Las Sombras. Maria Acosta. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Maria Acosta
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Триллеры
Год издания: 0
isbn: 9788873048350
Скачать книгу

      La Coruña, 24 de junio.- Un hombre, al parecer de raza árabe, fue encontrado muerto a primeras horas de la madrugada por una pareja de novios que paseaban a su perro; éste se acercó a las barcas varadas cerca del Playa Club cuando se puso a aullar de forma lastimera, intrigados por el comportamiento del animal se acercaron a ver qué ocurría, y entonces fue cuando lo vieron: un hombre, de unos treinta años, estatura media, tez oscura, yacía debajo de una de ellas empapado en lo que se podía pensar era agua debido a lo oscuro de la noche pero resultó ser sangre. Rápidamente avisaron a la policía que se personó en el lugar de los hechos al momento.

      La principal teoría, y la más probable, es que se trata de un ajuste de cuentas entre traficantes de droga; no se sabe a ciencia cierta qué es lo que ocurrió, según el forense el hombre llevaba varias horas muerto. En estos momento se procede a su identificación así como a tomar declaración a la gente que se encontraba alrededor de la medianoche en esa zona, tarea ardua si se tiene en cuenta que la noche del sábado es una de las más concurridas de la semana, por ello la policía pide la colaboración de todos los ciudadanos que en la noche de ayer se encontraban en las inmediaciones de la playa.

      -¡Bueno, esto es la monda! Los que más sabemos del tema somos nosotros –dijo Sofía –y sabemos perfectamente que no es un traficante de drogas, no sé quién puede ser el tronco pero tiene más tela el asunto de lo que aparenta, ¿no?

      -¡Por supuesto! Sino ¿por qué aquellos hombres dijeron que era fundamental para la supervivencia de su pueblo?

      -Puntualicemos –dije yo –lo que dijo fue la vida de nuestro pueblo depende de ella que es bien distinto.

      -¡Eres el colmo, tía! Estamos metidos en una movida que te cagas y a ti se te ocurre hacer puntualizaciones gramaticales –dice Luís perdiendo la paciencia.

      -¿Qué te pasa?

      -Nada, es que tiene miedo y entonces se pone nervioso –explica Sofía.

      -¡No es cierto! –protesta él.

      -Bueno, bueno, vamos a dejarlo y ocupémonos del asunto ¿qué más da unas palabras que otras? –habla Ricardo intentando que el mosqueo no prospere.

      -No sé, me parece que sí la tiene –me defiendo.

      -Vale tronca, pero lo más urgente es descubrir quién es el tipo ese y por qué lo mataron y…

      -Y también por qué me dio a mí la caja.

      -Sí, también, ¡qué cruz de basca! Déjame continuar; como iba diciendo… ¿Quién es? ¿Conocía a Sofía? Ella dice que nunca lo había visto, luego esto quiere decir que, a lo mejor, Sofía con todas las relaciones extrañas que tiene por ahí debe saber de alguien común a ella y al hombre de la playa, o puede que sea simple casualidad que le dirigiese la palabra. Creo que debemos esperar unos días antes de contarle nada a la pasma o a quien sea, alguien en quien podamos confiar. ¿Estáis de acuerdo?.

      -Parece lo más prudente –digo yo al tiempo que llamo al camarero para que nos traiga unos cafés con unas magdalenas.

      -Si vamos a esperar a que la pasma logre identificarlo, entonces esta puede hacer un poco de memoria y a lo mejor…si sabe realmente algo que ella todavía no sabe que lo sabe…

      -Te estás liando, colega –corta Sofía.

      -¡Pasa! ¿Eh? ¿Es que no puede uno hablar aquí sin que le corte alguien?

      -¡Vale! Sigue, nadie te dice nada, tronco.

      -Ya me he olvidado… ¡Ah, sí! Pues que creo que tiene razón Ricardo.

      -¡¿Y para decir eso te has montado este rollo?!

      -¡Dejad de discutir de una vez! ¡Basta! –digo intentando poner orden –tranquilizaos, tenemos que desaparecer, debemos encontrar un sitio seguro donde no puedan localizarnos, y ver cómo se desarrolla todo este mogollón. ¿Dónde os parece que podríamos ir? ¡Ideas! ¿Qué se te ocurre, Ricardo?

      -Lo que es evidente es que ni en La Coruña ni en Madrid podemos escondernos, llevamos dos días sin aparecer por nuestras respectivas casas, nosotros teníamos que haber ido a esperar a mi madrina que llegaba por la mañana en el tren, con lo histérica que es seguro que ya ha llamado a la policía; no debemos quedarnos, si alguien se entera que hemos sido testigos de un asesinato…

      -¡No exageres!

      -No exactamente, pero alguien puede creer que hemos visto más de lo que decimos, y entonces sí que lo tendríamos claro.

      -No te equivocabas –dijo el comisario Soler interrumpiendo el relato de Teresa –en efecto, tu madrina vino a la comisaría hecha un manojo de nervios, parecía que iba a darle un ataque de un momento a otro, pidió una copa de aguardiente para tranquilizarse…

      -Se pasa el día tranquilizándose –ironizó Ricardo.

      -Bueno, en ese momento se veía que lo necesitaba; así fue como me encontré metido en esta historia.

      Era domingo, me tocaba estar de guardia, así que me sorprendió que alguien preguntase por mí, y además una señora con un fuerte acento gallego; la hice pasar a mi despacho, se encontraba en un estado lamentable, descompuesto, le pedí que tomase asiento y dijese qué le ocurría:

      -No recuerdo haberla visto nunca señora, ¿quién le dio mi nombre? ¿Quién le habló de mí?

      -Una tía suya, una hermana de su madre es amiga mía y cuando supo que iba a Madrid para hacerle una visita a mi ahijado entonces me dijo que tenía un sobrino aquí que era policía y que si necesitaba algo o tenía algún problema viniese a verle –logró decirme, después de haberse tomado su copa.

      -¡Ah, se refiere a tía Ángeles! Es verdad, me llamó el sábado por teléfono para contármelo. ¿Qué le ha pasado? ¿Le han robado el equipaje en Norte? Ocurre a menudo pero conozco a los rateros y si es quién pienso le conviene devolvérselo, usted dirá.

      -¡No es eso! ¡No es eso! Resulta que él tenía que haberme ido a recoger a la estación, el tren llegó con retraso por lo que no esperaba verlo, como así ocurrió; como tenía su dirección cogí un taxi y le di instrucciones al taxista con el fin de que me llevase por el camino más corto a casa de mi ahijado, él siempre me decía que los taxistas de Madrid son muy vivos y que si pueden dan una vuelta para sacar más dinero al cliente.

      -Algunos, no todos; continúe.

      -Llegué, toqué el timbre pero nadie contestó, estuve casi una hora esperando a que apareciese pero nada, él sabía que venía, no podía dejarme plantada. Comisario Soler, estoy segura que le ha ocurrido algo, he llamado a los hospitales pero no saben nada; ¿puede usted ayudarme? He pensado que podía estar en alguna de las comisarías pues, aunque es un buen muchacho, viste un poco así…moderno, ¿me entiende?

      -Intente explicarse más claramente.

      -Él lleva pantalones muy ceñidos y cazadora vaquera, camiseta, y bebe cerveza…bueno, como la mayoría de los jóvenes.

      -Entiendo ¿cómo se llama?

      -Ricardo García Olavide, vive aquí con su hermana; los dos están estudiando.

      -Esto es lo que vamos a hacer, ahora yo me encargaré de enterarme si alguien con esas señas y nombre ha sido detenido en los últimos dos días, tal vez se hayan metido en algún pequeño follón y los encontremos. Espere aquí, enseguida vuelvo.

      Miré