La politica del Ministerio británico añadia nuevas dificultades á la marcha de la independencia. Cuando los borbones de la Península se restablecieron de las usurpaciones del Corso, Lord Stranffordt exijia mas bien que aconsejaba en nombre de su gobierno, la adopcion por el de las Provincias Unidas “de una conducta politica cual convenia al nuevo órden de cosas” de la España.
Fué entonces y en mérito de tan complicada situacion, que se acordó por el gobierno la mision diplomática de los Sres. Rivadavia y Belgrano cerca de los gabinetes de Madrid, Paris y Londres. En 1814 debieron partir estos señores del Rio de la Plata, y no seria sin emocion que al llegar á la linea que separa al globo en dos hemisferios, tocaron con el inmenso sepulcro de su predecesor y nuestro primer plenipotenciario en el estrangero.
El titulo diplomático de aquellos señores era el de Diputados del gobierno de las Provincias Unidas, y los objetos de su mision de la mayor importancia, pues, usando de las palabras de un distinguido actor en los sucesos argentinos de aquella época, “se dirijian á ganar tiempo y prevenir los resultados de una invasion; objetos, añade, que se hallan especificados en las actas del Consejo de Estado, despues de aprobadas por la soberana Asamblea Jeneral Constituyente.”
Esta aseveracion está de perfecto acuerdo con el testo de una nota oficial del Sr. Rivadavia, datada en Perpiñan á 19 de Agosto de 1816, en la cual dice á su gobierno: “En mi propartida de la córte de Madrid recibí el diploma de 19 de Febrero último, por el que V. E. se ha dignado nombrarme por Diputado de esas provincias cerca de la Corte de Paris con estension á otras potencias.... Recibí igualmente la instruccion á que se refiere, y tengo la satisfaccion de asegurar á V. E. que todas mis operaciones han prevenido el punto principal á que se contrae, que es el de neutralizar todo proyecto de espedicion de la Península con direccion á esas playas.”
A 21 de Diciembre de 1815, el ministro español D. Pedro Cevallos dirijió desde Madrid al Sr. Rivadavia una nota, haciéndole saber que era voluntad de S. M. que en vista de aquella real órden que le comunicaba con mucha gusto por los informes que tenia de sus apreciables cualidades, se pusiese en camino para aquella corte y se presentase á tratar del objeto de su mision, que seria atendido por S. M. en todo lo que fuese compatible con su dignidad y su decoro.
El Sr. Rivadavia no entró á Madrid hasta el 20 de Mayo de 1816, y al siguiente dia fué recibido por el primer ministro á quien en esa ocasion presentó su credencial. Alojaba nuestro Diputado en la calle del Desengaño, casa número 4, cuarto segundo.
Tenemos á la vista algunas notas originales del mencionado ministro de Estado, Cevallos, pasadas al diputado argentino. Se vé en ellas que desde las primeras conferencias en que el rey se prestó á oir las espresiones de sumision y vasallaje de los que se dicen diputados del llamado gobierno de Buenos Aires, comenzó la diplomacia peninsular á apercibirse de que bajo aquellas formas respetuosas habia la intencion formada de una completa emancipacion. No era estraño. Las conferencias comenzaban en Junio de 1816, es decir, un mes antes que el congreso de Tucuman dijese al mundo que era voluntad unánime é indubitable de las Provincias Unídas en Sud-América romper los violentos vinculos que las ligaban á los reyes de España.
El ministro Cevallos halló que el documento que acreditaba el carácter público del Sr. Rivadavia era informal y á tal punto desnudo de autenticidad que daba motivos para sospechar de su lejitimidad. Estas cavilosidades de Cevallos eran alimentada por los informes personalmente interesados que le comunicaba D. Manuel Sarratea, quien segun el mismo ministro tambien se decia diputado. Sarratea aseguraba que los poderes del Sr. Rivadavia estaban revocados. Las pasiones de la lucha intestina habian atravesado el océano y se ejercitaban en mengua del crédito del pais y de su causa, en el seno mismo de los gabinetes de Europa.
El Sr. Rivadavia tenia instrucciones precisas para arreglar á ellas su conducta, pero acabamos de ver que no eran de naturaleza para manifestarse á las cancillerias de Fernando VII. Cuando el ministro preguntó al diputado que si las tenia, contestóle éste que ni la llevaba ni las habia pedido á sus comitentes, dando por razon, que habiendo en la Junta de Buenos Aires algunas cabezas exaltadas le había parecido preferible no llevar instrucciones á llevarlas tales que pudiese irritar el ánimo de S. M.
El Sr. Rivadavia deseando obtener algo de importancia para la causa de su pais, á pesar del mal sezgo que tomaba la negociacion invocó por medio del director de la compañia de Filipinas D. Juan Manuel de Gondasegui, no sabemos que capitulo de sus instrucciones.
Esta contradiccion, entre no tener guia escrita de su conducta y apelar á ella al mismo tiempo, aumentó las sospechas del ministro contra la buena fé con que obraba el diputado, y dictóle los siguientes párrafos de un oficio fecha 21 de Junio que creemos deber consignar al pié de la letra. Dicen así: “Las sospechas crecieron con la noticia de que los corsarios de Buenos Aires se habian apostado á las cercanias de Cádiz para hostilizar nuestro comercio; y esta noticia unida al retardo de la venida de V. dieron á las sospechas un grado de evidencia de que los designios de Buenos Aires no eran otros que los de ganar tiempo y adormedecer las providencias reclamadas por la justicia y por el decoro del gobierno.
“Despues que este ha puesto en práctica todas las medidas reclamadas por la clemencia, y por el deseo de poner fin á una discordia intestina que hace la desolacion de unos pueblos hasta ahora felices, asi por su aventajado clima como por la prudencia y suavidad de las leyes que los regian; es preciso que acordándose de su decoro, corte el hilo de unas conferencias destituidas por parte de V. del candor, buena fé y sincero arrepentimiento que debian animarlas singularmente cuando se entablaron bajo de la autoridad de un soberano que ha querido que el atributo de padre de sus pueblos resalte sobre los demas de su soberania.
“En consecuencia ha determinado S. M. que V. se retire de España para donde guste, bajo la salvaguardia de su real garantia; pues como quiera que esta se concedió á un sujeto que se creyó adornado de las calidades que inspiran la confianza, y despues de las conferencias á otro muy distinto á los ojos de la ley, sin embargo, el rey se desentiende de sus derechos y solo se acuerda de lo que se debe á si mismo. Lo participo á V. de real órden para su inteligencia y puntual cumplimiento.”
El diputado debió hacer al ministerio español una esposicion siete dias despues de la nota que acaba de transcribirse, sincerándose de los cargos que en ella se hacian á su persona y carácter, exposicion que fué tachada por Cevallos de inexacta, y considerada indigna de toda atencion. Sin embargo, el ministro no pudo menos que establecer oficialmente una diferencia entre la persona del Sr. Rivadavia y el gobierno de que emanaban sus poderes, sentando que sus observaciones sobre la falta de candor y buena fé no recaen sobre el diputado, sino sobre la comision que desempeñaba, pero sin embargo, le repetia que el decoro del rey no permitia por mas tiempo la prolongacion de su permanencia en la Península. En consecuencia salió el Sr. Rivadavia de Madrid el dia 15 de Julio de 1816, llevando consigo el convencimiento de que la córte de España estaba irrevocablemente decidida á no entrar por partido alguno “racional, ni á aquietarse sino con el estremo de dominacion que produce una conquista que ensangrienta el resentimiento y el furor en las guerras civiles.”
En comunicaciones de 8 y 18 de Enero de 1816 dió cuenta el Sr. Rivadavia á su gobierno de los incidentes de esta negociacion y del éxito de ella. Asi se infiere de una nota datada en París á 10 de Setiembre del mismo año, dirijida tambien á su gobierno. En esta misma nota se lée lo siguiente: “Es de mi deber participar á V. E. que cuando salí de España se activaban por toda ella las providencias para embarcar en Cádiz una espedicion contra esa capital y dependencias al mando del conde de Labisbal: su número no era aun conocido del público, pues ya se decia de siete, de diez y aun de diez y ocho mil hombres de tropa de línea de toda arma.
Tambien juzgo de mi obligacion avisar á V. E. que era persuacion universal en la córte de Madrid y en toda España, que dichas fuerzas operarian contra ese pais aliadas con las de S. M. el rey de Portugal y Brasil.”
Con respecto á su conducta en la negociacion, el diputado Rivadavia se espresa asi al final de esta comunicacion: “Yo eseguro á V. E. que he llenado todas las instrucciones de mi comision, y que no he omitido medio para persuadir