A pesar del éxito, nunca he olvidado lo que tuve que resistir en aquellos inicios complicados hasta encontrar mi lugar en el mercado. No tenía padrinos, no tenía relaciones, no tenía experiencia, no tenía dinero… Nadie me regaló nada. Pero lo conseguí. Tenía actitud y disposición. Y no te lo digo para alardear de mis logros, sino para animarte, para transmitirte que:
Con convicción, trabajo y perseverancia, ¡TÚ TAMBIÉN PUEDES!
Clave 3: Da y recibirás
Cuando doy charlas o asisto a foros de emprendedores me preguntan a menudo cuáles son para mí las claves fundamentales del éxito de un profesional, un emprendedor o un empresario. Una de las que más destaco siempre es la capacidad de relacionarte, de establecer vínculos emocionales con otros empresarios, directivos, emprendedores, profesionales, empleados, proveedores y personas en general, tanto de tu entorno inmediato como de otros no tan cercanos. Por más que hayan evolucionado las tecnologías y que nos permitan comunicarnos con personas en la otra punta del mundo como si estuvieran en la habitación de al lado, tengo claro que no tiene las mismas oportunidades quien se relaciona a nivel personal y se implica emocionalmente con su entorno que quien se pasa el día frente al ordenador, encerrado en su despacho o en su casa. Hay que abrirse, porque uno nunca sabe de dónde le pueden llegar las oportunidades… y los clientes. Son muchas las veces que me invitan a escuchar charlas, asistir a desayunos, almuerzos, etc., y te puedo asegurar que no siempre me apetece, pero siempre, sin excepción, al salir digo: “¡Ha merecido la pena!”. Siempre conoces a alguien que te aporta algo o te abre las puertas para que le puedas explicar a qué te dedicas y se interesa en tus productos o servicios.
Antes de poner en marcha Alta Gestión en 1985 estuve dos años trabajando como voluntario en la Joven Cámara Económica de Madrid (1982-84). Aunque no cobré ni un duro (todavía no había euros), fue una de las mejores experiencias de aprendizaje de mi vida y un gran hito para mi desarrollo futuro como emprendedor y empresario. La Joven Cámara era una asociación internacional de jóvenes con espíritu emprendedor y con ganas de hacer muchas cosas y comerse el mundo. La apoyaban, además de la Cámara de Comercio de Madrid, grandes compañías como IBM o el despacho de abogados de Garrigues Walker. Llegué a ser secretario general coincidiendo con la época en que Jaime Polanco, sobrino del fundador del Grupo Prisa, era el presidente. E incluso recibí un premio como “Joven del Año” en 1984, compartiendo “cartel” con personas de enorme prestigio entonces como Raúl Alfonsín (expresidente de Argentina), Pepe Barroso (joven empresario, creador de Don Algodón y de la Asociación de Jóvenes Empresarios), José Ma García (periodista deportivo) y Julio Anguita (alcalde de Córdoba), entre otros. Aquello, además de insuflarme una buena dosis de seguridad en mí mismo, me confirmó en la creencia de que siempre es bueno dar a los demás sin esperar una contrapartida económica.
Cuando das, siempre te vuelve, a veces centuplicado.
En aquel caso, tuve la suerte de convivir con personas de éxito profesional, algunas de ellas muy emprendedoras.
Yo ya venía de una familia con cierto espíritu emprendedor: mi madre había puesto en marcha una tienda-bar; mi tío Eutiquio, del que te hablaré más adelante, había creado una empresa de material escolar en Colombia junto a sus hermanos Ángel y Josefa, mi tío Aurelio una gravera de áridos con camiones para su transporte y reparto; y mi tía Perpetua que, mientras su marido, Juan, trabajaba en Alemania, ella desarrollaba una explotación agrícola y ganadera en su tierra natal. De hecho, nunca vi en mi casa que alguien trabajara por cuenta ajena, incluso mis abuelos maternos, Justo y Natalia, tenían dos alambiques donde fabricaban orujo y aguardiente. Todo el mundo se buscaba la vida, mejor o peor.
Pero en la Joven Cámara me relacioné con empresarios y directivos de un gran nivel y de diferentes sectores, todo nuevo para mí como joven de un pequeño pueblo de la España más profunda. Aquello me animó y me motivó a emprender, cosa que hice poco después, como te explicaba en el capítulo anterior.
Aunque estoy convencido de que el emprendedor no nace, sino que se hace, es cierto que el entorno en el que te mueves puede ser una influencia decisiva. Y yo, además de los precedentes familiares, tuve un entorno muy favorable al emprendimiento y la independencia laboral y económica, con figuras que fueron ejemplos para mí y que incluso después, con el tiempo, me abrieron puertas y me facilitaron contactos. Para alguien que venía de una pequeña aldea de Zamora, sin nada que ofrecer a aquellos madrileños que aparentemente lo tenían todo, establecer aquellas relaciones profesionales y personales fue un auténtico privilegio, además de una gran fuente de aprendizaje. Me di cuenta de muchas cosas, como que no hacía falta tener un apellido ilustre o venir de una familia de postín para relacionarse en ciertas esferas. Y, sobre todo, descubrí algo que luego he seguido aplicando en mi vida:
En las relaciones, hay que empezar por dar sin esperar nada a cambio. Aunque al principio no te lo parezca, seguro que te vuelve multiplicado por mil.
Desde entonces, siempre he procurado participar activamente en asociaciones, fundaciones y otros grupos para promover el conocimiento y el intercambio de experiencias en torno al emprendimiento, favorecer el desarrollo y la justicia social o promover el empleo de las personas con discapacidad, entre otros. Lo digo como consejo para todas las personas que quieren desarrollarse personal y profesionalmente, que quieren emprender o ya lo han hecho:
No hay mejor forma de hacer prosperar un negocio que conocer a fondo el entorno en el que te mueves e implicarte en su desarrollo.
Yo lo he hecho siempre que he podido y no puedo decir que me haya ido mal. Por ejemplo, en 1990, cuando Alta Gestión ya estaba en pleno funcionamiento y a toda máquina, me eligieron presidente de la patronal española del sector. Había que conseguir una regulación en España similar a la del resto de los países del entonces llamado Mercado Común Europeo, donde ya se había demostrado que el sector de la gestión profesional del trabajo temporal aportaba empleabilidad a las personas y contribuía a la mejora de la competitividad de las empresas. Bajo mi presidencia organizamos en 1992 el I Congreso Mundial de las empresas del sector, y en 1994, siendo presidente del Gobierno Felipe González, conseguimos finalmente una regulación para un sector que contribuyó a aportar empleabilidad e incorporar al mercado laboral a millones de personas en los siguientes años, y que hoy lo sigue haciendo con la máxima eficacia. Poco después conseguimos firmar el primer convenio colectivo del sector, supervisado en todo momento por la autoridad laboral y las fuerzas sindicales, que estableció que todas las personas que trabajaban en nuestras empresas, para ser cedidos temporalmente a otras, tuvieran el mismo salario que el que ganaban por convenio los trabajadores de las empresas a las que iban a trabajar. Un éxito fundamental para evitar la precariedad de nuestros trabajadores y para gestionar profesional y eficazmente la temporalidad en las empresas.
Networking con corazón
Mi gran amigo Cipri Quintas habla de hacer “networking con corazón”, es decir, relacionarte con el corazón por delante, sin pensar en el beneficio que quieres o puedes sacar de un contacto. En su libro, titulado El libro del networking, lo explica con estas palabras: “Lo que funciona son los vínculos: interesarte de verdad por la otra persona, cuidar la relación, felicitarla por su cumpleaños, llamarla un día simplemente para saber cómo está… Los vínculos