Paris en América. Edouard Laboulaye. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Edouard Laboulaye
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Путеводители
Год издания: 0
isbn: 4057664137906
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para predicar. Pero la esperiencia me ha enseñado hace mucho tiempo que la práctica es lo contrario de la teoria. ¡Cuántas verdades admirables de lejos, se desvanecen en la prueba! Todos los dias oigo repetir que los hombres son hermanos, que la mujer es la igual del hombre, que los gobiernos son hechos para los pueblos........

      —¿Y dudais?—dijo Truth.

      —No, no dudo teóricamente; pero tratad de poner en práctica esas bellas máximas: ¿á donde iriamos á parar?

      —Al reino del Evangelio, respondió el periodista con singular gravedad. Si teneis un ideal mas noble, decidlo: si no teneis nada que poner, en su lugar, no desempeñeis el triste papel de Mefistófeles. La humanidad tiene la necesidad de creer y de esperar.

      —Pero doctor encantador, que no creis en la teoria, esclamó Humbug con risa impertinente, ¿cuando hablais, sabeis lo que decis? ¿cuando dais un remedio á vuestros enfermos, sabeis lo que haceis?.... No os incomodeis; si lo sabeis, haceis teoria apesar vuestro; si no lo sabeis ¿qué razon teneis para estar tan orgulloso de no raciocinar?

      Hundíme en el sillon, crucé las piernas y los brazos y mirando á Humbug en pleno rostro:

      —Señor, le dije, escuchadme sériamente, si sois capaz de algo serio. En teoria, lo diré una vez mas, amo la verdad, la amo tanto como podeis amarla vos; pero la prensa no es la verdad. Hay en ella una mezcla de pasiones, de injurias, de mentiras que sublevan todo corazon delicado. La salvaje libertad que reina en este pais no es de mi gusto. He refleccionado largo tiempo á este respecto, y os diré, si os dignais comprenderme, como se puede organizar la prensa, administrar sabiamente la verdad, abolir la licencia del mal, y no dejar sino la libertad del bien.

      —Impedid á los perros que ladren, esclamó Humbug echándose á reir, y está hallada la cuadratura del círculo.

      —Supongo, continué sin responder á esta patochada, supongo un gobierno ilustrado, moral, paternal, que no piensa sino en el bien de sus súbditos.

      —Doctor, eso es teoria!

      —No señor, es observacion. En este gobierno hay ministros inteligentes........

      —Comprendo, dijo el insoportable bromista, ministros ilustrados, morales, paternales, y que no piensan sino en el bien de sus administrados.

      —Si, señor, y estos ministros tienen bajo sus órdenes millones de agentes........

      —Todos ilustrados, morales, paternales etc., en una palabra, una lejion de ánjeles con frac negro.

      —En nombre del cielo, Humbug, callaos, esclamó Truth. Dejadlo concluir su cuento de hadas; me parece oir á un Francés que se imajina raciocinar porque enfila paradojas y surce palabras.

      —Señor Truth, respondí secamente, la razon y la esperiencia hablan por mi boca; escuchadme. En manos de este gobierno, que todo lo sabe, que todo lo vé, que todo lo entiende, que no tiene ni preocupaciones, ni pasiones, en esas manos es, decia, en las que pongo el depósito de la verdad; no quiero por esto darle el monopolio, soy amigo de la libertad, pero reglamentada, limitada y moralizada! Reduciria el número de los impresores, de modo de hacer de la tipografia una censura prudente y discreta, un sacerdocio conservador; en seguida, limitaria el número de los diarios, de modo de constituir un pequeño número de tribunas, verdaderas cátedras de donde no se dejaria hablar sino á la decencia y á la moderacion. Habria periodistas como hay sacerdotes, es decir, ministros de la verdad que recibirian del gobierno su investidura y su símbolo. Si, apesar de la sabia direccion del Estado, algun gacetillero insolente, olvidando la gravedad de sus deberes, faltase al respeto que debe á la autoridad, personificacion de la justicia y de la verdad, entonces no recurriria al juri, que tiene la mano pesada y deja deslizar entre sus dedos mas de una inocencia dudosa; es á la administracion, siempre paternal y protectora, á quien yo dejaria la santa mision de confundir la mentira, en caso de necesidad, de contenerla antes que aparezca—Es á la administracion, siempre prudente, ilustrada, desinteresada, y que sabe mejor que nadie, lo que la conviene y lo que la daña, es la administracion la que herirá á la audacia y la ignorancia; ella ahogará la oposicion naciente como Hércules en la cuna ahogó las serpientes. Gracias á esta higiene ingeniosa, los diarios serán un alimento inocente, un remedio en vez de un veneno. La prensa será una antorcha en manos del gobierno: no se temerá ya el incendio. Se prepararán preocupaciones útiles, errores saludables; se sujetará la verdad á las necesidades del Estado á la fuerza de las poblaciones; y si alguna nueva doctrina aparece en el estranjero, se esperará á que haga fortuna en el pais de su orijen, antes de molestar á almas tranquilas y que no aspiran sino al reposo. Hé ahí mi teoria: señor Humbug ¿qué decis de ella?

      D—d rascal! esclamó descargándome sobre el hombro un puñetazo, capaz de descornar á un buey. ¡Cuán feliz es uno con tener injenio, siempre se tiene una bestialidad á mano que decir! Con su aire solemne, he visto el momento en que este socarron mistificaba á un viejo Yankee como yo.

      —Señor Humbug, le dije frotándome el hombro, esos argumentos groseros no son de mi gusto. Pegar no es responder!

      —Estrangular tampoco! gritó el periodista riendo. Continuad, doctor; sois mas entretenido de los que pensais! Verba placent et vox. Pero, adios: ha llegado la hora de hacer el diario; tiempo es dinero—me arruinais!

      Una vez solo con M. Truth, le pregunté, si no estaba sorprendido como yo de lo que habia de profundo en el sistema que le exponia; si podía poner en términos de comparacion á la turbulencia y al desorden de la prensa americana con ese mecanismo compacto que debia en poco tiempo embridar al pueblo mas ardiente del mundo, y darle la habitud de la moderacion y el gusto de una inocente libertad.

      —Doctor, dijo con dulzura, soy del parecer de Humbug: os reis de nuestra simplicidad. Esa doctrina, que nos presentais como una invencion nueva, hace mucho tiempo que la conozco. Es el dogma de la inquisicion: la verdad hecha cosa oficial, instrumentum regni, y monopolizada por la Iglesia y el Estado. Hace tres siglos que Lutero ha soplado esas peligrosas quimeras y repuesto á cada cristiano en posesion de su conciencia y de su derecho. En los primeros dias del mundo la verdad salió de la caja de Pandora, con tantos otros bienes, que son otros tantos males en manos inespertas; buscar la verdad, es la obra de todos,—apoderarse de ella, no pertenece á nadie. No os pagueis de palabras: Gobierno, ministros, funcionarios, qué es todo esto, sinó hombres que no son ni mas infalibles ni mas sábios que nosotros? Hacer de ellos los dispensadores de la verdad, es un sueño. La verdad es de todo el mundo, como el aire y la luz; lo único posible es ahogarla, no impedir que los hombres piensen, sino que hablen. ¿Quién se aprovechará de tan detestable invencion? ¿La autoridad? Será la primera víctima. Se la engañará sin cesar; bastará un puñado de intrigantes para seducir al majistrado mas honrado y comprometerlo en las mas locas aventuras. ¿No veis, por otra parte, que dais á vuestro gobierno todo el poder de hacer mal, con tal que tenga el cuidado de raciocinar mal? ¿Ganarán con ello los ciudadanos? Desde el momento en que la cosa pública no les pertenezca, les quitais lo que hay de mas noble, de mas bello, de mas grande en la vida: el amor á la patria, la pasion de la libertad. Quitad la ajitacion de la tribuna y de los diarios, y la sociedad no será sino una agua mansa de donde saldrán la corrupcion y la muerte. ¿Asegurareis, por lo menos, la prosperidad material, único incentivo de la multitud? Muy al contrario: la riqueza es el fruto de la libertad. No hay seguridad, ni rentas, ni comercio, ni industria, sino en los paises donde pululan esos diarios cuya voz os importuna. El silencio es el triunfo de los nécios, la noche no es el reino de las jentes honradas; dejadnos la luz, el ruido y la vida. Recordad que en Roma tambien se gritaba contra la charlatanería de los tribunos; que un dia Syla los hizo callar, con gran placer de los utopistas, y que, desde entonces comenzó una decadencia, de la que el mismo cristianismo no pudo levantar al universo.

      —Permitidme, respondí, admirado del curso que tomaba la discusion; no pretendo haber encontrado la piedra filosofal en política. Todo sistema tiene sus abusos; es una cuestion de proporcion. Confesad que el lenguaje de vuestros diarios es espantoso, y que no hay mal mas horroroso que su licencia desenfrenada.

      —Doctor, vos sabeis lo que dice el Evanjelio; Es en el fruto en lo que los conocereis.