Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Laura Gallego
Издательство: Bookwire
Серия: Memorias de Idhún
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788467569889
Скачать книгу

      beyond lies and truths, beyond life and death.

      Beyond you and me.

      Just let it be,

      just take my hand and come with me,

      come with me...[1]

      Los ojos de Victoria se llenaron de lágrimas.

      Come with me...

      «Ven conmigo», había dicho Kirtash. Aquella voz suave y susurrante... ¿cómo no la había reconocido antes?

      ¿Tal vez porque era tan absurdo encontrar a Kirtash también en la radio que no se lo había planteado siquiera?

      ¿Cómo era posible? La música de Chris Tara la había tocado muy hondo, se había sentido identificada con aquellas canciones, con aquellas letras, como si hubiesen sido escritas para ella. Y la idea de que fuera Kirtash quien las hubiese creado resultaba muy inquietante... porque eso quería decir que él, de alguna manera, conocía sus sentimientos, sus más íntimos anhelos, y les había dado forma de canción. Y eso significaba que, hasta el momento, solo Kirtash había encontrado el modo de llegar hasta el fondo de su corazón.

      No era un pensamiento agradable.

      Victoria abrió los ojos y contempló al joven sobre el escenario. No parecía haberse dado cuenta de su presencia. Alexander estaba en lo cierto: con tanta gente no le resultaría fácil detectarlos. La muchacha lo observó, consciente de que los papeles se habían invertido, de que, por primera vez, era ella quien lo estudiaba desde las sombras, y no al revés. Trató de encontrar una explicación a la pregunta de qué hacía él allí, un asesino idhunita, sobre un escenario, ofreciendo su misteriosa música a miles de jóvenes terráqueos, y se preguntó si Jack tendría razón, y era una manera de sugestionarlos a todos. Pero... ¿para qué?

      Victoria siguió observando a Kirtash, y le sorprendió descubrir que, aparentemente, estaba disfrutando con lo que hacía. No parecía fijarse en las personas que lo aclamaban, se limitaba a cantar, a expresarse... a expresar, ¿el qué?, se preguntó Victoria. ¿Sus sentimientos? ¿Qué sentimientos?

      «Porque tú y yo no somos tan diferentes», le había dicho él. «Y no tardarás en darte cuenta».

      ¿Sería verdad? ¿Eran tan parecidos que sentían las mismas cosas, y por eso a ella le gustaba tanto su música?

      Victoria dio una mirada circular y vio a miles de personas extasiadas con la música de Chris Tara, la música de Kirtash. Algo en su interior se rebeló ante la idea de que todos ellos sintieran lo mismo que ella al escuchar aquellas canciones. No, no era que Kirtash hubiese llegado hasta sus más íntimos pensamientos; era que Jack estaba en lo cierto, y aquella música tenía algo magnético, sugestivo, que los sumergía a todos en aquel estado hipnótico. Y aquello no podía ser bueno.

      Se obligó a sí misma a recordar que más allá de Chris Tara, más allá de aquella música que la subyugaba, no había otra cosa que el rostro de Kirtash... el rostro de un asesino.

      Victoria se sintió furiosa y humillada de pronto. Kirtash la había engañado una vez más, y ella se había dejado seducir, como una tonta, como una niña. Pero ya no era una niña. Tiempo atrás había jurado que él no volvería a hacerla sentir indefensa, y ya era hora de hacer algo al respecto.

      El aire en el interior del pabellón Key Arena estaba cargado de energía vibrante, chispeante, generada por aquellos miles de personas que electrizaban el ambiente con su entusiasmo. Victoria extrajo el báculo de la funda que llevaba ajustada a la espalda, lo sostuvo con ambas manos y le ordenó en silencio que recogiera aquella energía.

      La pequeña bola de cristal que remataba el Báculo de Ayshel se iluminó como un lucero, pero nadie la vio, porque el hechizo de camuflaje seguía funcionando. Sin embargo, Victoria sabía que Kirtash no tardaría en percibir su poder. No disponía de mucho tiempo.

      Kirtash había empezado a cantar otro tema, un tema lleno de fuerza, duro, desgarrador y hasta cierto punto desagradable. Victoria lo conocía. Era el que menos le gustaba del disco, porque removía algo en su interior y la turbaba profundamente. Si no conociera a Kirtash, habría llegado a asegurar que aquella canción estaba teñida de rabia, amargura y desesperación.

      Pero aquello no era posible, porque Kirtash no sentía aquellas cosas.

      —Me da igual lo que hagas, o por qué lo hagas –musitó Victoria, con los ojos llenos de lágrimas de odio, mientras el báculo chisporroteaba por encima de su cabeza, henchido de energía que exigía ser liberada–. Te mataré, y dejaré de tener miedo y dudas por tu culpa.

      Alzó el báculo.

      En aquel momento regresaba Jack. No lo vio, pero lo percibió, corriendo hacia ella para detenerla.

      Demasiado tarde.

      Beyond lies and truths, beyond life and death, recordó Victoria, Beyond you and me. Just let it be, just take my hand and come with me...

      Come with me...

      «Ven conmigo...»

      —Nunca más –juró Victoria, y volteó el báculo con violencia.

      Toda aquella energía salió disparada hacia el escenario. Kirtash, cogido por sorpresa, pudo saltar a un lado en el último momento. El suelo estalló en llamas a un metro escaso de él.

      Hubo confusión, consternación, gritos, pánico. Kirtash volvió la cabeza hacia ella, y Victoria pudo ver, con satisfacción, que por primera vez desde que lo conocía, él parecía sorprendido y confuso.

      —Victoria, ¡has fallado! –pudo decir Jack a su lado, horrorizado.

      Pero enseguida se dio cuenta de que ella lo había hecho a propósito.

      La joven estaba de pie, sosteniendo con firmeza el báculo, que relucía en la oscuridad iluminando su semblante serio, decidido y desafiante. Era una imagen temible y turbadora, y los espectadores de aquel sector se apartaron de ella, aterrorizados y confusos. Pronto, Victoria se vio sola, con su báculo, en aquel pasillo, en la parte superior de las gradas, mirando a Kirtash fijamente.

      Él se había recuperado ya de la sorpresa y, desde el escenario, había alzado la mirada hacia ella, con los músculos en tensión, pero manteniendo en todo momento el dominio sobre sí mismo.

      —¿Qué estás haciendo? –oyó Victoria la voz de Alexander, que acababa de llegar.

      Ella no hizo caso. Sabía que Kirtash la había visto, que la estaba mirando. Sabía que podía haberlo matado si hubiese querido. Y sabía que él lo sabía también.

      Victoria vio a Kirtash asentir con la cabeza. Entonces, silencioso como una sombra, el joven asesino se deslizó hacia el fondo del escenario y desapareció.

      Victoria se sintió muy débil de pronto, y tuvo que apoyarse en el báculo para no caerse. Jack la agarró por el brazo.

      —Vámonos de aquí –le dijo–. Vienen los de seguridad.

      —¿Pero quiénes eran esos locos? –estalló el representante de Chris Tara–. ¿Y por qué la policía no ha podido echarles el guante?

      Kirtash podía haber respondido a ambas preguntas, pero permaneció en silencio, sentado en una silla en un rincón, con el aire engañosamente calmoso que le caracterizaba.

      —Bueno, lo importante es que Chris está bien –dijo el productor–. Miradlo por el lado bueno: esto supondrá publicidad extra para la promoción del disco.

      —¿De qué me estás hablando? Eso ha sido un intento de asesinato, Justin, no tiene nada de bueno. Podría haber más. Tenemos que averiguar quiénes eran esos tres y qué querían, y cómo diablos consiguieron colar ese... lo que sea... dentro del pabellón.

      El productor respondió, pero Kirtash no le prestó atención. Se levantó y se dirigió a la puerta sin una sola palabra.

      —¿Se puede saber adónde vas, Chris? –exigió saber