Viage al Parnaso La Numancia y El Trato de Argel. Miguel de Cervantes Saavedra. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Miguel de Cervantes Saavedra
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 4057664170002
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se adequa mas à cada uno, sino tambien si se acomoda mejor à la teorica que à la practica de aquella ciencia: porque estas requieren por lo comun, diferente indole de ingenio. En Cervantes, prosigue Rios, se verificó plenamente esta observacion. Nunca acertó à componer comedias, y poseia perfectamente su teorica, como lo acreditan muchos lugares de sus obras, y especialmente el Coloquio entre el Cura y el Canonigo de Toledo, que inserta en la primera parte de D. Quixote. Por los defectos expuestos del Trato de Argel, se puede hacer algún juicio de la Numancia, aunque es algo mas regular.

       Índice

       CAPITULO I.

       Índice

      Un quidam caporal Italiano,

       De patria Perusino á lo que entiendo,

       De ingenio Griego, y de valor Romano,

       Llevado de un capricho reverendo,

       Le vino en voluntad de ir á Parnaso,

       Por huir de la corte el vario estruendo.

       Solo y á pie partióse, y paso á paso

       Llegó donde compró una mul antigua

       De color parda, y tartamudo paso:

       Nunca á medroso pareció estantigua

       Mayor, ni menos buena para carga,

       Grande en los huesos, y en la fuerza exigua:

       Corta de vista, aunque de cola larga,

       Escrecha en los hijares, y en el cuero

       Mas dura que lo son los de una adarga.

       Era de ingenio cabalmente entero,

       Caia en qualquier cosa facilmente

       Asi en Abril, como en el mes de Enero.

       Enfin sobre ella el poeton valiente

       Llegó al Parnaso, y fue del rubio Apolo

       Agasajado con serena frente.

       Contó, quando volvió el poeta solo

       Y sin blanca á su patria, lo que en vuelo

       Llevó la fama deste al otro polo.

       Yo que siempre trabajo y me desvelo

       Por parecer que tengo de poeta

       La gracia, que no quiso darme el cielo:

       Quisiera despachar á la estafeta

       Mi alma, ó por los aires, y ponella

       Sobre las cumbres del nombrado Oeta.

       Pues descubriendo desde alli la bella

       Corriente de Aganipe, en un saltico

       Pudiera el labio remojar en ella:

       Y quedar del licor süave y rico

       El pancho lleno: y ser de alli adelante

       Poeta ilustre, ó al menos manifico.

       Mas mil inconvenientes al instante

       Se me ofrecieron, y quedó el deseo

       En cierne, desvalido, é ignorante.

       Porque en la piedra que en mis hombros veo,

       Que la fortuna me cargó pesada,

       Mis mal logradas esperanzas leo.

       Las muchas leguas de la gran jornada

       Se me representaron que pudieran

       Torcer la voluntad aficionada,

       Si en aquel mismo instante no acudieran

       Los humos de la fama á socorrerme,

       Y corto y facil el camino hicieran.

       Dixe entre mí: si yo viniese á verme

       En la dificil cumbre deste monte,

       Y una guirnalda de laurel ponerme;

       No envidiaria el bien decir de Aponte,

       Ni del muerto Galarza la agudeza,

       En manos blando, en lengua Radamonte.

       Mas como de un error siempre se empieza,

       Creyendo á mi deseo, di al camino

       Los pies, porque di al viento la cabeza.

       Enfin sobre las ancas del destino,

       Llevando á la eleccion puesta en la silla

       Hacer el gran viage determino.

       Si esta cavalgadura maravilla,

       Sepa el que no lo sabe, que se usa

       Por todo el mundo, no solo en Casulla.

       Ninguno tiene, ó puede dar escusa

       De no oprimir desta gran bestia el lomo,

       Ni mortal caminante lo rehusa.

       Suele, tal vez ser tan ligera, como

       Va por el aire el aguila, ó saeta,

       Y tal vez anda con los pies de plomo.

       Pero para la carga de un poeta,

       Siempre ligera, qualquier bestia puede

       Llevarla, pues carece de maleta.

       Que es caso ya infalible, que aunque herede

       Riquezas un poeta, en poder suyo

       No aumentarlas, perderlas le sucede.

       Desta verdad ser la ocasion arguyo,

       Que tu, ó gran padre Apolo, les infundes

       En sus intentos el intento tuyo.

       Y como no le mezclas ni confundes

       En cosas de agibilibus rateras,

       Ni en el mar de ganancia vil le hundes;

       Ellos, ó traten burlas, ó sean veras,

       Sin aspirar á la ganancia en cosa,

       Sobre el convexo van de las esferas:

       Pintando en la palestra rigurosa

       Las acciones de Marte, ó entre las flores

       Las de Venus mas blanda y amorosa.

       Llorando guerras, ó cantando amores

       La vida como en sueño se les pasa,

       O como suele el tiempo á jugadores.

       Son hechos los poetas de una masa

       Dulce, süave, correosa y tierna,

       Y amiga del hogar de agena casa.

       El poeta mas cuerdo se gobierna

       Por su antojo valdio y regalado,

       De trazas lleno, y de ignorancia eterna.

       Absorto en sus quimeras, y admirado

       De sus mismas acciones, no procura

       Llegar á rico, como á honroso estado.

       Vayan pues los leyentes con letura,

       Qual dice el vulgo mal limado y bronco,

       Que