âEntiendo. No, por supuesto que no es un problema.â
Zamagni bebió el último sorbo de café y la camarera, después de haber puesto la tacita, el platito y la cucharilla en la cesta del lavavajillas, contó al inspector que efectivamente ellos tres habÃan sido compañeros en la escuela, que habÃan conectado desde el principio del primer año escolástico y habÃan mantenido la amistad incluso después de haber pasado la selectividad. Cada uno con su propio trabajo habÃan conseguido verse por lo menos una vez a la semana, durante el fin de semana.
âCon respecto al trabajo, ¿me sabrÃa decir donde trabajaba la señorita Mistroni? Su madre no ha conseguido precisarlo.ââ
Le dijo el nombre de la empresa y que trabajaba como jefe de departamento de marketing con el extranjero, después añadió: âMe debe perdonar, pero hablar de ella me entristece muchÃsimo.â
Y comenzó a llorar.
âLa entiendo perfectamente y siento mucho todo lo que ha sucedido. Nosotros, por desgracia, debemos continuar haciendo nuestro trabajo y encontrar al culpable.â
âLo sé,â dijo la muchacha, añadiendo a continuación. âEspero que lo encontréis pronto.â
âEso espero.â
âGracias.â
âDe nada,â dijo Zamagni. â¿Podemos contar con su ayuda cuando la necesitemos?â
âPor supuesto.â
âPerfecto,â le agradeció el inspector. âCreo que por ahora es suficiente. Vendré aquà cuando necesite hablar con usted de nuevo.â
âLo esperaré.â
Zamagni se despidió de la muchacha con una sonrisa y salió del bar con la viva esperanza de poder resolver el caso.
Quedaban todavÃa dos amigos de Lucia Mistroni por interrogar, entretanto le habÃa llegado un nuevo dato: enseguida podrÃan visitar al empresario que la habÃa contratado. Durante el recorrido en coche hasta su oficina, Stefano Zamagni se preguntaba cómo estarÃa yendo la búsqueda de información del agente Finocchi.
9
El agente Finocchi se ocupó de hablar con los parientes de Lucia Mistroni.
La madre le habÃa hablado sólo del hermano Atos, un tÃo y una prima.
Resultó que todos habÃan sido informados de la desgracia por medio de la señora Balzani y, cuando el agente consiguió hablar con el hermano, este se puso a llorar diciendo que no habÃa podido parar de hacerlo desde el momento en que habÃa conocido la noticia.
VivÃa solo en vÃa San Felice, en un piso pequeño pero funcional.
â¿Puedo hablar con usted sobre su hermana Lucia?â, preguntó el agente Finocchi después de presentarse.
âClaro, siéntese por favor.â
Se sentaron en la sala de estar, con la luz de la mañana que iluminaba la habitación a través de los vidrios de la ventana.
â¿Qué tal eran las relaciones entre los dos?â quiso saber el agente.
âDirÃa que fantásticas, aunque últimamente no nos veÃamos a menudo porque yo he tenido que estar viajando mucho debido al trabajo.â
âEntiendo. ¿Cuál es su trabajo, si puedo saberlo?â
âInstalo máquinas automáticas. A menudo cambio de ciudad y cada vez permanezco fuera de casa al menos una semana.â
âDebe ser un trabajo muy interesante, al menos por el hecho de viajar y ver siempre sitios nuevos.â
âLo serÃa si tuviese un poco más de tiempo para visitar las ciudades en vez de estar encerrado en una empresa montando una máquina automática desde la mañana a la noche. El único momento de relax que tenemos es por la noche, cuando vamos a cenar y probamos la gastronomÃa local.â
âSin duda un trabajo muy exigente,â asintió Finocchi, â¿Cuándo ha sido la última vez que se han visto, usted y su hermana?â
âAproximadamente hace dos semanas.â
â¿En una ocasión particular?â
âNo. Acababa de llegar de un viaje y el domingo habÃamos decidido cenar juntos. Una pizza para contarnos un poco cómo nos iban las cosas.â
â¿Y cómo le parecÃa que estaba aquel dÃa? ¿Estaba tranquila o habÃa algo que no iba bien? ¿Estaba preocupada por algo?â
âMe habló de las llamadas que habÃa recibido. Le daban miedo, también porque no entendÃa quién se las hacÃa.â
â¿No tenÃa ni la más mÃnima idea de quién pudiese ser?â
âNo.â
â¿No puso una denuncia?â
âNo le sabrÃa decir.â
âComprendo.â
â¿Puedo preguntarle cómo es que se encuentra en casa a estas horas? Generalmente a estas horas se está trabajando.â
âEsta es una semana bastante tranquila, sin viajes, y cuando trabajo aquà lo hago a turnos. Hasta el viernes trabajaré desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche.â
âBien. Le pido que esté disponible, ya que podrÃamos necesitar que nos ayude.â
âHaré lo que esté en mi mano para ayudaros a encontrar al culpable.â
âMuchas gracias.â
El agente Finocchi se despidió del hermano de Lucia Mistroni y salió nuevamente a la calle.
Por la noche verÃa al tÃo y a la prima de la muchacha.
Quedaron en la ComisarÃa de PolicÃa. Luigi Mistroni, su hija Laura y su mujer Antonia Cipolla fueron acomodados en una pequeña sala de espera y, apenas el agente Finocchi regresó, comenzaron a hablar.
âSiento mucho haberos molestado a la hora de la cena. Acabaremos enseguidaâ, dijo el agente.
âNo se preocupeâ, dijo el tÃo de Lucia.
âEstamos hablando un poco con todas las personas que tenÃan un contacto más estrecho con vuestra sobrina,â explicó Marco Finocchi volviéndose hacia los cónyuges. âQueremos reunir el mayor número de datos posibles porque podrÃan ayudarnos a resolver el caso.â
âEstamos dispuestos a prestaros ayuda, aunque sea poca.â
âLes quedo agradecidoâ, dijo Finocchi, a continuación hizo una pausa preguntando a los tres si querÃan algo de beber, agua, café, pero rechazaron su ofrecimiento diciendo que después de terminar con la policÃa se irÃan a cenar.
âDe acuerdo. En primer lugar ¿podrÃais decirme qué clase de relación tenÃais con Lucia?â
Fue la tÃa la que respondió en nombre de todos: âEran buenas, aunque no nos veÃamos todas las semanas. Sabe⦠cada uno tiene sus obligaciones. Lucia estaba muy ocupada por culpa del trabajo, por lo que más bien nos hablábamos por teléfono o nos veÃamos el