Los doce trabajos de Heracles
II: Diosas y dioses
“¡Oh, gran cosmos!
¿Por qué tanto mito y misterio
cuando se puede explicar abiertamente todo?”
“Porque lo aprendido, descubierto y descifrado,
vale más que la creencia y lo regalado.”
Buena parte de lo que hoy en día sabemos sobre la mitología griega se lo debemos a un singular poeta, Hesíodo (autor de La Teogonía, un poema de noventa páginas que relata la formación del mundo y de sus dioses), del que se calcula que vivió alrededor del año 700 antes de nuestra era, aunque no se tiene la certeza exacta, y que es considerado por muchos estudiosos como el primer filósofo presocrático, porque en otros de sus escritos, Los trabajos y los días, observa el sentido de la vida humana a través del trabajo, el ser productivo más allá de los mitos y creencias primitivas, que Hesíodo intenta ordenar, sin demasiado éxito para algunos, de manera cronológica, entre otras cosas, porque la concepción de tiempo y espacio, calendario y ciclos de la naturaleza, no son los mismos para nosotros que para los antiguos habitantes de Anatolia o Grecia.
Homero, con más dudas sobre su existencia y datación de nacimiento, e incluso sobre su autoría particular, es anterior a Hesíodo, pues ya en el siglo VIII, anterior a nuestra era, aparecen los textos de la Ilíada y la Odisea, poemas sobre las aventuras de Odiseo (Ulises para los romanos) y la mítica toma de Troya, con referencias mitológicas al Averno, al Tártaro, a los cíclopes, a las sirenas y, sobre todo, a los dioses, dándolos por hecho, sin referencias históricas o mitológicas, como si siempre hubieran estado ahí y todo el mundo los reconociera.
Posible busto de Hesíodo
La tradición oral, y posiblemente otros escritos perdidos sobre mitos y leyendas micénicas, egeas o griegas, nutren a ambos poetas.
Posible busto de Homero
Los versos de Hesíodo y Homero han llegado hasta nuestros días sin perder su esencia, a pesar del tiempo, las diferentes concepciones culturales y las traducciones, ya que ambos fueron escritos en copto, o griego antiguo, para pasar a ser interpretados por todas las lenguas escritas del mundo antiguo y moderno.
La religión griega no cuenta con un texto sagrado como la Biblia o el Ramayana, ni con preceptos de premios y castigos como Los Vedanta, aunque sí con valores sobre la moral, la ética y la eterna lucha del bien contra el mal, más en lo divino que en lo humano, y si bien no promete una trascendencia para las almas mortales (su Averno es lúgubre y triste, y hay que pagar para llegar a él), en ciertos casos y para héroes, como Aquiles, Teseo y Perseo, y para semidioses como Heracles (Hércules para los romanos), sí reserva un lugar en el Olimpo.
La teogonía
En el principio solo existía el Caos. Antes del caos, la nada era el todo y el todo, lanada. Poco a poco, el caos fue cediendo ante el empuje del cosmos.
El cosmos no solo es el universo, sino la belleza, la ética, el equilibrio, la armonía, la felicidad, la seguridad, el orden, la unidad, y está más allá de todas las cosas y de toda comprensión humana, porque es en sí mismo lo creado y la creación, el poema de la poesía que da lugar y sentido a la existencia eterna y a la vida mortal, a los dioses y a todos y cada uno de los seres visibles e invisibles, de lo que es, ha sido, puede ser y será, el destino mismo que no interfiere en el destino de los demás.
El cosmos comprensible es el orden universal, que crea el tiempo, el espacio y el equilibrio entre los cuerpos celestes, mientras que el caos es la destrucción, el cambio y el renacimiento.
El cosmos escoge a Gea, la tierra, para el asiento de los dioses.
Del cosmos nace Eros, el amor divino que une a los astros, pero del caos nacen la oscuridad (Erebo) y la noche (Nix).
De la unión de Erebo y Nix nace el luminoso Éter y Hemera (el día), así como las Hespérides, guardianas de los secretos de la naturaleza.
Tras ellas vienen Némesis, la venganza, e Iris, la discordia.
Y, finalmente, el Hades infernal, para los seres menores, y el Tártaro, peor que el infierno, para los seres mayores que contravengan el orden.
Dentro del cosmos nace el primer Cronos, el tiempo, y se origina lo que conocemos como universo, e incluso como multiverso.
Primera dinastía, Uránidos
Gea crece, se asienta, tiene relaciones con Eros y empieza a dar a luz a diferentes seres como a Ponto, el mar, los bosques y las montañas, con el inaccesible Olimpo de fondo, y de entre todos ellos da a luz al segundo Cronos, o Urano, el cielo (no al planeta), del cual se enamora y se une a él en matrimonio.
Con Cronos hay cierta confusión, ya que en algunos textos Urano y Cronos son el mismo, incluyendo al Saturno romano, al que Goya pinta devorando a sus hijos, con lo que hay un Cronos abuelo que deviene del cosmos, un Cronos marido de Gea, y un Cronos hijo y nieto que castra a su padre, a su abuelo o a sí mismo, para ser engañado más tarde por Zeus y sufrir él mismo una castración, y de esta manera su hijo y bisnieto, Zeus, le arrebatará el Olimpo.
Gea también da a luz a seis titanes, Océano, Ceo, Crio, Hiperión, Janto y Cronos, que va a castrar a Urano, el cual no permite que el tiempo avance y devora a sus hijos para que no le quiten el reino de los cielos; y a seis titánidas, Tetis, Tea, Temis, Mnemosina, Febe y Rea, con la cual se casará su hermano Cronos.
La maternidad de Gea es extensa, pues también es madre de los tres cíclopes, Brontes, Astérapes y Argos; de los tres hecatónquiros (los de las cincuenta cabezas y los cien brazos), Briareo, Coto y Giasa; y de muchos otros seres más o menos espectaculares, como los gigantes inmortales, o las tres Parcas, pero no aún de los humanos.
Segunda dinastía, Crónidos
Los titanes Cronos y Rea se divinizan en su unión y tienen numerosa descendencia: Hestia, Deméter y Hero, las hijas; Hades, Poseidón y Zeus, los hijos.
Todo es armonía en el cosmos durante milenios, pero Cronos padece los mismos miedos de sus ancestros e intenta mantener el poder divino a toda costa, y para ello planea deshacerse de sus descendientes, pero Zeus, el menor de todos, lo engaña, lo manda directamente a las estrellas, o lo mata castrándolo, y usurpa el trono del Olimpo, mientras Gea tiene sus últimos partos: Atenea, Hera, Apolo, Hefaistos (o Hefestos),Artemisa y Afrodita, que nace del amargo semen marino que Cronos deja en el Ponto.
Hesíodo hace todos los esfuerzos posibles para establecer la genealogía y la cronología de los hechos divinos, pero no siempre lo logra, y tanto sus traductores, otros autores, y las leyendas populares al respecto, no ayudan demasiado a dilucidarlas, todo ello sin tomar en cuenta que por la época en que nacen dichas leyendas, la promiscuidad y el incesto, la homosexualidad y la zoofilia, y otras cosas que hoy escandalizan y ofenden a la moral, carecían de marcador social negativo, con lo que una nieta podía ser madre de sus propios bisnietos, hermana de su esposo, o hija de su amante, así como casarse con un río, una emoción, un titán o un monstruo, lo que dificulta un poco más nuestro sentido del espacio y de las relaciones familiares.
Tercera dinastía, Olímpicos
Tras usurpar el trono de su padre, Zeus tiene que luchar contra titanes, gigantes, cíclopes y similares, e incluso contra sus propios hermanos, Hades y Poseidón.