â¿A dónde?
âEso no tuve tiempo de sentirlo, todo fue muy rápido, apenas tuve tiempo de sacar la grabadora de su chaqueta.
âBien, escuchemos pues, tal vez de esta grabadora salga una luz que nos ayude.
âEso esperoâ¦, espero que asà sea, Jack.
âPero⦠es evidente que.... podrÃamos escuchar cosas privadas de ella, no creo que debamos...
âDeje de hacer suposiciones, Jack, ansÃa tanto como yo escuchar qué sale de esa grabadora, mi hija ha desaparecido, en lo menos que pienso ahora es en un respeto innecesario.
Jack se levanta y procurando no rozar a la mujer, se pone a su lado.
â¿No tiene miedo de estar tan cerca de mÃ?
âNo, no, pero ¿cómo supo que me levanté?
âJack, mi oÃdo es muy fino, la ceguera nos da la oportunidad de desarrollar los demás sentidos, los ciegos tenemos buen olfato, un excelente sentido auditivo y...
âBuen tacto.
âSÃ, sobre todo, por eso lo del...
âLo del "Don".
âSÃ, eso... el don.
âNo conozco el miedo âdice su boca, pero algo por dentro de él afirma que sÃ, que teme profundamente que la mujer descubra al oscuro detective Jack, un tipo sin escrúpulos que no le ha vendido el alma al diablo porque no sabe su dirección.
âEstá bien. âSuspiraâ. Manténgase alejado de mÃ, no quiero ver cosas que me desagraden demasiado, no quiero perder la fe en que usted puede encontrar a mi hija.
Mientras tanto, en un lugar desconocido
â¿Piensa continuar con su pútrido silencio? ¿Ocultar tanto tiempo una verdad tan enorme como esta, fingir estar muerta para luego tratar de hacerse la vÃctima?
âSe equivoca, realmente se equivoca. âSu voz es frÃa y calculadora.
âAh, ¿sÃ? ¿Qué me dice de su irresponsabilidad? El joven Bramdtom Cooper tuvo que crecer junto a una familia disfuncional por su culpa, por su abuso con la heroÃna, lo que me extraña es por qué fingir su muerte, ¿qué perseguÃa con todo esto?
âYa le he dicho que me deje en paz.
â¿Creyó que recluirse en este viejo monasterio serÃa la salida? Pues ya ve que no, la encontré, ¿sabe algo? El chico Cooper es mi protegido, lo salvé una vez y volveré a hacerlo, aunque sea usted su verdadera madre.
âQuisiera atravesar las paredes y desaparecerâ, piensa. Mira hacia el exterior, sus ojos están inquietos, lo que ve es aterrador.
âDéjeme ir..., por favor, debo irme.
â¿Y dejar de hacer justicia? ¡No! Primero responderá a todo lo que le pregunte y luego la llevaré ante las autoridades, debe pagar por su culpa.
â¿Y qué se supone que debe saber? âSe gira y seca sus ojos llorosos.
âTodo, quiero saberlo todo, todo.
Sus miradas se cruzan, no hay cabida para la empatÃa, ambas personas quieren lo mismo, la verdad, una verdad que tal vez no exista.
Desde una esquina, sentado en el suelo, él los miraba, estaba pasmado por todo lo que escuchaba. Se levanta y decide opinar.
âPor favor, déjela en paz, no conseguirá nada más que empeorar las cosas.
â¿Ahora la ayuda, monje Shaolin? Ha contribuido a que ella permanezca muchos años oculta en este lugar, es una verdadera vergüenza para su clase, para lo que representa, ¿no es usted un ente de paz?, ¿qué le sucede?
El hombre mira con fijeza a la mujer acosada, ella busca algo que decir, él trata de acercarse.
âNo se acerque, por favor, yo... debo enmendar mis errores. âInterviene ella para que el hombre no se aproxime más.
âAsà me gusta, cooperación, como detective tengo todo el derecho a exigir la verdad, he viajado desde muy lejos para encontrar una respuesta.
âY la tendrá, solo que...
âLe recuerdo que no hay cabida para la negociación, no serÃa correcto, la policÃa no negocia con los acusados.
âNo, no quiero negociar, más bien quiero que hagamos un trato.
â¿Qué clase de trato?
âMuy sencillo, le responderé a todo lo que me pregunte, pero usted tendrá que contestar también a mis preguntas, a cambio de una mÃa..., una suya, un trueque.
âNo, no... y no, le recuerdo que no está en posición de negociar, soy el detective, usted debe hacer lo que le digo.
âEntonces... vaya preparando su equipo de tortura, no diré ni una sola palabra si no accede a mi petición.
El hombre se asusta e intenta intervenir en la conversación, la mujer le hace señas con la mano para que espere.
âEstá bien, hecho, lo haré, responderé a sus preguntas, pero le advierto que si no me agrada...
Ella no le deja terminar.
â¡No! ¡Quien advierte soy yo! Si no coopera, me lanzaré por esa ventana y no obtendrá ninguna respuesta.
«Cuando eliminas toda solución lógica a un problema, lo ilógico, aunque imposible, es invariablemente lo cierto».
Sherlock Holme
CAPÃTULO II
El diario de Klaire
Con la grabadora en su bolsillo, subió al tren con destino a la casa de Klaire. La última vez que estuvo en ese lugar fue la segunda vez que conectaron por Facebook, cuando decidieron salir. âMaldito estúpido, ¿por qué fuiste drogado, por qué?, pensó de nuevo.
Un tiempo atrás.
Ella se mostraba tranquila, comieron algo en un restaurante barato del centro de la ciudad, bebieron una cerveza y luego, Jack le propuso cama, ella se molestó y se alejó a toda prisa, él fue tras ella.
âDetente un momento, Klaire, no es para tanto.
âAh, ¿sÃ? Déjame decirte que no soy de esa clase de mujer, y lo sabes.
âEstás hablando como si te estuviera proponiendo algo indecente. Es algo normal, tener sexo es de humanos, Klaire, rayos, no te estoy pidiendo que robemos un banco, te estoy pidiendo lo más natural entre dos personas que salen y se gustan, que nos acostemos, ¿qué tiene de malo? âSigue caminando con rapidez detrás de ella.
âEstás loco, hace años que ni siquiera nos hemos visto, me compras unas frituras y luego me das una cerveza creyendo que soy la Klaire de la secundaria la quien tienes enfrente, déjame decirte que no, que soy otra... muy distinta.
âYa veo... âLa mira de arriba abajo para provocar que se sienta mal por su sobrepeso.
â¡Idiota! âCamina con mucha más rapidez hasta llegar a su edifico, Jack entra detrás de ella, que sube con prisa las escaleras, sus gordas piernas han superado un record, jamás habÃa sido tan veloz.
â¿Qué me dices? Cama, es lo único que nos falta en esta hermosa velada.
â¡Cretino!