● Corto o largo.
● Continuo o variable.
● Con o sin interrupciones.
● Simple (por ejemplo, la maratón).
● Complejo (por ejemplo, el fútbol).
● Aeróbico.
● Anaeróbico.
● Mixto.
Para el fútbol, el esfuerzo específico se considera:
Por intensidad:
–Sublímite (frec. card. 180/200 – frec. resp. 30/40)
Por duración:
–Variable con numerosas interrupciones.
Por complejidad:
–Complejo, porque recurre a cualidades físicas diversas (velocidad, fuerza, etc.) para acciones técnicas y tácticas con situaciones de contacto físico.
Por procesos metabólicos:
–Mixto, con notable esfuerzo anaeróbico aláctico.
La tercera componente es la de establecer el aumento y la disminución de los esfuerzos durante el entrenamiento.
En la práctica, establecer el plan de entrenamiento y el programa de preparación física.
(Bisanz-Gerisch, 1990). Esta afirmación sirve para revisar la importancia de los factores de las condiciones para evitar su excesiva sobrevaloración o infravaloración en el entrenamiento. En un entrenamiento futbolístico dirigido se tratará de favorecer ejercicios de velocidad de acción que se dirijan a la práctica del juego, teniendo en cuenta todos los factores de prestaciones a nivel psicofísico, técnico-táctico y social. Las siguientes citas demuestran que una teoría específica del entrenamiento futbolístico se debe basar en las exigencias de la competición y que el entrenamiento de las condiciones debe semejarse a la práctica del juego o, si es posible, integrarse en esta.
«El mejor maestro para el entrenamiento es la competición» (Cramer, 1987).
«De la competición aprendemos qué debemos entrenar» (Krauspe-Rauhut-Teschner, 1990).
«Si la competición es el mejor entrenamiento entonces es verdad que un buen entrenamiento debe por fuerza tener las características de una competición» (Northpoth, 1988).
«El secreto del fútbol está siempre en el entrenamiento de la competición» (Beenhakker, 1990).
«El objetivo central de todo entrenamiento futbolístico debe ser la mejora de la capacidad de acción del jugador» Bisanz-Gerisch, 1990).
De estas citas se deduce que el entrenamiento futbolístico debe asemejarse a la práctica del juego o, si es posible, integrarse en esta. El entrenamiento no es por tanto un fin en sí mismo, sino que persigue el objetivo de «mejorar la capacidad de jugar y optimizar la capacidad de actuar».
Si por una parte se quiere revisar la importancia de los factores de la condición física, por otra será oportuno favorecer en el entrenamiento futbolístico un ejercicio de la velocidad de acción que se oriente a la práctica de juego, teniendo siempre presente todos los factores de prestaciones a nivel técnico-táctico y psicosocial. Esto significa que es necesario atribuir más importancia a un entrenamiento similar a la práctica del juego con métodos y medios cada vez más especializados (Lottermann, 1990).
1) Conocer bien a los deportistas y trabajar para mejorar constantemente su aprendizaje y su formación.
2) Analizar con los deportistas y los dirigentes las razones del éxito o las causas de los malos resultados.
3) Contribuir a la formación del grupo y a su sentido de la responsabilidad y el respeto.
4) Inducir a los deportistas a seguir un entrenamiento regular.
5) Preocuparse por el estado de salud de los deportistas.
6) Inculcar en los deportistas el sentimiento de los colores del club y el respeto por la propiedad social.
7) Animar a los deportistas a participar de forma activa en cada entrenamiento.
8) Estar profesionalmente al día.
9) Documentar diariamente los entrenamientos.
10) Preparar el entrenamiento de modo que suscite el interés de los futbolistas por los ejercicios físicos, técnicos y tácticos.
EL ENTRENAMIENTO DE LOS FUTBOLISTAS JÓVENES
Es oportuno detenerse en primer lugar a analizar los graves errores que se cometen con respecto a los objetivos del entrenamiento juvenil.
El primer error está en considerar a los jóvenes una imagen reducida de los adultos, sin considerar que tienen una personalidad todavía en formación, un modo de pensar todavía en evolución y sobre todo un físico y capacidades completamente diferentes. No es posible trasladar a la esfera juvenil el entrenamiento de los adultos, limitándonos a prestar atención solo a reducir la cantidad y la intensidad.
El aumento de las capacidades físicas no puede proponerse de la misma manera a los jóvenes que a los adultos, más bien debe haber una diferenciación ulterior en el mismo ámbito juvenil, de acuerdo con las franjas de edad.
Por ejemplo, dirigir un ciclo de entrenamiento para niños de 12-13 años (muy jóvenes) teniendo como objetivo el máximo rendimiento para alcanzar un éxito inmediato significa alterar el espíritu del propio entrenamiento, Por el contrario, se debe llevar al joven gradualmente y a pequeños pasos y a lo largo de los años hacia el rendimiento deseado.
Una preparación demasiado veloz y precoz, que en general siempre está ligada al cumplimiento de objetivos ambiciosos entre los adultos, producirá resultados notables a corto plazo, pero seguramente producirá daños, que casi siempre son irreversibles.
Cuando los jóvenes y los adolescentes en particular son sometidos a una carga física y psicológica excesiva disminuye su motivación por lo que están haciendo, disminuye su deseo hasta llegar a un verdadero rechazo ante los primeros fracasos. Así se puede entender cómo muchas veces los jóvenes futbolistas después del entrenamiento con su equipo se reúnen (en un gimnasio, en un patio o en un espacio abierto) para jugar por fin al fútbol.
Un entrenamiento gradual y cuidadoso conduce a un grado más alto de preparación física y atlética en edad adulta y la mantiene estable durante más tiempo.
Al acabar el ciclo juvenil, el jugador deberá:
Haber alcanzado la maduración física apropiada.
Haber adquirido un bagaje técnico completo.
Haber adquirido un sentido táctico correcto.
Haber desarrollado la llamada «cualidad de la voluntad» indispensable para obtener resultados duraderos, es decir:
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