Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael Azerrad. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Michael Azerrad
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418282102
Скачать книгу
un chico de San Pedro, eso era una oportunidad en un millón. Y que a Georgie, un tipo popular, le gustara el punk era increíble. Todo el mundo sabía que yo y D. Boon éramos dos freaks; cuando llegó el punk, era lógico que un par de capullos como nosotros se interesasen por él. Pero Georgie se tragó unas cuantas hostias.

      Aunque esas hostias solo eran verbales («insultos como maricones y comemierdas», afirma Watt), ya que el talento pugilístico de Hurley era legendario.

      Boon, Watt y Martin Tamburovich, cantante de The Reactionaires, habían asistido a un concierto de punk local cuando conocieron a un tipo alto, de mirada intensa, que repartía flyers de un bolo en San Pedro de su grupo, Black Flag. Era Greg Ginn, que invitó a The Reactionaries a tocar en el concierto. El concierto —el primero de The Reactionaries y el segundo de Black Flag— casi terminó en un altercado cuando los chicos empezaron a destrozar el centro juvenil donde se celebraba.

      The Reactionaries solo duraron siete meses —Boon y Watt decidieron que tener un líder tradicional era demasiado «propio de un grupo de rock & roll y demasiado burgués», y a principios de 1980 crearon un nuevo grupo llamado The Minutemen. Boon escogió «The Minutemen» entre una larga lista de nombres que Watt había escrito. El nombre gustó a Boon no solo por la legendaria milicia de la Guerra de Independencia de Estados Unidos, sino porque también lo había utilizado un grupo reaccionario de derechas de los 60.

      —Enviaron notas a [la activista de izquierdas] Angela Davis en las que la amenazaban con ponerle una bomba, aunque nunca lo hicieron —explica Watt—. Una cita de Mao decía que todos los reaccionarios son tigres de papel, unos impostores. Y él pensaba que The Minutemen (los de los 60) eran unos grandes impostores.

      Contrariamente a lo que cuenta la leyenda, el grupo no adoptó ese nombre por la brevedad de sus canciones.

      Empezaron a escribir canciones a principios de los 80 en el diminuto apartamento que Boon tenía en San Pedro. Resultó que Joe Baiza, que posteriormente sería miembro de Saccharine Trust, otro grupo de SST, vivía justo en el piso de abajo.

      —Él y su compañero de piso vivían como hámsters gigantes —explica Watt—. Cogían un montón de periódicos y los extendían en el suelo. Su apartamento era una gigantesca jaula para hámsters, tío.

      Baiza estaba alucinado con lo que hacían allí arriba —les oía tocar y zapatear, aunque jamás duraba más de treinta o cuarenta segundos—.

      —No sabía qué coño tramábamos allí arriba —comenta Watt, riendo.

      La enorme brevedad de sus nuevas canciones procedía de Wire, un grupo de art punk británico cuyo álbum de debut, el clásico Pink Flag, contenía veintiuna canciones en tan solo treinta y cinco minutos. Ese planteamiento también compensaba las carencias musicales de The Minutemen.

      —Con los ritmos cortos, podías tocar más rápido; no tenías que constuir ritmos complejos. —explica Watt—. Intentábamos encontrar nuestro sonido. No estábamos cómodos diciendo: aquí está nuestro groove. Así que nos limitamos a decir, hagámoslo al revés y dejémoslo ahí, en el punto más álgido.

      El otro ingrediente básico del sonido de The Minutemen era The Pop Group. Las guitarras cáusticas del grupo post-punk inglés y los ritmos de baile elementales eran la base de explícitas arengas sobre los prejuicios raciales, la represión y la codicia de las grandes empresas —uno de los álbumes se titulaba For How Much Longer Do We Tolerate Mass Murder? [¿Cuánto tiempo más vamos a tolerar el asesinato en masa?]—. La iconoclasia de Wire y de The Pop Group dio a Watt y Boon una lección poderosa:

      Una serie de retratos tomados en 1980 frente a las oficinas de SST en Torrance, California, después de un ensayo. De izquierda a derecha: D. Boon, Mike Watt y George Hurley. Foto: Martin Lyon.

      —No necesitabas estribillos, no necesitabas solos de guitarra, no necesitabas nada —afirma Watt.

      Las letras, básicamente, eran denuncias de Watt y Boon y que ellos llamaban spiels. «Solo decimos lo que decimos», explicó D. Boon en una ocasión en Flipside. Empezaron a introducir más jerga propia en su vocabulario. Boozh era la abreviatura de burgués —un tabú—. Mersh significaba comercial. Econo quería decir económico, eficiente; para The Minutemen se convirtió en un estilo de vida.

      Desgraciadamente, Hurley se había unido a otro grupo tras la disolución de The Reactionaries, de modo que ficharon a Frank Tonche, un soldador local, y dieron su primer concierto en marzo de 1980, como teloneros de Black Flag en Los Ángeles. En su segundo concierto, en mayo, Greg Ginn preguntó si les gustaría grabar para su nuevo sello, SST. Pero entonces, Tonche, en palabras de Watt, «se asustó con el punk rock» —en realidad, se largó del escenario en el segundo concierto del grupo después de que los punks le escupieran—. Hurley pronto estaba de nuevo con Boon y Watt.

      El 20 de julio de 1980 grabaron un EP de siete canciones llamado Paranoid Time. Era la segunda referencia de SST, con un duración total de seis minutos y cuarenta y un segundos. A pesar de la batería ágil y escurridiza, la guitarra aguda y el bajo vibrante, no tenían nada que ver con el hardcore punk, mientras que los ritmos relativamente acelerados y los tempos ultrarrápidos, sí. La conciencia política de izquierdas del grupo ya era más que evidente. En ese momento, el miedo a una catástrofe nuclear estaba volviendo con fuerza: el halcón de Reagan ocuparía el cargo seis meses más tarde, y costaba quitarse de la cabeza que su dedo tembloroso podía apretar El Botón en cualquier momento. Boon define el momento en «Paranoid Chant» cuando grita «I try to talk to girls and I keep thinking of World War III!22».

      En noviembre de 1980, fecha de su primer concierto en un club —el Starwood de Los Ángeles—, se habían convertido en un grupo diferente. Habían perdido el derecho de uso del cobertizo de Hurley y se habían trasladado al local de ensayo de Black Flag en la cercana Torrance. Compartir espacio con Black Flag afectó profunda e inesperadamente su música. «Cuando tocas con un grupo como ese, no quieres sonar como ellos», explicó Watt a Flipside. «Si ellos tocaban ese heavy metal tan rápido, entonces nosotros no íbamos a hacer lo mismo. Así que nos dedicamos a otro rollo.»

      En aquellos días estaba especialmente de moda apropiarse de estilos de baile afroamericanos como el funk y el disco, a la manera de los Talking Heads. Y así fue como The Minutemen desafiaron el metalismo de Black Flag. Tal y como Watt explica:

      —A ellos les dio por Dio, Black Sabbath y ese tipo de música. ¡Pero nosotros ya habíamos pasado por ahí! Crecimos imitando esos discos. Ellos, no.

      Boon estudió Arte en la universidad y lo dejó porque no quería acabar utilizando su arte con fines comerciales. Watt estudió electrónica y nunca se dedicó a ello para ganarse la vida porque los puestos de trabajo para un ingeniero electrónico se encontraban en el sector de defensa. El punk rock era una bendición por su ética. Quizá incluso un premio.

      —A veces tienes que exteriorizar tus sueños, porque las circunstancias te pueden ahogar —explica Watt—. Y en lugar de cabrearte y envidiar lo que tienen los demás, ¿por qué no recurrir a tu vena artística y crear un pequeño lugar de trabajo, un pequeño feudo? Mientras no oprimas a alguien o algo con ello, pienso que, en cierto modo, es sano.

      Watt se sentía corrompido por la experiencia de aprender versiones y envidiaba a los punks más jóvenes por su pureza. The Minutemen gastaron mucha energía artística intentando desaprender los arquetipos asfixiantes que les habían impuesto durante los 70; a favor de ellos, cabe decir que celebraron este proceso y los emocionantes descubrimientos que realizaron a lo largo del camino.

      Ginn les dio trabajos de poca categoría como radio operadores aficionados de SST; posteriormente, trabajaron para el propio sello. Por ejemplo, el trabajo de Watt era el de enlace con las tiendas de discos, a quienes daba la tabarra para que compraran y vendieran los discos de SST. No quedaba bien que los artistas del sello hiciesen ese trabajo, de modo que Watt adoptó el nombre de Spaceman, y su energía incansable y enorme labia se adecuaron perfectamente