Nuestra materia es eterna, nuestro cuerpo físico está formado por las mismas energías y partículas que el resto del cosmos independientemente de si es inmanente y sempiterno, si apareció de la nada con el Big Bang o si repite ciclos de millones de trillones de años, somos polvo cósmico que se transforma y se reinventa constantemente desde el principio hasta el final delos tiempos.
Estamos aquí y ahora, con la sensación de existir en un eterno presente, donde el pasado, el presente y el futuro se reúnen y se funden en una sola línea, círculo o espiral, como bien dice la sabiduría oriental: “Todo momento es aquí y todo lugar es ahora”, o “todo lugar es aquí y todo momento es ahora”, el resto son ilusiones infinitas, tantas como las capas de una cebolla.
Desde la óptica de la física teórica y la mecánica cuántica, no solo es posible vivir antes y después de esta existencia física, sino que además podemos estar viviendo varias vidas, por lo menos once, en las diferentes dimensiones y mundos paralelos que envuelven a nuestro ser.
El cuerpo físico es un vehículo del alma, pero es tan eterno, materialmente hablando, como esta, que vuelve a sus orígenes orgánicos e inertes cuando el alma se desconecta y experimenta la transformación a la que llamamos muerte.
Si nuestro cuerpo es eterno, nuestra alma y nuestro espíritu también deberían serlo, y, según algunos estudios, la consciencia de nuestro ser etérico es, por lo menos, un cúmulo de información imposible de perderse a pesar de las diversas transformaciones a que se vea sometida, como lo son la previda, la vida y la vida más allá de la vida, entendiéndose la “vida” como existencia y consciencia más allá del proceso biótico.
Sí, somos información que está en la nube eternamente y que se va incrementando vida tras vida y reencarnación tras reencarnación.
La información es energía, y, como todo lo que hay en el multiverso, tampoco se crea ni se destruye, solo se transforma transmisión tras transmisión, experiencia tras experiencia, y el ser humano es en buena parte información pura y dura.
Por tanto, es muy posible que siempre hayamos estado aquí y ahora, aunque no pudiéramos percibirnos a través de los cinco sentidos, al lado del mundo físico, como lo están los sueños, los fantasmas, los muones y otras partículas subatómicas que nos acompañan y atraviesan constantemente sin que nos demos cuenta.
Desde ese “otro lado” más cercano de lo que imaginamos, podemos ver sin ojos y escuchar sin oídos lo que sucede en este mundo, y al que nos abocamos desde antes de la concepción a la experiencia vital.
Por tanto, es muy posible que estemos aquí y ahora desde antes del nacimiento, observando lo que será nuestra propia existencia en el mundo presente.
Por supuesto, la preexistencia, aunque lógica y factible, no está comprobada científicamente, y, a menudo, tampoco religiosa o teológicamente más allá de las creencias orientales, entre otras cosas porque la ausencia de jerarquías y la capacidad de libre elección del ser no son del agrado de los que mandan, del patriarcado, de la academia, de muchas religiones y, desgraciadamente, de los mismos seres que prefieren creer a pensar o a imaginar, y se sienten más cómodos si es un ser superior quien toma las decisiones y asume las responsabilidades.
Durante milenios hemos experimentado la dependencia y el apego, por lo que ya es hora de experimentar la libertad; de eso sabemos mucho las mujeres que hemos estado bajo la sombra de los hombres durante mucho tiempo, sufriendo o aprovechando la dependencia, a sabiendas que la inmensa mayoría de los hombres tampoco eran libres.
La vida es un aprendizaje constante e inevitable, un cúmulo de experiencias que escogemos desde antes de nacer de forma teórica para llevarlas a la práctica una vez que nacemos en este lado de la realidad.
II
Escogiendo la vida
Las diversas formas de reencarnación
Existen muchos mundos,
pero todos están en este.
William Shakespeare
En el budismo tibetano se cree a pies juntillas en la reencarnación, tanto y de tal manera, que el Dalai Lama, su líder religioso, es una de las múltiples reencarnaciones de Buda, que ha venido reencarnándose en todos y cada unos de los Dalai Lama que en el mundo han existido.
Según una leyenda tibetana, al morir el Bodhidarma, su alma eclosionó en un aura de mil pétalos, cada uno de los cuales se convertiría en un nuevo ser humano, reencarnación del mismo Buda, que siendo uno se convertía en mil y, de esos mil, solo uno sería su sustituto como líder espiritual de los budistas, es decir, el Dalia Lama.
Los monjes, tras el cortejo fúnebre, se pusieron a buscar por todo el mundo a los descendientes espirituales y virtuales reencarnaciones de su Maestro, guiados por la intuición y atraídos por las vibraciones superiores de los mil recién nacidos.
De entre todos esos niños especiales, fueron escogiendo a los doce más elevados, y a esos doce los sometieron a diversas pruebas:
-Don de lenguas.
-Sensibilidad.
-Inteligencia.
-Bondad.
-Valor.
-Resistencia.
-Memoria de su vida pasada.
Este último punto era de vital importancia, ya que los escogidos debían reconocer los objetos que habían pertenecido al Buda sin duda alguna.
Dependiendo de las habilidades y de la luz de los elegidos, el proceso podía durar solo unas semanas una vez que se instalaban en el monasterio, o bien entre cuatro y siete años, hasta que no quedara duda alguna de cuál de todos ellos merecía ser el Dalai Lama, reencarnación de Buda, quien a su vez al morir eclosionaría su alma en mil pétalos de colores que darían lugar a mil vidas, de las cuales una de ellas ocuparía el lugar del Dalai Lama fallecido, y así sucesivamente hasta el final de los tiempos, cuando el Bodhidarma viera la espalda del último ser humano ingresar en el Nirvana.
De cada mil reencarnaciones, solo una era elegida para dirigir el destino de toda la comunidad budista tibetana, entre otras cosas, porque solo esa persona había escogido ser Dalai Lama desde antes de su nacimiento, como así lo manifiesta varias veces cuando es puesto a prueba junto a sus hermanos de alma y de reencarnación que también optan por el puesto.
El budismo tibetano es el puente entre el budismo hindú y el budismo chino, y durante miles de años dichos budismo se han mantenido en pugna ideológica, y a veces incluso muy violenta, con respecto al legado de Buda.
El estilo hindú
En el budismo hindú la reencarnación está regida por las leyes del karma y atada al samsara, o rueda del destino, donde la reencarnación puede ser positiva o negativa, evolutiva o involutiva, dependiendo de los errores y los pecados cometidos en la vida presente, o en vidas pasadas, dando posibilidad a alcanzar la iluminación, y consecuente liberación del mundo material, en una sola vida si se ha hecho lo debido en todos los sentidos y planos vitales, algo que está reservado para muy pocos.
Si se hacen las cosas muy bien, aunque no perfectas, se puede ascender de casta de una vida a otra, pasando de paria a comerciante o funcionario, e incluso a brahmán si la vida se ha llevado excelentemente de acuerdo a las normas y leyes de las creencias de la India, pero nada más, ya que para alcanzar la iluminación un rico brahmán lo tiene más difícil que un monje, porque la liberación exige la renuncia y el desapego total a esta vida, sus placeres y sus posesiones materiales, con lo que la mayoría de los brahmanes reencarnan continuamente en su mismo contexto de riquezas y abundancia, como casta superior, portándose lo mejor posible para no perder su estatus, pero incapaces de escoger una vida más sencilla y pobre, como lo hizo Buda en su momento.
Por supuesto, si se ha llevado una mala vida y se han contravenido las leyes, las normas y las creencias, un brahmán puede pasar a renacer en una casta inferior.