«El sol te está dejando la cara colorada», me dice. El vaso tiene gotas de agua, como si él también transpirara. Lo vacío rápido y lo devuelvo; levanto las pesas del suelo. Septiembre no vuelve de inmediato a su escritorio; permanece de pie, apenas pasado el ventanal, con la mano haciendo visera. El pelo le brilla como en una propaganda de champú. Quizás quiera tener una charla de chicas, me ilusiono. No sé si apoyar de nuevo las pesas, por miedo a romper el hechizo y que se vaya; tampoco sé si continuar ejercitando.
«Gales nunca me quiso contar mucho sobre su familia», me dice, «posiblemente por haber vivido en una muy numerosa. Para él siempre fue un peso esta casa llena de parientes y recuerdos».
«¿Y espíritus que regresan de la muerte?».
Septiembre se sienta en el suelo, levantándose un poco la pollera para no manchársela con la tierra roja y los frutos amarillos de los árboles. «Esta casa la construiste vos», contesta.
«Mi papá era arquitecto; me enseñó todo su oficio desde que yo tenía la edad de tus hijos. Planeamos esta casa desde mi adolescencia, para que fuera mía y de mi familia. Él se murió antes de empezar y tuve que hacerlo solo. Supongo que papá estaba ilusionado con vivir conmigo y sus futuros nietos después de jubilarse».
A veces el sol es cubierto por nubes y Septiembre baja la mano que hace de visera; tiene los ojos tan parecidos a los de una exnovia que me da miedo ir a chequear si desciende de ella.
«¿Y tu mamá?».
«La aplastó un auto cuando yo tenía nueve años».
«Lo siento».
«A veces pienso qué diferente habría sido mi vida si para entonces ya hubiera existido el estado de flotación. Mi mamá podría haber continuado conmigo, en internet o en otro cuerpo, en algún lugar. Papá me decía que mamá estaba en el Cielo; en ese momento solo teníamos la religión. Pero al Cielo no se puede acceder por medio de una computadora; la religión no es user-friendly».
«Hace unos años que la Iglesia viene diciendo que aunque sea un método diabólico de todas maneras demuestra la existencia del alma».
«Al menos ya no le hacen la excomunión a quienes entran en flotación».
«A los primeros reencarnados les hacían exorcismos…».
Nos reímos. Septiembre baja la mano como visera para ocultar la boca abierta. Tiene las primeras arrugas notables de la adultez, cerca de los ojos y en las manos; el sol las ilumina. Yo tengo más que ella, pero mi cuerpo es al menos diez años más viejo.
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