Osvaldo, al estar ya en óptima salud mental, además de fÃsica y al haber sido siempre muy curioso culturalmente, recuperó rápidamente el autocontrol.
El anómalo visitante consideró:
âEra inevitable que te sobresaltaras. Lo siento, aunque veo que ya te estás tranquilizando.
âSÃ, estoy bien, ha sido solo un momento, y tengo mucha curiosidad.
âEnseguida te pongo al dÃa, pero después de ponernos cómodos en dos sillas, ¿vale?
âEn realidad estarÃa mejor de pie, por la emoción que tengo. âY Osvaldo puso el móvil rojo sobre la mesa junto al portátil alienÃgena, que era del mismo color y estaba colocado exactamente delante del sillón.
âComo quieras, pero, si me lo permites, yo en cambio me me voy a sentar: créeme, ser teletransportado entre dimensiones diversas cansarÃa a cualquier internauta. âY sin esperar al permiso del dueño de la casa, se acomodó sobre una de las dos sillas cercanas a la puerta, a la izquierda de la salida.
Contrariamente a lo que habÃa dicho, también Osvaldo se sentó, pero en su propio sillón, delante del notebook rojo. Listo para escuchar las palabras de su singular huésped, conteniendo una turbación natural, le miró, sin dirigir sin embargo la vista al rostro, sino al pecho.
Una vez obtenida su atención, el orco empezó:
âTe enseñaré cómo se usa nuestra computadora, pero antes de explico mejor la situación: Sabes que en el pasado no tenÃamos todavÃa el control de los pasos interdimensionales, pero en cierto modo ya existÃan desde tiempos muy antiguos. Se trataba sin embargo de apariciones por causas naturales, desconocidas para nosotros, de nuestras figuras, es decir, no de purkilatronalarcolmintranikianos corpóreos, sino solo de sus forma ilusorias, diáfanas. Sin embargo esas imágenes eran más que suficientes para aterrorizar a los terrestres que las veÃan, además de que la civilización de la Tierra era precientÃfica. Tal vez hayas entendido que se trataba de un fenómeno análogo a lo que vosotros llamáis fantasmas, que creéis que son ectoplasmas de personas ya muertas, mientras que, en realidad, son imágenes proyectadas a través de pasajes, en este caso pasajes intertemporales y no interdimensionales, es decir, que unen vuestro pasado con vuestro presente haciendo vislumbrar transparencias de personas y escenas de tiempos pasados: por eso surgieron sobre la Tierra leyendas sobre fantasmas y luego se escribieron cuentos y posteriormente se rodaron pelÃculas, sobre todo de los espectros escoceses, dado que muchos de esos pasajes temporales están en vuestra Escocia. Hacia el inicio de vuestro siglo XX no tuvimos conocimiento de los agujeros interdimensionales ni tampoco de los temporales, no habÃa conseguido todavÃa la tecnologÃa que finalmente, en su momento, nos permitió descubrir esas entradas y luego, a partir de la época correspondiente al inicio de vuestro tercer milenio, también lograr transportes controlados hacia y desde vuestra Tierra, además de hacia el pasado de nuestro Purkilatronalarcolmintranik: los accesos concretos, como el que acabo de hacer, ya no son solo pasajes de nuestra imágenes fantasmagóricas. En cuanto a la Tierra, pudimos estudiar vuestra civilización y, después de conocer muchos otros hechos, llegamos a conocer el terror suscitado durante milenios por nuestras figuras trasladadas a vuestro mundo a través de agujeros interdimensionales y descubrimos que nuestras inesperadas apariciones no solo habÃan aterrorizado a personas, como por otro lado habÃan hecho vuestros espectros domésticos, sino que habÃan hecho también surgir leyendas sobre nosotros, los malvados orcos u ogros, leyendas en las cuales, digámoslo también, habÃa intervenido asimismo mucha vuestra fértil imaginación. Y entendimos también que, igual que con vuestros fantasmas, las leyendas derivaban de obras literarias y después de las pelÃculas sobre orcos que comen seres humanos. Leyendas, literatura y filmografÃa absolutamente infamantes para nosotros y que afectan insoportablemente a nuestro sentido absoluto de verdad y de justicia: sin ninguna presunción, creo firmemente que somos criaturas de espÃritu angélico, aunque no seamos ángeles. Podrás aseverar nuestra perfecta conducta moral en los ficheros que hay en la computadora y además, dado que podrÃas pensar que esto sencillamente es falso, podrás verlo en persona viniendo conmigo a nuestro mundo y visitándolo: el aparato que te he dado es también un dispositivo para el transporte interdimensional. Más adelante te explicaré como activar esa función, por ahora no toques en absoluto las teclas violetas, por favor.
âNo, no, lo evitaré. Y⦠me decÃas que tenÃa que ayudarosâ¦
â⦠presentarás en nuestro nombre una demanda civil en el Tribunal de La Haya y, gracias a toda la documentación que hemos incluido en la computadora y a lo que recogerás en persona sobre nuestro planeta, como experto del derecho que eres, obtendrás con seguridad una sentencia que nos rehabilitará en vuestro mundo.
âEs magnÃfico, pero habÃa pensado⦠¡Iba a retirarme! Y noto dentro una fuerzaâ¦
âEs evidente, tienes de nuevo una salud perfecta.
âNunca me habÃa sentido tan motivado, casi deseoso de profundizar, tan⦠tan completo. ¡Ah! Tengo que anular la cita⦠âMiro su reloj de pulseraâ. ⦠No, es ya la una menos cuarto, los empleados se habrán ido a comer.
â⦠¿Los empleados?
âLos empleados de un notario con el que tengo una cita pasado mañana, reunión que tengo que anular, pero lo haré esta tarde. Estoy tan nervioso que no tengo hambre: ¿te parece que empieces a enseñarme como se usa tu computadora? Bueno, tal vez tú tengas hambre.
âComeré luego. Después de todo, la espera aumenta el apetito. â Y le sonrió amablemente.
La expresión que apareció en ese rostro monstruoso, le pareció a sin embargo a Osvaldo únicamente ridÃcula: a duras penas pudo contener una carcajada. Luego dijo al orco con verdadera simpatÃa a pesar de la fealdad de su huésped:
âGracias. QuerrÃa ponerme a la tarea desde ahora mismo⦠amigo. âMiró finalmente a los ojos al alienÃgena y descubrió que mostraban una luz de bondad que muy raramente habÃa encontrado en sus semejantes.
Dos dÃas después, en el despacho del notario Tommaso Q., este y Lamberto N. estaban esperando la llegada de Osvaldo, ya impacientes al haber pasado treinta minutos de la hora de la cita.
âNo habrá encontrado dónde aparcar âsupuso el notarioâ. En esta zona no es fácil.