Y Febo al gran VALDES atento mire.
Verá en él un gallardo y sabio pecho,
Un ingenio sutil y levantado,
Con que le dexe en todo satisfecho.
FIGUEROA es estotro el Dotorado,
Que cantó de Amarili la constancia
En dulce prosa y verso regalado.
Quatro vienen aqui en poca distancia
Con mayusculas letras de oro escritos,
Que son del alto asunto la importancia.
De tales quatro siglos infinitos
Durará la memoria, sustentada
En la alta gravedad de sus escritos.
Del claro Apolo la real morada
Si viniere á caer de su grandeza,
Será por estos quatro levantada.
En ellos nos cifró naturaleza
El todo de las partes, que son dinas
De gozar celsitud, que es mas que alteza.
Esta verdad, gran CONDE DE SALINAS,
Bien la acreditas con tus raras obras,
Que en los terminos tocan de divinas
Tu, el de ESQUILACHE PRINCIPE, que cobras
De dia en dia credito tamaño,
Que te adelantas á tí mismo y sobras:
Serás escudo fuerte al grave daño,
Que teme Apolo con ventajas tantas,
Que no te espere el esquadron tacaño.
Tú, CONDE DE SALDAÑA, que con plantas
Tiernas pisas de Pindo la alta cumbre,
Y en alas de tu ingenio te levantas.
Hacha has de ser de inextinguible lumbre,
Que guie al sacro monte, al deseoso
De verse en él, sin que la luz deslumbre.
Tú, el de VILLAMEDIANA, el mas famoso
De quantos entre Griegos y Latinos
Alcanzaron el lauro venturoso:
Cruzarás por las sendas y caminos
Que al monte guian, porque mas seguros
Lleguen á él los simples peregrinos.
A cuya vista destos quatro muros
Del Parnaso caerán las arrogancias
De los mancebos sobre necios duros.
O quántas, y quan graves circunstancias
Dixera destos quatro, que felices
Aseguran de Apolo las ganancias!
Y mas si se les llega el de ALCAÑICES,
Marques insigne, harán (puesto que hay una
En el mundo no mas) cinco Fenices.
Cada qual de por sí será coluna,
Que sustente y levante el edificio
De Febo sobre el cerco de la luna.
Este (puesto que acude al grave oficio,
En que se ocupa) el lauro y palma lleva,
Que Apolo da por honra y beneficio.
En esta ciencia es marabilla nueva,
Y en la Jurispericia unico y raro,
Su nombre es DON FRANCISCO DE LA CUEVA.
Este, que con Homero le comparo,
Es el gran DON RODRIGO DE HERRERA,
Insigne en letras, y en virtudes raro.
Este, que se le sigue es el DE VERA
DON JUAN, que por su espada y por su pluma
Le honran en la quinta y quarta esfera.
Este, que el cuerpo y aun el alma bruma
De mil, aunque no muestra ser christiano,
Sus escritos el tiempo no consuma.
Cayóseme la lista de la mano
En este punto, y dixo el dios: con estos
Que has referido está el negocio llano.
Haz que con pies y pensamientos prestos
Vengan aqui, donde aguardando quedo
La fuerza de tan validos supuestos.
Mal podrá DON FRANCISCO DE QUEVEDO
Venir, dixe yo entonces; y él me dixo:
Pues partirme sin él de aqui no puedo.
Ese es hijo de Apolo, ese es hijo
De Caliope musa, no podemos
Irnos sin él, y en esto estaré fijo.
Es el flagelo de poetas memos,
Y echará á puntillazos del parnaso
Los malos que esperamos y tememos.
O, señor, repliqué, que tiene el paso
Corto, y no llegará en un siglo entero.
Deso, dixo Mercurio, no hago caso.
Que el poeta que fuere caballero,
Sobre una nube entre pardilla y clara
Vendrá muy á su gusto caballero.
Y el que nó, pregunté, qué le prepara
Apolo? qué carrozas? ó qué nubes?
Qué dromedario? ó alfana en paso rara?
Mucho, me respondió, mucho te subes
En tus preguntas, calla y obedece.
Sí haré, pues no es infando lo que jubes.
Esto le respondí, y él me parece
Que se turbó algun tanto; y en un punto
El mar se turba, el viento sopla y crece.
Mi rostro entonces, como el de un difunto
Se debió de poner, y sí haria,
Que soy medroso á lo que yo barrunto.
Vi la noche mezclarse con el dia,
Las arenas del hondo mar alzarse
A la region del aire, entonces fria.
Todos los elementos vi turbarse,
La tierra, el agua, el aire, y aun el fuego
Vi entre rompidas nubes azorarse.
Y en medio deste gran desasosiego
Llovian nubes de poetas llenas
Sobre el bagel, que se anegara luego,
Si no acudieran mas de mil sirenas
A dar de azotes á la gran borrasca,
Que hacia el saltarel por las entenas.
Una, que ser pensé Juana la Chasca,
De dilatado vientre y luengo cuello,
Pintiparado á aquel de la tarasca,
Se llegó á mí, y me dixo: de un cabello
Deste bagel estaba la esperanza
Colgada á no venir