Entonces nos echaron una apuesta al juego de la pelota, y la aceptamos. Si perdíamos, nos íbamos, y si ganábamos, nos quedábamos.
Ellos eran muy grandes y poderosos, y creyeron fácil nuestra derrota. No creían que nuestros jugadores pudieran ganarles.
Se echaron a reír cuando vieron a los gemelos, pequeños y flacos, que iban a jugar contra ellos, pero nosotros sabíamos que los gemelos eran rápidos, duros y decididos, y que a nada le tenían miedo.
Los señores divinos perdieron y les dio harta rabia, y no querían cumplir su promesa.
Querían ajusticiar a los gemelos, pero los escondimos en las ramas de la ceiba para que no pudieran hacerles venganza por haberles ganado en el juego de la pelota.
Al final se conformaron y aquí se quedaron, aguantando cantos, siembras y ruidos y gritos cuando jugábamos a la pelota.
Los gemelos vencedores de los dioses
Se quedaron para ver si encontraban a los gemelos, y hasta fueron a molestar a su abuela, pero nunca los encontraron.
Puede que se hayan vuelto a su mundo oscuro y muerto, porque ya no los hemos visto, aunque algunos dicen que los oyen merodeando por las ceibas a ver si se topan con los gemelos que los derrotaron, pero eso fue hace mucho tiempo y los gemelos ya fueron padres y hasta abuelos, y sus huesos fueron sembrados junto a la ceiba, y ahí va gente que los venera como si fueran sus ancestros.
Nosotros siempre hemos estado aquí, antes y después que los señores divinos vinieran con sus exigencias saliendo de su mundo oscuro y muerto, lo demás es puro cuento.
Cosmogonía diversa
Como puede observarse, la cosmogonía maya es amplia, diversa e incluso caótica, con dioses que llegan o aparecen tarde, como Hunab Ku, un dios con pretensiones de unicidad y monoteísmo, Señor de los Cielos que está por encima de todos y que no pide, sino que exige sometimiento y sacrificio, obediencia ciega y fe completa, tanta, que muchos investigadores piensan que, además de tardío, parece impuesto por la religión católica y no por los sacerdotes mayas del último periodo.
En mitología comparada se pueden encontrar ciertas similitudes con la mitología hindú, cultura que incluso tiene connotaciones idiomáticas similares a la cultura maya, que en sánscrito significa «ilusión», o como en el caso de creerse producto de un sueño, de Visnú en la mitología hindú, y de la Gran Bestia del Caos en la mitología maya.
La misma palabra «maya» crea polémica entre los lingüistas e investigadores, ya que para algunos es una palabra náhuatl que significa «antepasado», aunque nada en la cultura nahua haga mención o indique que los mayas fueran sus antepasados.
También hay quien la interpreta como «pueblo de dios» o «pueblo elegido», e incluso «alma eterna» o «sueño del señor», aduciendo al posible parentesco con la palabra «mahatma» del sánscrito, mientras que los estudiosos más serios y apegados a la realidad inmediata y objetiva, aseguran que la palabra «maya» quiere decir sedimento, o base, de las piedras calizas que utilizaban en la construcción de sus casas y pirámides.
Por otra parte, la era proto-maya y los pueblos mayenses de la actualidad no ayudan mucho en la dilucidación de los misterios de sus cosmogonías, y mucho menos de la etimología de su lengua, sino que abundan en ellos.
Tampoco los tres periodos nos sacan de dudas, si bien es cierto que hasta el tercer periodo no aparecen la gran mayoría de las estelas, los dibujos, las pinturas y los textos sagrados que nos hablan sobre sus creencias, que también mezclan unas leyendas con otras, y a unos dioses con otros independientemente del periodo de su verdadera aparición en el panteón maya.
Los dioses del Popol Vuh, básicamente del inframundo, no corresponden con los dioses del Chilam Balam, y aunque los gemelos del Popol Vuh aparecen en muchas de las pinturas simbólicas de códices y pirámides, no se les da el rango de creadores de la humanidad, ni de dioses propiamente dicho, aunque sí como estrellas de las constelaciones sureñas, lo que sí les otorga cierta divinidad más allá de su heroicidad en el Popol Vuh.
De hecho, y como se señala al principio de este capítulo, parece que a los primeros mayas no les importaba mucho el origen del universo ni tampoco el de la humanidad, como veremos en el próximo capítulo, sino el lugar físico de dónde venían antes de ocupar las tierras del sur mexicano y la península yucateca, porque los mayas tenían un sentido de inmanencia, de haber existido siempre, solo que en otro lugar o lugares desaparecidos a causa de una terrible catástrofe natural.
II: La creación de la humanidad
Dime de qué materia
estás hecho,
y te diré
cuál es tu destino.
Con tres periodos de alta civilización y una etapa proto-maya de seis mil años de duración y doce mil años de antigüedad, la mitología maya también es diversa a la hora de hablar de la creación de la humanidad.
Las primeras leyendas apuntan a un origen terrestre más allá de las grandes aguas, un lugar increíble y poderoso que sucumbió ante las fuerzas de la naturaleza. Incluso los itzá, que no aparecen formalmente en la cultura maya hasta el siglo XIV de nuestra era, reclaman un mismo origen.
Otras leyendas nos hablan de la inmanencia o presencia eterna del pueblo maya en este mundo y en el universo:
«Los mayas siempre hemos sido, lo que pasa es que no siempre hemos estado en el mismo lugar, hemos ido y venido, pero siempre hemos estado en algún sitio.»
No faltan, por supuesto, las leyendas sobre la creación de la humanidad a cargo de los señores de los cielos, los señores divinos que tomaron al planeta y a la humanidad bajo su responsabilidad.
En un ejercicio casi bíblico, y despreciando cualquier cronología histórica o arqueológica, hay quienes apuntan la creación del pueblo maya, como etnia elegida por los dioses, en el 3314 antes de nuestra era, basándose en el I Kin o calendario maya, que incluso señala un ocho o un quince de agosto como día exacto de su creación y fundación.
No falta la interpolación maya-azteca, que en realidad sería maya-tolteca, con una versión maya de los cinco soles, ambas catastrofistas, la diferencia con los cinco soles de la cultura nahua vuelve a ser el calendario, ya que los nahuas, tenochcas y toltecas incluidos, se regían por ciclos de trece atados de años, es decir, que cada ciclo o cada sol correspondía a 676 años desde la salida de Aztlán hasta el final de los tiempos, iniciándose el quinto y último sol en el 1521 con la llegada de los españoles, e incluso en el 1324 con la fundación de Tenochtitlan, con el fin del mundo entre los años 2000 y 2001. También hubo quien cifró el fin del mundo nahua en agosto de 1985, alegando que los españoles habían falsificado las fechas de su llegada y de su conquista por cerca de doscientos años. Quizá sí hubo falsificación de fechas, porque ni hoy en día se pueden construir puertos y astilleros por medio Pacífico en cinco o seis años, ni erigir una ciudad como el México de la Nueva España en menos de catorce años, pero el fin del mundo no se dio a pesar de casi acertar el gran temblor de septiembre de 1985 que destruyó buena parte de la ciudad de México.
Para los mayas ese mismo quinto sol comenzaría en el 1335, con la llegada de sus parientes los itzá, y el fin del mundo sería —que no fue— en el 2012. En la península yucateca hay pocos temblores y soporta muy bien el paso de los huracanes, así que la hecatombe mundial debida a un gran terremoto y a la subsecuente inundación era poco probable, así que la hecatombe no podía corresponder al quinto sol nahua a menos que fuera forzada por la tercera guerra mundial o por la caída de un gran meteorito.
Media humanidad se decantó al mundo maya y sus leyendas, a su cultura y a sus vaticinios, y al sentido fatalista y catastrofista propio de los pueblos prehispánicos, para sufrir la cruel decepción que para diciembre del 2012 no pasó absolutamente nada y el mundo siguió girando con