajo y la paga fuesen estables, lo que es muy poco probable. “Y ahí, mirá, nosotros descargábamos por día cinco o seis camiones, o a veces llenábamos cinco o seis cámaras [frigoríficas] también, entre tres o cuatro [trabajadores]”. Fernando explica que eran once empleados en total que se ocupaban de distintas cargas y descargas cada día, hasta el fin de semana. Pero luego, con la mejora del mercado de trabajo, “se fueron yendo, porque la plata no daba. Vos te matabas laburando y cuando ibas a cobrar agarrabas 1.500 pesos por semana o 2.000 pesos a veces. Cuando llegaba a los 3.000 pesos saltabas en una pata. Y si hacíamos treinta camiones a la semana, agarrabas 5.000 pesos y ahí tirabas cuetes pa’ arriba, porque te pagaban por camión [5.000 pesos representaban menos de 132 euros y de 172 dólares estadounidenses de 2018]”.

      Andrés (hermano de Fernando). –Algunas veces lo hacían ir a la siete de la mañana y si el camión venía a las diez se tenía que quedar esas tres horas ahí, esperando a que el camión viniera, pero esas horas no se las pagaban. Le pagaban solo el camión. Si tenía un camión ahora y otro a las cinco de la tarde, hasta que no termine el otro camión, vos te quedás toda la hora ahí... Por destajo.

      La no consideración del trabajo en la observación de la vida barrial está muy estrechamente ligada con la manera en que se evalúa la eficacia de las políticas sociales para combatir la pobreza. Cuando se pierde de vista que es este tipo de trabajo el que produce la pobreza, que estos barrios están masivamente habitados por personas que trabajan mucho pero que no logran vivir dignamente de su trabajo y resolver sus problemas esenciales con su esfuerzo, que la retribución del trabajo es pobrísima, también se pierde de vista que ese tipo de trabajo, aunque permita contar un trabajador más y un desempleado menos en la curva del desempleo, no es vector de integración social ni de salida de la pobreza, es pura explotación. Entonces se evalúa de mala manera a las políticas sociales. Es como si a ese agente del Mides que se acerca a una familia porque hay tres hijos pequeños y hay que acompañar a la familia y demás se le pidiera que actuara sobre las causas de una pobreza cuya producción se origina fuera de su campo de acción y del barrio, en un espacio que no es un espacio físico. Ellas están en la trama de relaciones sociales que estructuran la vida, cosa que la sociología sabe desde hace muchísimo tiempo. Pero la sociología también puede empobrecerse.

      Para terminar, quisiera restituir aquí un fragmento de mi propio diario de campo, escrito a la salida de una visita a otro barrio de la zona de Camino Maldonado. Veremos una serie de consideraciones sobre el tiempo y sobre la experiencia social del tiempo. Esas observaciones tienen su origen en que, antes de ir al barrio