La cafeína del liderazgo en un mundo "light". Félix Velasco Álvaro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Félix Velasco Álvaro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Управление, подбор персонала
Год издания: 0
isbn: 9788416994595
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y propósito.

       Si existe tal libertad, incluso ante el dolor y la muerte, el ser humano no está totalmente condicionado y determinado, sino que es él quien determina si ha de entregarse a las situaciones o hacer frente a ellas. En otras palabras, el ser humano en última instancia se determina a sí mismo; no se limita a existir, sino que siempre decide cuál será su existencia».

      Viktor Frankl

      La palabra «educar» tiene un doble sentido etimológico, y en ambos el líder puede realizar su trabajo en relación a sus seguidores:

      1 Educare: nutrir, alimentar, criar, ejercitar, desarrollar y perfeccionar. Consiste en enriquecer y construir desde fuera las actitudes preexistentes en la persona

      2 Educere: guiar, conducir, encaminar, orientar y sacar. Ayudar a que el individuo extraiga del interior lo mejor de sí mismo

      «Possunt quia posse videntur», pueden porque les parece que pueden; este es el resultado de los esfuerzos de un verdadero formador, educador o líder. Su éxito se mide por la autoestima, la confianza y el sentimiento de competencia que es capaz de desarrollar en sus alumnos o seguidores, no solo por los conocimientos que transmite. Los profesores son los principales líderes que la sociedad necesita.

      Los seres humanos no nacemos felices ni infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra y, en gran parte, esto depende de nuestra elección, poniendo o quitando los medios para ello. La otra opción es la pasiva: no hacer nada y dejar que la propia felicidad esté en manos de decisiones ajenas renunciando a nuestra libertad. Aprendemos a elegir en función de la propia experiencia, la educación recibida y los límites que imponen las circunstancias, principalmente las religiosas y las políticas.

      Las personas somos una «estructura abierta al cambio». Nunca acabamos de «modificarnos» gracias a que seguimos aprendiendo (ya sea algo bueno, malo, justo, injusto...) Lo importante es el rumbo que tomamos en función de cómo influye en nuestros valores aquello que aprendemos.

      No revivas el ayer, ya se ha ido para siempre. Concéntrate en el presente y comienza a andar hacia el futuro. Al pasado dale de vez en cuando una breve mirada por el espejo retrovisor para saber de dónde vienes, recordando los buenos ratos y, ¿por qué no?, para no olvidar las lecciones de la Historia y de los malos momentos que has sido capaz de superar. Pero centra tu atención en el camino que quieres recorrer y en los medios de que dispones.

      «No se puede dirigir empresas del siglo XXI con estructuras del siglo XX y directivos del siglo XIX».

      John Kotter

      En los últimos tiempos el mundo ha experimentado profundos cambios que han afectado significativamente a los esquemas que hasta hace poco se creían permanentes e inamovibles, muy especialmente en el campo del conocimiento.

      Ya inmersos en el siglo XXI, nos encontramos con ciclos económicos caracterizados por los vaivenes de la Bolsa, una alta competitividad ante la globalización y una actividad empresarial muy intensa. Los expertos del management recomiendan modos de dirección más sensitiva, resaltando la importancia del capital humano. A medida que nos adentramos el siglo XXI, varias tendencias económicas y demográficas están causando un gran impacto en la cultura de las organizaciones; estas nuevas preferencias y los cambios dinámicos hacen que las empresas y sus directivos tengan la urgente necesidad de reorientarse hacia inesperados rumbos, de manera no solo local sino también mundial, pues los países y las regiones, únicos esquemas de referencia hasta el momento, comienzan a tornarse obsoletos y pierden validez y eficacia ante las nuevas realidades.

      No se ha dirigido siempre del mismo modo; de hecho, la dirección moderna se ha desarrollado hace muy pocos años; la globalización, la apertura económica, la emergencia de una nueva Europa, la competitividad... son fenómenos nuevos con los que debe convivir y a los que se tienen que enfrentarse las organizaciones. En la medida en que la competitividad sea un elemento determinante para el éxito, los gerentes o líderes aumentarán sus esfuerzos para alcanzar más altos niveles de productividad y eficiencia. No me digas las horas que trabajas, dime los resultados que consigues.

      A mediados del siglo XX, ser propietario de una empresa convertía de forma automática al individuo en «amo y patrón» de la misma, incluso con esos exactos calificativos. Esto fue desapareciendo cuando personas emprendedoras empezaron a convencer a otras de que aportaran el capital y ellos las ideas y el trabajo para llevar a término un proyecto.

      En la actualidad las fronteras desaparecen, las prácticas protectoras comerciales son cada vez menos aceptadas y los negocios un reto que se desarrolla en el tablero internacional. Por esto las organizaciones globales necesitan otro tipo de líder para ser dirigidas: personas capaces de superar las barreras locales, nacionales y culturales dentro de las cuales han nacido.

      El proceso de internacionalización e interdependencia de las economías ha hecho que las relaciones y los intercambios sean más sencillos y fluidos, pero al mismo tiempo exigen el conocimiento cultural e histórico de aquellos con los que se interactúa. Los líderes empresariales necesitan comprender que un solo patrón de trabajo no es suficiente para los colaboradores de las nuevas generaciones, que cada vez necesitarán viajar con mayor frecuencia, y sin embargo, carecen de una formación humanista importante, que desgraciadamente se ha sacrificado en los sistemas educativos en beneficio de la tecnología, tan necesaria para relacionarse con otros pueblos y otras culturas, con su arte, historia y costumbres.

      Los esquemas gerenciales son el reflejo de la forma en que la organización piensa y opera, exigiendo –entre otros aspectos– un trabajador con el conocimiento necesario para desarrollar y alcanzar los objetivos del negocio; un proceso flexible ante los cambios introducidos por la organización; una estructura plana y circular, ágil, reducida a la mínima expresión, que cree un ambiente de trabajo que satisfaga a quienes participen en la ejecución de los planes para lograr cada meta, en lugar del organigrama piramidal clásico; un sistema de recompensa basado en la efectividad del proceso donde se comparte el éxito y el riesgo; y un equipo de trabajo participativo altamente motivado.

      La necesidad de contar con un mayor nivel de integración comercial y tecnológica ha llevado a los países a abrir sus economías, dando paso al desarrollo de los intercambios sin fronteras y al inicio de la era de la globalización. El proceso viene marcado por la tecnología, la informática, las telecomunicaciones, la nanotecnología, el genoma humano... Las tareas complejas a menudo se realizan de un modo más eficiente en equipo, es decir, en grupos en los que todos pueden comunicarse con los demás en una situación de igualdad y sin privilegios, con total libertad de expresión y la posibilidad real de manifestar su capacidad creativa.

      Estos avances generan consecuencias insospechadas. Algunas causas en lugares remotos producen consecuencias en otros, alcanzando incluso a las organizaciones más asentadas y tradicionales. Cada vez con mayor frecuencia se desenfocan las causas reales de un hecho y sus consecuencias reales; ello también es resultado de la velocidad (tal vez excesiva) del cambio que experimentamos.

      En el campo empresarial se ha producido una creciente división del trabajo y la especialización, que ha conllevado una visión parcial de la empresa. Hoy se necesitan, no solo gestores, sino líderes capaces de eludir esa visión sesgada, parcial y especializada, hombres y mujeres con visión global, completa, plena e integradora. Los ejecutivos poseen nuevos anhelos y necesidades; consideran a la empresa como un ámbito para su plena realización, exigiendo mayor formación, responsabilidad y autonomía.

      Los directivos de las empresas en general están demasiado enfocados en lo que sucede dentro de sus organizaciones y entorno próximo, lo cual ocasiona que pierdan oportunidades que se originan