Juan Voutssás establece con claridad y profundidad dos momentos relevantes de la historia de la automatización. El primero, que se puede calificar como el más creativo, es el que alude a los esfuerzos realizados por los bibliotecarios y tecnólogos de las primeras instituciones que se encargaron de la automatización de las bibliotecas. Para ellos, el principal obstáculo fue la falta de conocimientos y experiencias previas en el campo, superado sólo a fuerza de trabajo, ingenio y creatividad. El segundo fue dado por la limitada capacidad de los equipos para operar; es decir, la baja velocidad de procesamiento, las restricciones en el espacio de almacenamiento y la carencia total de canales de transmisión, pues existían comunicaciones por demás primitivas e inestables. Esta situación, al igual que la anterior, fue superada con talento, dedicación, ingenio y, sobre todo, con colaboración interdisciplinaria. El autor señala en varias ocasiones que el trabajo realizado en México llamó la atención de expertos extranjeros, al menos de los de la Biblioteca del Congreso y de los fabricantes de la computadora Britton-Lee, pues cuando se logró optimizar el rendimiento de esta máquina sus creadores vinieron a estudiar qué era lo que hacían los mexicanos que mejoraba así la productividad del equipo.
La primera etapa de la automatización consistió en la producción de sistemas y programas para imprimir tarjetas catalográficas, crear los primeros sistemas de catalogación automatizada y módulos para préstamo, entre otros. No se omite el análisis del desarrollo de las telecomunicaciones que eventualmente hicieron posible la incorporación de nuevos sistemas y productos asentados ya no exclusivamente en la biblioteca, sino que también permitían el acceso y la comunicación remota. Esto dio lugar a la descripción de la segunda etapa, marcada por la incorporación de sistemas administradores de bibliotecas de tipo comercial como Dynix, Innovative y Aleph. Estos sistemas facilitaron la organización de las bibliotecas pero ocasionaron la pérdida del impulso creativo del primer periodo.
Finalmente, el último aspecto que incluye esta obra es el estudio del acceso en línea a recursos electrónicos o digitales; por ejemplo, las publicaciones periódicas. Este periodo se caracteriza por la introducción de la expresión “biblioteca digital”, que en la práctica apunta al acceso a los recursos o colecciones digitales de las bibliotecas.
A propósito de los avances alcanzados el siglo pasado, es crucial reconocer la importancia de la producción de una gran cantidad de bases de datos automatizadas que describen los recursos disponibles en las bibliotecas porque a través de ellas se dieron a conocer los recursos y se aprovecharon ampliamente. Contrario a lo que pudiera pensarse, las bases de datos no contienen innovaciones sistémicas ya que utilizan formatos prexistentes a los que se les añade información especializada.
Con certeza, la obra que el lector tiene en sus manos le ayudará a comprender el nivel alcanzado en el desarrollo de los servicios bibliotecarios al mismo tiempo que le permitirá anticipar lo que aún no acontece y con ello elaborar planes. Se está ante un trabajo escrito por un personaje que tuvo una amplia participación en la automatización de bibliotecas en México, y que no conforme con ello hace un riguroso, profundo y bien documentado análisis sobre la materia.
Adolfo Rodríguez Gallardo
Nadie puede apreciar justamente el valor de la información existente si no sabe por cuáles esfuerzos ha sido adquirida. Ninguna persona puede ponderar correctamente cualquier verdad mientras que no esté consciente de los errores previos a través de los cuales el camino a ella ha sido transitado.
Johann Georg Kohl, 1856
1.- La automatización previa a los equipos de cómputo
[...] Ahora hay en las bibliotecas una fascinación tan sutil y atrayente sobre las máquinas, que si alguna vez se permite que entren de lleno, se convierten definitivamente en una enfermedad […] La fascinación crece y se alimenta hasta que los fondos de la biblioteca, así como el tiempo y el pensamiento del bibliotecario, se pierden en la búsqueda de estos accesorios mecánicos [...].
Stanley Jast, 1898
Cuando se menciona el concepto de “automatización de bibliotecas”, por lo general vienen a la mente computadoras conviviendo con actividades y funciones en la biblioteca. Esto es cierto solo en parte. Muchas décadas antes del advenimiento del equipo de cómputo, la automatización de bibliotecas ocurrió en muchos aspectos y a través del uso de múltiples tecnologías de todo tipo. Para fines de este texto, y para ponerlo de manera simple, se entiende a la automatización como el uso de un dispositivo —mecánico, eléctrico, electrónico, etcétera— para minimizar o sustituir en un proceso a un operador humano. Derivado de lo anterior, puede afirmarse que existieron múltiples dispositivos no computacionales que fueron usados en las bibliotecas a lo largo de mucho tiempo para crear, mejorar y extender servicios; aumentar la calidad y el alcance de los mismos; reducir tiempos, esfuerzos y costos en los procesos, etcétera.
¿Hasta dónde podemos remontarnos? Aunque automatización implica dispositivos, si se reflexiona, en realidad las bibliotecas han aprovechado la tecnología casi desde el momento en que existió, y esto no es nada reciente: es una historia de milenios. Si consideramos de manera simple que la tecnología es el uso práctico, deliberado y consciente de conocimiento para mejorar las cosas, sean bienes o servicios y, entre estos últimos, la organización de los quehaceres humanos, entonces podemos afirmar que las bibliotecas aprovecharon la tecnología desde que los primeros índices aparecieron sobre tabletas de arcilla para su mejor localización en la biblioteca de Ebla, a la mitad del tercer milenio antes de nuestra era, o desde que el encargado de la Biblioteca de Alejandría, Calímaco de Cirene, creó cerca del año 265 a.C. los llamados pinakes o tablas, metadatos con registro temático en ciento veinte volúmenes. Muchos otros ejemplos semejantes pueden hallarse a lo largo de los siglos: la famosa Bibliotheca Universalis de Konrad von Gesner de 1545, primera gran bibliografía de la historia compilada por el naturalista y escritor suizo-germano con el fin de consignar todos los libros impresos en Europa en latín, griego y hebreo. 1 Para el siglo XVI, todas las bibliotecas de universidades importantes de Europa producían sus propios catálogos. En 1697, Frederick Rostgaard ya se preguntaba si era más conveniente ordenar los libros alfabéticamente o por una clasificación temática. Los sistemas de organización modernos son otros claros ejemplos de tecnología asociada a bibliotecas: el sistema de clasificación del Vaticano, el de Jacques-Charles Brunet, el sistema de organización decimal de Melvil Dewey, el de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de Cutter y el de Ranganathan fueron en su tiempo grandes innovaciones tecnológicas en las bibliotecas. En 1908, la American Library Association de Nueva York y la Library Association de Londres crearon el primer Código de catalogación angloamericano con el objeto de unificar las reglas en diferentes bibliotecas (Anglo-American Cataloging... 1983,151-165).
Todos los ejemplos anteriores representan conocimiento aplicado a la práctica para mejorar las funciones en las bibliotecas –es decir, tecnología–, aunque su manifestación física no sea tan evidente. Pero en algún momento la tecnología se manifestó también en muebles, en dispositivos, en aparatos, donde su percepción es más notoria y donde nos acercamos a la automatización. Toda automatización es tecnología, aunque no toda tecnología es automatización. Es decir, la automatización es solo una de tantas tecnologías posibles en las bibliotecas. Un ejemplo de automatización temprana fue la “rueda de libros”, dispositivo para contener y leer varios libros a la vez —aun siendo voluminosos— que fue inventado en 1588, y del cual todavía hoy puede admirarse un ejemplar en perfecto estado en la Biblioteca Palafoxiana de la Ciudad de Puebla. Este es un dispositivo que es tecnología, pero no ya tan