[38] A. Villa Rojas, “Los mayas del actual territorio de Quintana Roo”, en Enciclopedia yucatanense, t. VI, Gobierno de Yucatán, México, 1946, p. 36.
[39] G. Tibón, Pinotepa Nacional: mixtecos, negros y triques, cit., p. 125.
[40] F. Blom y G. Duby, La selva lacandona, cit., p. 154.
[41] C. Guiteras Holmes, “Organización social de tzeltales y tzotziles”, cit., p. 61.
El colonialismo interno[1]
I
Las fronteras políticas han influido directa o indirectamente en la formulación y el uso de las categorías sociológicas. Ciertas categorías han aparecido y se han manejado en relación con los problemas internos de una nación o un territorio, y otras con problemas internacionales, sin que se precise sistemáticamente hasta qué punto unas y otras son intercambiables, esto es, sin que se investigue suficientemente hasta qué punto las categorías que generalmente se usan para explicar los problemas internos sirven para dar razón de los problemas internacionales, y viceversa. Estas circunstancias han oscurecido o puesto en un segundo plano cierto tipo de fenómenos que no se ajustan al carácter internacional o interno de las categorías. La idea de civilización ha correspondido sobre todo a un análisis internacional o universal de la historia; mientras la noción de sociedad dual o plural ha correspondido a análisis internos de naciones y territorios subdesarrollados. El concepto de clases y el de estratos sociales se han aplicado al estudio interno de las sociedades, sin que usualmente se liguen a las relaciones de clase o a la estratificación de las naciones. El concepto de colonialismo ha buscado señalar sobre todo un fenómeno internacional, que se lleva a cabo entre pueblos y naciones distintos.
Sólo eventualmente se han hecho extrapolaciones de categorías, como cuando se ha hablado de las “naciones proletarias” o de la “estratificación de las naciones”, siendo la principal excepción de los hechos anteriores la noción de cultura, que sistemáticamente se ha aplicado a las naciones, las regiones, las comunidades, las clases.
II
El objeto de este trabajo es precisar el carácter relativamente intercambiable de la noción de colonialismo y de estructura colonial, haciendo hincapié en el colonialismo como un fenómeno interno. Se busca con ello destacar, en el interior de las fronteras políticas, un fenómeno que no sólo es internacional sino intranacional, y cuyo valor explicativo para los problemas de desarrollo quizá resulte cada vez más importante, desde el punto de vista interno del desarrollo de las nuevas naciones de África y Asia, como lo es para la explicación de las antiguas “nuevas naciones” de América, donde existe una sociedad plural, e incluso de aquellas, como México, donde ha habido un proceso de desarrollo y movilización que no ha resuelto el problema de la sociedad plural.
III
La noción de colonialismo interno sólo ha podido surgir a raíz del gran movimiento de independencia de las antiguas colonias. La experiencia de la independencia provoca regularmente la aparición de nuevas nociones, sobre la propia independencia y sobre el desarrollo. Con la independencia política lentamente aparece la noción de una independencia integral y de un neocolonialismo; con la creación del Estado-nación como motor del desarrollo aparece en un primer plano la necesidad de técnicos y profesionales, de empresarios, de capitales. Con la desaparición directa del dominio de los nativos por el extranjero aparece la noción del dominio y la explotación de los nativos por los nativos. En la literatura política e histórica de los siglos XIX y XX se advierte cómo los países latinoamericanos van recogiendo estas nuevas experiencias, aunque no las llamen con los mismos nombres que hoy usamos. La literatura “indigenista” y liberal del siglo XIX señala la sustitución del dominio de los españoles por el de los “criollos”, y el hecho de que la explotación de los indígenas sigue teniendo las mismas características que en la época anterior a la Independencia.
El fenómeno se ha registrado nuevamente en nuestros días con la proliferación de las nuevas naciones. Emerson habla de que “el fin del colonialismo” por sí solo no elimina sino los problemas que surgen directamente del control extranjero, y señala en las nuevas naciones la “opresión” de unas comunidades por otras, “opresión” que aquéllas ven incluso como más intolerable que la continuación del gobierno colonial;[2] Coleman hace ver que en los nuevos Estados, “por especiales razones ligadas a la racionalización del colonialismo, esta clase —los militares, el clero y los burócratas— apoya la idea del ‘derecho divino’ de las gentes educadas para gobernar; y sus miembros no han dejado de ser afectados por las predisposiciones burocrático-autoritarias derivadas de la sociedad tradicional o de la experiencia colonial”;[3] Hoselitz observa que “las clases altas, incluyendo a muchos intelectuales del gobierno, están preparadas para manipular a las masas desamparadas en una forma muy similar a la que empleaban los amos extranjeros cuyo dominio han roto”;[4] Dumont recoge las quejas de los campesinos del Congo (“La independencia no es para nosotros…”) y de Camerún (“Vamos hacia un colonialismo peor de clase…”), y él mismo dice: “los ricos se conducen como colonos blancos…”;[5] Fanon —en su célebre libro Les damnés de la terre— aborda la sustitución de los explotadores extranjeros por los nativos, haciendo hincapié sobre todo en la “lucha de clases”.[6] C. Wright Mills —en un seminario organizado hacia 1960 por el Centro Latinoamericano de Pesquisas en Ciencias Sociales— observó con precisión hace algunos años:
Dado el tipo de desarrollo desigual que ha aclarado tan precisamente el profesor Lambert, las secciones desarrolladas en el interior del mundo subdesarrollado —en el capitolio y en la costa— son una curiosa especie de poder imperialista, que tiene a modo de colonias internas.[7]
Sería inútil seguir citando más autores. Todo estudioso de los problemas económicos y políticos de las nuevas naciones registra estos hechos.
IV
El registro, sin embargo, es esporádico, casi circunstancial. Un estudio más a fondo del problema invita a hacer una serie de delimitaciones, a buscar una definición estructural, que en su caso pueda servir para una explicación sociológica e histórica del desarrollo.
La delimitación del fenómeno supone: a) indicar hasta qué punto se trata de una categoría realmente distinta de otras que emplean las ciencias sociales y que presentan un comportamiento en parte similar, como las categorías de la ciudad y el campo; de la sociedad tradicional y las relaciones del “señor” y el “siervo”, de las relaciones obrero-patronales en la primera etapa del capitalismo; de las clases sociales y el planteamiento y solución de conflictos sociales; de la sociedad plural, de los estratos sociales; b) impedir el uso de esta categoría en procesos de racionalización, justificación, impugnación y manipulación irracional y emocional, como ocurre con todas las categorías que se refieren a conflictos (así, las de colonialismo, neocolonialismo, imperialismo, clases sociales) que son utilizadas en estado de tensión dentro de la propia literatura científica; c) precisar el valor explicativo —y práctico, político— frente a otras categorías bien distintas, como la del protestantismo de Weber; las de “adscripción” y “desempeño” o “éxito”, de Parsons y Hoselitz; el achieving de McClelland; la “empatía” de Lerner, y los “valores” de Lipset en su libro sobre Estados Unidos como nueva nación.
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