La Bestia Colmena. Pablo Und-Destruktion. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Pablo Und-Destruktion
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788412154979
Скачать книгу
maneras:

      Al recibir una patada en el estómago por haberle faltado a un gitano que vio como estabas increpando al nuevo ligue de tu exnovia.

      Bueno, esta no llegó a ser ni novia.

      Tampoco llegaste a increparle de verdad. Todo era una farsa y por eso vino muy bien la paliza.

      Las cosas hay que hacerlas de verdad o no hacerlas.

      Por aquella época tenías la costumbre de tirarle la chaqueta a la cara a este nuevo ligue, abrazarle y morderle la cabeza. Y eso no le gustó al gitano y bueno... Una luz.

      Otra bombilla se enciende cuando unos músicos llaman por teléfono a otra novia. No tienen dónde dormir, así que les ofreces tu casa. Y claro, en cuanto miras para otro lado ya están dale que te pego. Las chicas, por aquel entonces, habían sido educadas para eso. Lo llamaban desarrollo personal. No había nada que hacer, estaban en su derecho. Las tratas de echar, pero se encierran y ponen los muebles contra la puerta... En fin, otra luz.

      Gitanos, sicokilers y “musiquitos”. Poco a poco te vas convirtiendo en su objeto de deseo. Todo lo que ha hecho el hombre, desde la teoría de la relatividad hasta una tienda de ultramarinos, lo ha hecho para cortejar a la mujer o para superar su rechazo. Ese es el verdadero motor evolutivo y no las mutaciones al azar. Sin ese motor seríamos simples máquinas. Algunas personas se inclinan por creer que sólo somos eso, máquinas, porque no son capaces de soportar el mal de amores ni de entender los designios de la Divina Providencia.

      Se inclinan por esta opción y creen que el tablero sólo lo va a iluminar del todo una máquina. Y esa máquina ganará el juego igual que el ordenador Deep Blue de ibm ganó a Kasparov.

      No fue así. Ya lo sabéis.

      La partida la gané yo. Con la ayuda de mis esbirros y gracias a Diosle.

      En esta vida hay que ser agradecido:

      Diosle bendiga a todos los que me han partido la cara.

      Diosle bendiga a todas las que me han acariciado la cara.

      Diosle bendiga la noche, las peleas, los gitanos, las discotecas cutres de Lugo que se llaman Farmacia de Guardia y las discotecas con terciopelo granate de Gijón que se llaman Mimo’s y que parecen el Arny, pero no lo son.

      Diosle bendiga el Mimo’s Boite Pub a las cuatro de la mañana sin nadie en el bar, cuando me quedé pasmado mirando esos labios gordos y pensando en que íbamos a estar follando sin parar durante seis meses.

      Diosle bendiga las declaraciones de guerra a través de Facebook.

      Dirigidas al sicokiler.

      He llegado a hablar con los comancheros y lo conocen y me dicen que es caro, pero que se puede hacer, claro que se puede hacer, todo se puede hacer. Sobre todo si le ha partido la cara a tu novia.

      ¡La única vez que pensé en hacerlo de verdad y a la media hora conozco al primer asesino a sueldo de mi vida! El cálculo de probabilidades es de uno entre el multiverso.

      Diosle bendiga sus postales de Navidad.

      Diosle bendiga los prostíbulos.

      Diosle bendiga la droga, la traición y la locura.

      Diosle bendiga a los que aprenden a la vez a leer, a escribir y a estar con chicas.

      Diosle bendiga a tu novia cuando se queda embarazada del sicokiler.

      Y luego aborta.

      Aborta porque quiere centrarse en sus proyectos, no por vergüenza.

      Diosle bendiga el éxtasis místico y el aburrimiento.

      Diosle bendiga la tele, Internet, las matanzas de cerdos el día de San Martín, a los niños y la ouija.

      Diosle bendiga la honradez, la templanza, la generosidad, la castidad y el valor.

      Diosle bendiga la mentira, la pereza, la ira, la avaricia, la lujuria y la cobardía.

      Que Diosle bendiga todo.

      Porque todo alumbra el tablero.

      El tablero que lleva a la victoria definitiva.

      ¡Por fin!

      La vida no podía ser una simple casualidad.

      No me habían puesto los cuernos una y mil veces para nada.

      No había perdido a las pocas personas fieles para nada.

      No estaba asistiendo a la absoluta degeneración moral, estética y espiritual del mundo para nada.

      No me estaba pasando los días en el laboratorio para nada.

      Bueno, en el laboratorio y tocando la guitarra.

      Todo esto no era para nada.

      Ya lo sabéis. Era para todo.

      4

      Ya me había quedado claro que el mundo entero estaba conjurado para rechazar la belleza. La belleza del jardín de mi garaje, la belleza de mis queridísimas chicas, la belleza de mis hijos no natos por un sinfín de actitudes caprichosas ante la vida.

      Perdonad si hablo sólo de mí mismo... Pero es que todo esto lo empecé yo solo. ¿Qué le vamos a hacer? Dentro de nada, entrarán mis esbirros en acción.

      Os voy a hablar ahora de Asturias, eso seguro que os gusta.

      La Asturias de mis tatarabuelos era un sitio muy hermoso donde la gente era muy pobre, pero tenía muchos hijos y cantaba canciones muy bonitas. Vivían diez personas en una misma casa, como poco, y sobrevivían con lo que podían conseguir con sus propias manos en la aldea y en el monte.

      La Asturias de mis abuelos era un sitio algo menos bonito porque se sacó a la gente de las aldeas para meterlos en las minas y en las acerías. Muchos hombres murieron en sus trabajos, otros murieron en el frente. Sobrevivieron los más fuertes. Por aquella época las mujeres mantenían el orden del hogar y custodiaban implacablemente el misterio de los hijos y de las canciones bonitas. Algo es algo, pero poco duraría.

      La Asturias de mis padres sacó a los hombres de las minas y de las acerías y los llevó a la cola del paro y al bar. Por el contrario las mujeres empezaron a trabajar de maestras y de dependientas.

      Se empezó a tener muy pocos hijos y el único refugio que quedaba para las canciones bonitas era el alcohol. Mal compañero.

      En la Asturias que me tocó vivir a mí sustituyeron definitivamente a los obreros asturianos por chinos y luego por robots. Se acabaron los hijos y las prestaciones de desempleo y los obreros no pudieron pagar a las dependientas y las maestras, que se quedaron sin niños a los que enseñar. Así que los pocos integrantes de mi generación se fueron a vivir a un piso cochambroso de Madrid, trataron de tener éxito en el sector servicios (es decir, en la servidumbre) y renunciaron definitivamente a tener hijos y a cantar canciones bonitas, que fueron rápidamente sustituidas por “música urbana”, la banda sonora del apocalipsis.

      La clave para conseguir todo esto fue volver a las personas “cívicas”. Así no tenían que arriesgarse a los hachazos de los aldeanos ni a los piquetes de los mineros. «Nosotros condenamos toda forma de violencia». Decían los descerebrados. Así nos iba. Su estrategia inicial fue luchar contra los hombres rebeldes. No les fue del todo bien. La estrategia definitiva, con la que los descerebrados tuvieron éxito y demostraron que no eran descerebrados sino traidores, fue manchar el buen nombre de los indómitos considerándolos el gran enemigo microagresor, bruto y pendenciero. Asunto zanjado. Todos a Madrid a trabajar de freelances por cuatro duros y a vivir en un zulo sin pareja (o con una pareja infiel), sin hijos (o con hijos bajo la custodia de la pareja infiel y que sólo quieren tu escaso dinero), sin dignidad y, lo que es peor, sin canciones bonitas.

      Yo, como idealista que era, me negué a vivir en Madrid. Probé a irme fuera, pero lo más lejos que llegué fue a Lugo, donde estudié Veterinaria. ¡Me empapizaba tanto al cruzar el río Eo que en cuanto pude volví a mi querida tierra! Pese a que Lugo, probablemente por su cercanía