Pequeño circo. Nando Cruz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nando Cruz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418282126
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no se pinchaba música española. Poco a poco fue ganando terreno hasta que hubo un momento en que todo el mundo estuvo concienciado. Pero para entonces ya no había nada que molara. A partir del 84, todo el rollo de Décima Víctima, Glutamato Ye-Yé o Sindicato Malone se había perdido.

      En el 85 me empezó a decepcionar el pop español. Los grupos se habían vuelto comerciales, las compañías independientes estaban desapareciendo… Yo ya ni compraba los discos, porque lo que hacían era terrible. Grupos que me habían gustado, como Radio Futura o Loquillo, ya no me parecían tan interesantes. No me importaba que fuesen grandes superventas, pero, comparado con lo que se había hecho en el 81-82, los discos que salían eran malos.

      MIGUEL MORÁN: Mi padre se retiró de la mina por enfermedad hacia los treinta y ocho años y en el año 82 mis padres montaron un bar en Torre del Bierzo, un bar típico de pueblo. Mi hermano Jose y yo nos encargábamos del local y a veces poníamos música en un equipito.

      LUIS CALVO: Antes de entrar en el instituto, mis padres se compraron una casa. Encima había una buhardilla. Allí instalé un radiotocadiscos de mueble, monté un sistema de altavoces y me hice mi espacio. Las paredes estaban llenas de pósters: del último concierto de Parálisis Permanente en León, de Psychedelic Furs… ¡Los pegué con cola!

      Ahí pasaba prácticamente todo el día. Y en la buhardilla de al lado pasaba lo mismo. Estaba Uco, un amigo tres años mayor que yo con una colección de discos muy grande. En esas buhardillas se montó un grupo de amigos y la gente traía discos. Intercambiábamos cintas y nos pasábamos cosas de una buhardilla a otra. ¡Era un sitio muy guay! Había colchones, sillones… A veces, en vez de ir a la discoteca, poníamos dinero, comprábamos cosas y pasábamos la noche allí. Era muy grande: cabíamos quince personas. Mi buhardilla era la más sofisticada porque tenía un sistema de iluminación hecho con botes de Nesquik. A veces se quemaban o saltaban los plomos de mi casa mientras veían la tele.

      Éramos una pandilla pequeña: los raros del instituto. Vestíamos raro, fumábamos porros… Yo era tirando a afterpunk. Iba con camisetas de Joy Division. Éramos un círculo de amigos con mucho interés por la música.

      Cuando iba con la familia a Madrid, iba a Kentucky, Del Sur o al Rastro y compraba todos los fanzines que veía. En el colegio hacíamos una revista, así que me pareció lógico hacer un fanzine. Se llamaba Represión. El nombre lo elegí yo. Era un fanzine de tendencia punk, pero había artículos de todo tipo: de los Violent Femmes a los Smiths. Yo era muy fan de Décima Víctima y Parálisis Permanente. Me gustaban La UVI y Kortatu y, a la vez, Sergio Mendes, La Mode y Los Panchos. Tengo la primera casete de Desechables, el primer single de Último Resorte, de Kangrena… En uno de los números hice una lista de mis canciones favoritas internacionales y había de todo: Violent Femmes, Waterboys, Shop Assistants, Smiths…

      Sacábamos un número y entre la fiesta y la gente del instituto se vendía en un día. El primer número valía cien pesetas. El segundo, cincuenta y ponía algo así como «este fanzine cuesta ochenta pesetas, pero gracias a la publicidad pagas menos». En la fiesta del primer número tocaron Ópera Prima, el grupo de Alejandro Díez anterior a Los Flechazos, y Los Vagos de Minnesota, un grupo de rockabilly. Me fui en autobús hasta León para fotocopiar el fanzine porque era mucho más barato que hacer las fotocopias en Bembibre. Un día lo dejamos y al otro fuimos a recoger las copias.

      Cuando entré en el instituto, los viernes era el día de la discoteca. Solo había una en Bembibre, la New Brothers. Me hice muy amigo del dueño. Le caí en gracia y me hicieron un carnet. Y todos los viernes iba a primera hora, cuando no había nadie, y me tiraba dos horas escuchando las novedades con él. Al dueño le gustaba mucho la música soul y disco. Y yo iba con mis discos de Parálisis, de Los Pistones, de Décima Víctima…

      MIGUEL MORÁN: Conocí a Luis muy jovencillo. Bembibre estaba a seis o siete kilómetros de mi pueblo. Íbamos a su casa a escuchar discos en la buhardilla. Luego empezó a pinchar en una sala y a montar conciertos. Una vez trajo a La Polla Records y a Kortatu. Nos grabaron el concierto desde la mesa y nos lo llevamos en una cinta.

      LUIS CALVO: Con diecisiete años me puse a trabajar en otra discoteca de Bembibre que se llamaba Fito’s. Era una sala muy grande, para mil quinientas personas. Yo era el disc-jockey de la sala y programaba los conciertos. Cuando vinieron La Polla Records y Kortatu, el pueblo y la discoteca se llenaron de punkies. También vino a tocar Luz Casal. Y Paul Collins Beat.

      Los viernes y sábados abría solo una planta. Era para los amigos, y entonces podía poner The Cure, Aztec Camera, Everything But The Girl, música española… Hasta venía gente de Ponferrada. Abría hacia las siete o las ocho y estábamos hasta las cuatro o cinco de la mañana. El domingo abrían las dos plantas porque venía gente de los pueblos de alrededor, y entonces tenía que poner italodisco y cosas así.

      En la discoteca me pasaba la noche grabando a la gente cintas con la sesión que estaba pinchando. Mucha gente de Bembibre tendrá cintas mías. A Miguel también le grabé. Era uno de los amigos que iba a la discoteca. Muchas noches acabábamos en el bar que tenían sus padres.

      Montse88 también es de Bembibre. Nos conocimos en el instituto. Montse iba la discoteca Fito’s a bailar. Yo era muy amigo de su hermana mayor y también le grababa cintas.

      Gonzalo [Viña] era otro amigo de Bembibre. Se fue a vivir a Inglaterra y traía de todo. Luego formó parte de un grupo de Elefant, Union Wireless. También había por allí otro chico, Juancho, que hacía el fanzine Carai: fue mánager de Dover y de Cooper, y programaba la sala El Sol. Y también estaba Bruno González, de Guedeon Della, que era vecino mío en Bembibre.

      Con el paso de los años pienso que quizá Bembibre fue un oasis porque allí no llegaban Los 40 Principales. Si hubiesen llegado, a lo mejor habría habido otras opciones musicales. Que la mayoría de la gente de esa época escuchase Radio 3 hizo que se forjase aquel núcleo de gente.

      ÉXODO EN EL BIERZO

      MIGUEL MORÁN: En el 84 me fui a Madrid. Estaba cansado de estar allí y quería empezar a buscarme la vida. Tuve una historia con una chica. A sus padres yo les parecía un poco punk. En un pueblito siempre te etiquetan: que si te pintas el pelo, que si te lo pones de punta, que si fumas porros… No querían que estuviese conmigo, y nos largamos.

      LUIS CALVO: Me fui a estudiar Ingeniería de Minas a Madrid en el 86. Empecé el curso, pero, como tenía poca nota, en enero me dijeron que no me admitían. Seguí yendo a clase, pasándolo bien, saliendo, conociendo muchos grupos, mucha música…

      Mi hermana estudiaba Bellas Artes y conocía a mucha gente. Iba a clase con Santiago Segura y con Javier Aramburu. La primera noche que salí de marcha con ella iba con el cantante de Alphaville. Yo era superfan. Tenía el single Palacio de invierno. Estaba eufórico, me emborraché y en el taxi le vomité encima. Así aterricé en Madrid.

      El círculo de gente de Bellas Artes era muy especial. La amiga de toda la vida de mi hermana vivía en un piso muy loco por la calle Hermosilla. Había cinco personas viviendo en cinco habitaciones. Por allí pasaba el de Alphaville, Javier Corcobado, porque una de las que vivía allí era su novia… Cuando Corcobado se intentó suicidar fue en ese piso. Y en ese mismo edificio caí unos años más tarde porque vivía Carmen, de Vainica Doble.

      También iba mucho al Rastro. Allí vendían los famosos singles de los jukebox a cinco pesetas. Los vendían sin portada en un puesto que ocupaba dos mesas. Me levantaba pronto todos los domingos y me tiraba una hora o dos solo en ese puesto. Compraba muchos; la mitad no valían para nada, así que volvía y los vendía o los cambiaba.

      Llegó el verano, volví a Bembibre y al curso siguiente me fui a estudiar a Oviedo. Era el único sitio en el que podía entrar con mi nota. En Oviedo estuve tres o cuatro años. El segundo año compartí piso con un chico que estaba en un grupo mod, Los Cautivos.

      En la Escuela de Minas se jugaba al póquer y al mus. Yo jugaba casi todos los días, ganaba mucho dinero y me bajaba a Bangladesh —una tienda de discos que estaba al lado— a comprar discos piratas de los Cure, de Bauhaus,