El hechicero nunca llegó a terminar aquella frase. Silencioso y letal, Kirtash se había deslizado hacia él con la espada desenvainada. Cuando Elrion descubrió el destello de la muerte en sus ojos, era demasiado tarde.
Victoria vio caer al mago al suelo, muerto, pero eso no hizo que se sintiera mejor. Fijó su mirada en la figura de Kirtash, que se erguía de espaldas a ella, todavía con la espada en la mano.
El hechizo se había roto. Ahora solo quedaba lugar para el odio y la sed de venganza. Con una orden silenciosa, Victoria llamó al báculo a su mano, y este obedeció.
Cuando Kirtash se dio la vuelta, vio a Victoria armada ante él, de pie, con los ojos relampagueantes, llenos de rabia y dolor.
—Te mataré –afirmó ella.
Con un grito salvaje y los ojos todavía húmedos, Victoria se lanzó contra él.
Los szish parecían inquietos, apreció Jack, pero acudían a plantar batalla por docenas. Alsan y él habían logrado alcanzar el bosquecillo; sin embargo, tenían a los hombres-serpiente pisándoles los talones.
Alsan se detuvo de pronto.
—Vete a buscar a Shail y a Victoria –gruñó–. Yo los entretendré.
Jack lo miró.
—No voy a dejarte solo otra vez.
—Maldita sea, chico, haz lo que te digo. Hay que plantarles cara, es mejor que darles la espalda.
Jack aún se sentía algo reticente, pero no se atrevió a contradecir a Alsan, y menos en aquellas circunstancias. Con un nudo en el estómago, dio media vuelta y se internó en el bosque.
Victoria gritó de nuevo y descargó su báculo con todas sus fuerzas contra Kirtash. El muchacho saltó a un lado con ligereza y detuvo el golpe con su espada. Hubo un chisporroteo de luz cuando ambas armas chocaron. El Báculo de Ayshel emitía un suave resplandor palpitante, como si fuese un corazón bombeando magia. La espada de Kirtash también brillaba, con un color blanco-azulado que le daba un aspecto gélido.
Victoria golpeó otra vez, y otra más. Kirtash se movía a su alrededor, silencioso, ágil, manejando su espada con precisión y habilidad. Si Victoria no hubiese estado tan cegada por el odio y el dolor, se habría dado cuenta de que él podría haberla matado enseguida, si hubiese querido. Pero Kirtash se limitaba a parar sus golpes, sin inmutarse, a pesar de que seguramente ya debía de saber que Victoria no estaba en condiciones de controlar el báculo, y eso implicaba que el artefacto, inflamado de magia, podía ser letal para cualquiera que lo rozase, excepto para su portadora. No parecía importarle, sin embargo. Quizá porque sabía que, a pesar de todo el empeño que ponía Victoria en golpearle, a pesar de todo su odio, jamás lograría tocarle si él no se lo permitía.
Victoria estaba física y psicológicamente agotada, pero seguía tratando de alcanzar a Kirtash con el báculo. Solo deseaba pegar, pegar, pegar... y matar.
A Kirtash, que seguía esquivándola y defendiéndose sin atacar.
Finalmente, Victoria tropezó y cayó de rodillas sobre el suelo. El báculo resbaló de sus manos y ella estalló en sollozos.
«Lo siento», oyó una voz en su mente. «Traté de evitarlo, lo sabes...» Victoria levantó la cabeza, sorprendida, y miró a su alrededor.
Kirtash había desaparecido, pero aún percibió su voz en algún rincón de su conciencia: «Volveremos a vernos, Victoria...»
—¡Victoria!
Ella dio un respingo y vio, de pronto, a Jack junto a ella. Los ojos verdes del muchacho estaban llenos de preguntas, y su rostro mostraba un gesto profundamente preocupado.
—Menos mal que estás bien –dijo, mirándola con intenso cariño–. Por un momento he tenido miedo de que...
Jack no llegó a terminar de pronunciar aquella frase. Victoria se refugió entre sus brazos, llorando con infinita amargura. Jack, confuso y desconcertado, la abrazó con torpeza y murmuró algunas palabras de consuelo.
Miró a su alrededor, buscando respuestas, y solo halló el cuerpo de Elrion tendido sobre la hierba.
—¡Habéis matado al mago! –dijo, sorprendido. Victoria se separó de él y se enjugó las lágrimas.
—Nosotros... no... –pudo decir–. Ha sido Kirtash. Jack frunció el ceño.
—¿Kirtash ha matado a su propio mago? Victoria tragó saliva.
—Jack, Shail... –susurró, y sintió, de nuevo, que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Algo parecido a una mano helada aferró el corazón de Jack, que por un breve instante se olvidó de latir.
—¿Qué le ha pasado a Shail? –preguntó en un murmullo.
Pero Victoria simplemente se miró las manos, desolada. No encontraba palabras para explicar lo que había sucedido. Shail se había desintegrado ante sus ojos. Ni siquiera quedaba de él un cuerpo que pudieran llorar. Era demasiado horrible como para creer que fuera cierto y, sin embargo, lo era...
—Shail ha muerto por salvarme la vida –dijo finalmente, en voz baja.
Estalló en nuevos sollozos, estrechando en su mano derecha la Lágrima de Unicornio que Shail le había regalado, mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Jack.
El chico, por su parte, inspiró profundamente y cerró los ojos, con cansancio. No había llegado a tener con Shail la confianza que lo unía a Alsan, pero siempre había apreciado al joven mago, jovial, agradable y, sobre todo, un buen amigo en el que se podía confiar.
Pero para Victoria era mucho más que eso, comprendió Jack enseguida. Shail y ella habían estado muy unidos, eran casi como hermanos. ¿Qué iba a hacer ella sin él?
Jack intuyó que, de alguna manera, él mismo debía esforzarse por llenar aquel vacío en su corazón, sobre todo después de lo que le había sucedido a Alsan. Abrazó a su amiga con fuerza y se dio cuenta de que no habría soportado perderla a ella también. Victoria hundió la cara en su hombro, sintiéndose un poco mejor. Jack acarició su pelo y se sorprendió de lo suave que era.
—Lo siento mucho, Victoria –dijo en voz baja–. Ha sido Kirtash, ¿verdad?
—No –respondió ella–. Ha sido Elrion. De hecho, Kirtash...
«Kirtash también trató de protegerme», recordó súbitamente. La voz de la lógica le dijo que eso se debía, sin duda, a que la necesitaba viva para utilizar el báculo. Aunque... ¿no había dicho que debía matarla? Pero, entonces, ¿por qué la había dejado marchar?
Sacudió la cabeza. No tenía fuerzas para intentar descifrar las razones del extraño comportamiento de su enemigo.
Entonces se oyó un aullido, y ambos alzaron la cabeza, alerta.
Un enorme bulto peludo se precipitó en el claro, corriendo hacia ellos. Lo perseguía un grupo de szish armados, que arrojaban dagas contra él.
—¡Alsan! –exclamó Jack.
—¿Alsan? –repitió Victoria.
—¡Vámonos de aquí! –rugió Alsan.
Victoria se quedó quieta. Alsan estaba a punto de alcanzarlos, y a la chica le pareció tan terrorífico que reaccionó de pronto y aferró su báculo instintivamente, justo cuando aquel ser, mitad hombre, mitad bestia, llegó hasta ellos...
«¡Alma!», chilló Victoria mentalmente. «¡Alma, sácanos de aquí!».
Y, por primera vez, logró realizar la invocación de manera instantánea. Lo último que pensó, antes de desvanecerse, fue que Shail habría estado orgulloso de ella.
Los szish se abalanzaron sobre los tres jóvenes, pero lo que quedaba