Ceremonia. Daniel Espartaco Sánchez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Daniel Espartaco Sánchez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786078512409
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cuando pude leer las consignas —soy miope y me rehúso a usar lentes por vanidad—, yo tenía un cigarro en la boca y una cajetilla en el bolsillo de la camisa recién comprada en el Oxxo de la esquina, y muchas ganas de fumarme otro enseguida; es más, de encenderlo con la colilla del anterior, como lo hacía siempre.

      Recordé que el día que nos conocimos Nadezhda me preguntó si fumaba. Pronto supe que la misma sinusitis crónica que le daba a su voz un tono tan sexy, y que se negaba a atenderse por miedo a la medicina alópata (necesitaba una operación), la apartaba del complejo universo de los aromas, en este caso del olor a tabaco de mi chaqueta y mi persona en general.

      —Sí —había mentido esa vez—, ocasionalmente. Soy más bien un fumador social.

      Pero yo más bien era un fumador antisocial, misántropo, y me encontraba en medio de una manifestación en contra del tabaquismo. Por lo que pude leer en las cartulinas, esa gente, muchachitos sanos, deportistas, con camisas de polo y tenis relucientes fabricados en el sudeste asiático en condiciones infrahumanas, exigía que la Secretaría de Salud aumentara los impuestos a las tabacaleras y toda clase de restricciones a costa del pobre y honesto consumidor de tabaco nacional.

      —¡Qué bueno que llegaste! —gritó Nadezhda en medio del grupo de activistas, algunos de los cuales me miraron con desconfianza, de manera más que justificada.

      Intenté ocultar el cigarro en el hueco de la mano, pero era difícil: los compraba extra largos porque la cajetilla costaba lo mismo que la normal y así podía fumar más por el mismo precio.

      —¿Te gustaría participar? —me dijo.

      —Claro, ¿de qué se trata? —pregunté.

      —Te presento a Felipe.

      —Hola, Felipe.

      —Hola.

      Felipe era un muchacho rubio, de cabellera larga, delgado y alto, egresado tal vez de la Universidad Iberoamericana o del iteso de Guadalajara, pues tenía ese porte gallardo de muchacho de buena familia, de izquierda liberal, educado por la Compañía de Jesús. En tiempos más felices, Felipe habría tomado con gusto una andanada de disparos frente a un pelotón de soldados portugueses, u otras formas más exquisitas de martirio, como la crucifixión en una isla del Pacífico, pero, para mi desgracia, las cosas le iban mejor a la Compañía últimamente.

      —¿Le puedes explicar de qué se trata, Felipe? —dijo Nadezhda.

      —Claro, Nadi.

      Yo había apagado el cigarro con una discreta pisada de talón, y aunque ni Felipe ni Nadezhda parecían haberse dado cuenta, dos o tres personas entre la multitud me miraron como perros rabiosos: mi sola presencia les parecía una mancha en su noble causa.

      —Estamos exigiendo que el gobierno imponga más sanciones a las tabacaleras, tal como sucede en otros países en los que la legislación...

      Creo que Felipe habló durante varios minutos, no le puse mucha atención, aunque asentí a cada momento y me llevé la mano al mentón como hago cada vez que finjo interés. No podía dejar de mirar a Nadezhda, iba de un lugar a otro de la manifestación, ayudando a pintar siluetas en el piso alrededor de algunos voluntarios, como esas que dibujan en las escenas del crimen cuando se ha cometido un asesinato. A un lado escribía el nombre de alguna enfermedad: enfisema pulmonar, diferentes tipos de cánceres, epoc, etcétera. Fue la primera vez que vi su caligrafía. Era elegante, manuscrita, demodé para nuestra generación que había sido educada en la letra de molde. Y bueno, no soy de piedra, me gustaba verla agacharse, la manera como sus formas se marcaban en sus pantalones de mezclilla de buena marca.

      —¿Qué es epoc? —pregunté sin darme cuenta, interrumpiendo el discurso de Felipe (luego me enteré de que se llamaba Felipe de Jesús).

      —Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica. ¿Pero qué piensas al respecto?

      Al final de sus años, mi voluntarioso abuelo salía a caminar arrastrando un tanque de oxígeno en un diablito. El humor negro de la familia había nombrado a ese aparatejo r2d2, como el androide de La guerra de las galaxias; lo que convirtió a mi abuelo en una especie c-3po, flaco y alargado, de cabello ralo y una mascarilla de oxígeno en la boca. «¿Dónde está el abuelo?», preguntabas. «Salió a pasear con r2d2», decía uno de mis primos, sin desviar la mirada del televisor. En ese momento me sentí culpable de haber sido partícipe de esa broma, entre otras.

      —Estoy de acuerdo con ustedes —dije—. ¿Dónde firmo?

      —No hay que firmar nada.

      Tenía un aliento agradable, de gente sana que consume grandes cantidades de clorofila. Al final me cayó bien ese muchacho. Me hubiera gustado conocerlo en otras circunstancias, pasar la Navidad con él.

      —Que Nadezhda te diga en qué nos puedes ayudar.

      Era uno de esos calurosos días de primavera en la Ciudad de México. Faltaban todavía meses para la temporada de lluvias y el sol pegaba con toda su fuerza sobre aquella banqueta del Paseo de la Reforma. El aire estaba reseco y lleno de polvo, me hubiera gustado estar en otra parte con Nadezhda.

      —¿Y bien? —me preguntó.

      —No debemos dejar que Philip Morris se salga con la suya.

      —¿Quién?

      —Es el nombre de una tabacalera.

      —Ah. Pero, ¿nos vas a ayudar?

      —¿Qué hago?

      —Van a venir unos periodistas a tomar fotos. Queremos voluntarios para posar ahí en las siluetas.

      —¿En el suelo?

      —Claro —le gustaba explicar cosas, y al comienzo de nuestra relación a mí me gustaba que lo hiciera—. Cada una de las siluetas representa uno de los males que ocasiona la adicción al tabaco. Fue idea de Felipe, ¿verdad que es muy original?

      —Yo escojo epoc —dije.

      —No, epoc ya está ocupado... a ver... solo queda libre disfunción eréctil, ahí, junto a la banca.

      —¿No queda otra?

      —No.

      —Muy bien

      Quise agregar de broma: «disfunción eréctil es mi segundo nombre», pero no lo hice. Y esa fue mi primera contribución a las causas liberales burguesas.

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